Creen
en los cantores populares,
y
utilizan por maestra a la muchedumbre,
sin
saber que “los muchos son malos y pocos los buenos”
HERÁCLITO
(de Procl., In Alcib. I, p. 525, 21)
Hace
rato que quería escribir acerca de dos personajes que han atraído mucha
atención últimamente, uno por recibir un premio que muchos creen que no merece,
el otro por demostrar que más tarde o más temprano, aunque hayamos llenado de
gloria un grano de maíz, todos debemos morir. Aprovecho el asueto decembrino
para exponer algunas ideas, siendo fiel a mi juramento de ser breve.
Bob
Dylan ganó el premio Nóbel de literatura. Para muchos, es un escándalo, porque
ven al personaje como un mero cantante-producto, una especie de Justin Bieber
de los años 60. Meten en el mismo saco las musiquitas de verano, diseñadas para
ser efímeras, cantadas por “cualquier persona bien parecida”; con una cierta
manifestación artística, poética, enamorada de la eternidad. ¿Qué es la poesía?
Tiene que ver con la palabra que evoca el misterio y que nos conmueve
extrañamente, tiene que ver con descubrir “lo profético que hay en mí, con
melancolía”. Jorge Luis Borges (que nunca ganó el Nóbel) da esta definición-descripción:
Otra costumbre de la tribu son los
poetas. A un hombre se le ocurre ordenar seis o siete palabras, por lo general
enigmáticas. No puede contenerse y las dice a gritos, de pie, en el centro de
un círculo que forman, tendidos en la tierra, los hechiceros y la plebe. Si el
poema no excita, no pasa nada; si las palabras del poeta los sobrecogen, todos
se apartan de él, en silencio, bajo el mandato de un horror sagrado (under a holy dread). Sienten que lo ha
tocado el espíritu; nadie hablará con él ni lo mirará, ni siquiera su madre. Ya
no es un hombre, es un dios, y cualquiera puede matarlo. El poeta, si puede,
busca refugio en los arenales del norte (El
informe de Brodie).
Durante
un período de seis o siete años, más o menos, quizás del año 61 hasta el 68,
Bob Dylan fue un influyente poeta-cantor (trovador-juglar) que llegó a suscitar
una veneración cuasi-religiosa entre los seguidores del llamado “movimiento de
los derechos civiles”, empeñado en aquellos años en combatir el racismo y el
guerrerismo, dos plagas que aún azotan a la sociedad estadounidense (aunque no
sé si el delirio teológico-plutocrático según el cual Dios te otorga la riqueza
si eres un buen cristiano es aún peor). Cuando Martin Luther King hizo su
célebre marcha sobre Washington, ahí estaba Dylan en el centro de la atención,
para cantar su Blowin’ in the Wind,
un himno que hoy en día se oye cantar hasta en las iglesias católicas, sin que
nadie sepa que fue originalmente el himno de los derechos civiles. Por cierto, este compromiso político y esa imagen de joven profeta cambiarían radicalmente después de 1965, cuando a Dylan se le ocurrió "inventar" el folk-rock.
Dylan con su máquina de escribir |
Para
la gruesa mayoría, Dylan es un cantante sin voz y un guitarrista que no sabe
tocar que maúlla un montón de palabras en inglés sin ni siquiera mover el
cuerpo como Elvis Presley. Su arte es para los que lo saben apreciar: por eso
fue la mayor influencia sobre gente como John Lennon y en general toda la
generación de los 60 (incluyendo, en mi opinión, la Nueva Trova Cubana). Jimi
Hendrix decía que lo grande que tenía era que no quería parecerse a nadie, se
atrevía a ser único en su género, sin seguir ninguna moda. Hendrix creó una de
las versiones más increíbles de una canción dylanesca, la célebre All along the watchtower.
Después
de los sesenta, a decir verdad, nunca fue lo mismo… y ahora, después de viejo,
le dan el premio Nóbel de literatura. Yo, personalmente, me paso el premio
Nóbel por el sobaco. ¿No le dieron el
Nóbel de la Paz a Kissinger, y a Obama antes de la masacre de Libia? Pero sigue
siendo el gran premiote del mundo. Si se lo dan a un escritor, sus ventas se
multiplicarán, y sus libros se incluirán en las colecciones de Premios Nóbel
que adornan las bibliotecas… ¿quién no conoce gente que tiene libros sólo para
llenar los anaqueles de un área de su casa llamada la biblioteca, donde el
único libro que se abre es uno que tiene adentro una botella de whisky?
Pero
salieron a criticar que cómo era posible que se lo dieran a un mero “cantante”
como Bob Dylan. Por cierto, ese género comercial que existe actualmente
conocido como el “cantautor” fue creado, entre otros, por el propio Dylan… pero
el que crea que Dylan es comparable con un farsante como Ricardo Arjona, bueeenooo…
En fin, mi querida y respetada Avelina Lésper (a quien espero que no le guste
Arjona) le dedicó una “catilinaria” a nuestro poeta cuando le dieron el Nóbel.
Extractos: “El Premio Nobel
de Literatura para Bob Dylan hizo chiquito al premio, empequeñeció sus fines y
es una bofetada a la lectura, a la concentración, al esfuerzo de adentrarse en
la complejidad de la literatura que no busca la inmediatez. Es un premio
facilón para los que no leen, para el populismo de las redes sociales.” Y después de acusarlo de "cantarle al Papa" (¿?) añade: “La lectura es lenta, el análisis de una obra literaria, de un poema,
nos involucra con los textos, nos hace meditarlos, retomarlos. La música popular
es rápida, analizar una de estas canciones es un ejercicio ocioso, no hay
complejidad, su destino es ser fácil, repetitiva y pegajosa, por eso se venden.
Los lectores son los grandes perdedores con esta selección. El Nobel ha ido de
bajada, tiene décadas disminuyendo su alcance pero esta vez se redujo de tal
forma que el siguiente premio se lo pueden dar a cualquier youtuber o a la
twitteratura en masa.”
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Y
para el pueblo de EEUU, ese estado de ánimo se refleja especialmente en una de
las más famosas canciones de Bob Dylan, una especie de evocación apocalíptica
mezclada con ecos de las enumeraciones de Walt Whitman y del Howl de Allen Ginsberg (que tampoco se ganó el Nóbel). La canción se
intitula A hard rain’s-a-gonna fall,
título que podemos traducir al español coloquial con un toque de irreverencia
criolla como Un palo de agua va a caer.
Ese aguacero podía ser un montón de misiles nucleares, o la temible lluvia
radioactiva (fallout). Aunque parece
que la canción, que apareció un mes antes de la crisis de los misiles,
realmente no se refería a nada de eso. El palo de agua era pura poesía, pero la
poesía puede ser profética, y en todo caso la tristeza profunda y las visiones
atormentadas le recuerdan a mucha gente aquellos días fatídicos. Para terminar,
reflexionemos que un artista que presenta una obra al mundo puede haber tenido
sus propias razones y motivos para hacerla, pero al final queda sometido a la interpretación que la gente haga de su creación, aunque ésta le haga rabiar. Por eso a veces es mejor
que se quede con la boca cerrada. Felicitaciones a Bob Dylan por no haber ido a
recoger su Nóbel.