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El fuego frío de mi ardiente paciencia |
Voy a
empezar mi doctorado en el Centro Nacional de Historia y me declaro
entusiasmado. Pero nunca con ese entusiasmo posado y estridente de los
presentadores de TV. Más bien con la ardiente paciencia de los poetas. Si mal
no recuerdo, Platón dijo alguna vez que entusiasmarse significaba estar poseído
por un Dios. En este caso no se trata de un dios, sino de la musa de la historia: Clío.
Entre
los siete libracos que ya me mandaron leer, encontré este magnífico poema de
Bertolt Brecht, que de inmediato encendió una mecha en mí y que quiero
compartir como una excelente ilustración de la noción de “historia desde abajo”
(de la que hablaremos precisamente más abajo):
PREGUNTAS DE UN OBRERO QUE LEE
.Quién
construyó Tebas, la de las siete puertas?
En los
libros se mencionan los nombres de los reyes.
.Acaso
los reyes acarrearon las piedras?
Y
Babilonia, tantas veces destruida,
.quien
la reconstruyó otras tantas? .En qué casas
de
Lima, la resplandeciente de oro, vivían los albañiles?
.Adonde
fueron los constructores la noche
que
terminaron la Muralla China?
Roma la
magna está llena de arcos de triunfo.
.Quien
los construyó?
.A
quién vencieron los Césares? Bizancio, tan loada,
.acaso
solo tenía palacios para sus habitantes?
Hasta
en la legendaria Atlántida,
la
noche que fue devorada por el mar,
los que
se ahogaban clamaban llamando a sus esclavos.
El
joven Alejandro conquistó la India.
.El
solo?
César
venció a los galos;
.no lo
acompañaba siquiera un cocinero?
Felipe
de España lloró cuando se hundió su flota.
.Nadie
más lloraría?
Federico
Segundo venció en la Guerra de Siete Años.
.Quien
más venció?
Cada
página una victoria.
.Quien
guisó el banquete del triunfo?
Cada
década un gran personaje.
.Quién
pagaba los gastos?
Tantos
informes,
tantas
preguntas.
(Bertolt
Brecht – Tomado de Para comprender la
historia, de Juan Brom, Grijalbo, México, 1972, p. 5).
Plano de la batalla de Waterloo |
¿Qué es “la historia desde
abajo”? La del hombre pequeño, el don nadie; la del indio de a pie, no del
cacique; la de los olvidables que serán olvidados, nunca la del príncipe o del
gran jefe de horda y su entorno. Involucrados en la batalla de Waterloo, por
ejemplo, más allá de Napoleón en un lado y Wellington y Blücher en el otro, había
cientos de miles de hombres anónimos revolcándose
en el lodo de las trincheras; cada uno de ellos con su historia, porque no hay
nada ni nadie en este mundo que no tenga su historia. Tal vez algún oficial
subalterno le escribía unas cartas a su mujer mientras esperaba bajo la lluvia
que arrancara la matanza. Ese documento nos ofrecería otro punto de vista de la
infinitud de detalles que comprenden un acontecimiento histórico. Nunca
tendremos la “historia total” porque la misma entropía lo impide, pero sí la
sensación de que la historia se hace entre todos, es una creación colectiva.
No simpatizo con el estereotipo
del historiador-cuestionador que quiere negarlo todo, sobre todo lo anecdótico
y legendario. Ricaurte no voló el polvorín de San Mateo (¿la pólvora estaba
mojada?), el Negro Primero en Carabobo nunca le dijo nada a Páez (¿porque este
último tenía un ataque de epilepsia?), no es verdad que en Waterloo rellenaron
una fosa con un escuadrón de coraceros y sus caballos (pero mi papá me contaba ese
cuento…). Quién sabe si acaso lo mejor de una historia no sea lo legendario
o simbólico... en todo caso, el misterio suele ser más interesante que la
explicación.
En fin, al lanzarme una vez más
en esta edad de mis años a comenzar
otro estudio pareciera indicar que no he perdido mis cualidades de veleta. Para
un final digno, quisiera compartir mi poema favorito (es de Walt Whitman, pero
siempre creo que yo hubiera podido escribirlo):
AL COMENZAR MIS ESTUDIOS
Al comenzar mis estudios, los primeros pasos me
gustaron tanto,
El simple hecho de la conciencia, estas formas, la
facultad del movimiento,
El más insignificante insecto o animal, los sentidos,
la vista, el amor,
Digo que el primer paso me sobrecogió y agradó tanto,
Que apenas si he avanzado o deseado avanzar,
Sino pararme y vagar, y emplear el tiempo en celebrarlo
en poemas extáticos.