Cuando estuve en Roma fui a ver una película que daban en un cine que quedaba en el Campo dei Fiori. Me habían dicho que ése era un sitio peligroso donde se reunían los peores malandros de Roma (y mira que ahí los hay muy malos), y siendo un extranjero andaba un poco asustado. Por eso me impresionó más aún la imponente estatua negra de Giordano Bruno en medio de aquel lugar donde su cuerpo había ardido más de tres siglos antes.
Bruno fue un rebelde renegado más de los muchos que protagonizaron aquella época tan apasionante. Como Miguel Servet, y como Spinoza un poco después; personalidades polémicas que tuvieron la desgracia de quedarse solos ante un poder que se sentía amenazado y por eso mismo se mostraba implacable. Recordemos que a Lutero lo hubieran quemado de no haber sido por sus poderosos protectores, que más que por motivos religiosos, actuaron por razones políticas.
Dice De Quincey que a todos los verdaderos filósofos siempre los han querido matar. A algunos les ha tocado esa suerte. Otros han salvado la vida pero han sufrido persecuciones y ostracismos. Ese tema tan interesante quizás lo trate más adelante en otro "post". Mientras tanto, disfrutemos de este apasionado ensayo de Axel sobre la azarosa vida y muerte de un rebelde que nunca se doblegó.
Giordano Bruno el outsider filosófico
del renacimiento
Por Axel Sivira
Era
la madrugada del 17 de febrero del año 1600, cuando Giordano Bruno fue quemado
vivo en el Campo dei Fiori de Roma. De la Torre di Nona, frente a Castell
Sant’Angelo, surgen ruidos confusos, a esas horas de la madrugada, y más en
febrero, pues no era común que la gente deambulara por la calle, sin embargo,
ya es numerosa la muchedumbre que se agolpa ante la entrada de la prisión y
tiene que ser contenida por los alabarderos que se empeñan en mantenerla
despejada. Bruno vestía una túnica blanca que le llegaba hasta los tobillos, la
ruta a seguir estaba llena de curiosos y personas conocidas; se había dado gran
publicidad a aquella quema, incluso se habían hecho folletos que pasaban de
mano en mano para informar sobre el gran espectáculo. Los verdugos se acercan a
la lumbre con antorchas en la mano y aplican el fuego a la leña por los cuatro
costados de la plataforma, se hace un silencio en espera de oír los gritos del
moribundo… Las llamas ascienden por la hoguera, una sofocante ola de calor
abrasa los pulmones de Giordano. A media mañana ya no hay curiosos ni verdugos
en el Campo dei Fiori, apenas se distingue el cadáver calcinado que ardió
durante un largo rato. La flama se ha consumido, los restos de Bruno son
reducidos a polvo con martillos y las cenizas se esparcen al viento para que
nadie pudiera conservar nada del hereje como reliquia.
Giordano
Bruno fue un filósofo del renacimiento condenado a la hoguera por orden de la
Santa Inquisición, su delito: decir y publicar que el universo es ilimitado,
sin centro ni bordes; que la tierra da vueltas alrededor del sol; que la Luna y
los planetas de nuestro sistema son otros mundos; que las estrellas son soles,
alrededor de los cuales giran planetas habitados; que toda la materia del
universo está compuesta por átomos y que es la organización de estos en formas,
y no las sustancias, lo que determina la entidad de las cosas, los seres y las
personas. Él fue, sin duda, el primer ser humano que supo ver la inmensidad del
universo. Rompió con la imagen de la bóveda celeste para sustituirla por el
espacio sideral, anticipándose cuatro siglos a la idea del cosmos en una
concepción tan extraordinaria. Pagó su atrevimiento con la vida, tras el gesto
heroico (que pocos filósofos y científicos tuvieron ante la iglesia) de negarse
a firmar una retractación de sus “herejías”. También se le condenó por mantener
peligrosas opiniones de índole religiosa y política: atacaba a la Iglesia
Católica, acusándola de haber traicionado las amorosas enseñanzas de los
apóstoles al emplear la fuerza y la coacción contra los divergentes; también
reprochaba a las facciones protestantes su justificación a través de la fe y su
desprecio por el valor de las buenas obras; pensaba que Dios y el cosmos son
una misma y única realidad; que la religión verdadera y natural es la que
practicaban los antiguos magos egipcios, corrompida después por el judaísmo y
el cristianismo; que el alma del hombre y de todas las cosas, vivas o
inanimadas, proviene de una sola alma universal, multiplicada en los infinitos
átomos; que los planetas son seres vivos dotados de su propia voluntad e
inteligencia; que la magia hermética da al sabio poderes sobre demonios y
espíritus… este era el loco de las estrellas, el hereje impenitente, Giordano
Bruno el filósofo outsider del renacimiento.
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Ante el Santo Oficio |
Filippo Bruno (Giordano Bruno) nació
en Nola, Nápoles el 9 de febrero de 1548, fue un astrónomo, filósofo, teólogo,
matemático y poeta italiano. Sus padres eran
Giovanni Bruno, hombre de armas en el
ejército español, y Fraulissa Savolino.
Comienza sus estudios en Nola y en
1562 se traslada a Nápoles, donde recibe lecciones de Giovanni Vincenzo de
Colle en el Studium Generale y de Teófilo da
Vairano
en el monasterio agustino de la ciudad, pero los escasos recursos de sus padres,
insuficientes para la sed de conocimiento de Giordano, hacen que a los 17 años
ingrese en la Orden de los Dominicos, en el monasterio de Santo Domingo Mayor
de Nápoles, donde se dedica al estudio de la filosofía, matemática y teología.
Cuando finaliza el noviciado adopta el nombre de Giordano. Durante sus estudios
con los dominicos, obtiene acceso a las lecturas de las obras de Erasmo y
Copérnico, ahí es cuando decide desnudar su habitación de estampas e imágenes
religiosas medievales y tan solo dejar colgado un crucifijo sin crucificado.
Este gesto y su ánimo polémico hacen que tenga problemas, se crea un escándalo
que culmina en una denuncia anónima de alguno de sus compañeros, primero al
rector, y luego al Santo Oficio. A los 24 años se ordena sacerdote y a los 27
es Doctor en Teología. En el año 1571 expone su sistema mnemotécnico aprendido
de la obra de Ramón Llull. Con la Docta Ignorancia de Nicolás de Cusa, y
las ideas del universo infinito, Giordano se inquieta por el tema, repudia a
Aristóteles y se adhiere a la filosofía de Platón y sus discípulos.

En marzo de 1576 se fuga del convento
debido a la denuncia de otro fraile al
Santo
Oficio, y así se vio huyendo por todo el norte de Italia, en un viaje
clandestino despojado de su hábito de fraile. Se ganaba la vida dando clases
particulares, pero cambiaba de residencia constantemente por temor a ser
descubierto. Sus teorías cosmológicas superaron el modelo copernicano, pues
propuso que el sol era simplemente una estrella; que el universo debía contener
un infinito número de mundos habitados por animales y seres inteligentes. Repudiaba
la artificiosidad del sistema de Ptolomeo: Bruno imaginaba la tierra en el
centro de su entorno cósmico, pero girando sobre su eje cada veinticuatro
horas, movida por siempre en su rotar por el ímpetu inicial de la creación, el
ímpetu divino del que hablaron Filopon y Ockham; los planetas, el sol, la luna
sufrían la influencia de ese ímpetu y, cautivos del remolino celeste, eran
arrastrados en un giro eterno alrededor de la tierra. Es así como la luna sólo
tardaría 28 días en circundar la tierra, el sol lo haría en un año y Saturno en
29. Mas lejos de esto las estrellas fijas no reciben la influencia del ímpetu
permaneciendo eternamente quietas en el espacio. Todo el conjunto de astros se
encuentra iluminado por el sol. Y más allá de todo esto ¿qué puede haber? El
universo no puede tener límites, aunque hubiese espacio vacío también sería
universo, más allá de donde el sol no llegase, donde la vista no alcanzara,
Giordano creía que habría planetas u otros mundos habitados por mortales,
movidos por el ímpetu de Dios, rodeado de planetas y estrellas estáticas. La
bóveda celeste de Ptolomeo y Copérnico explota, haciéndose pedazos por esta revelación
del nolano.
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Copérnico |
Con respecto a lo antes mencionado M.
Rosental y P. Iudin expresan:
“El punto de
partida de su filosofía es el sistema de Copérnico, que
Bruno enriqueció con ideas nuevas, por ejemplo, la idea
de la existencia de un número infinito de mundos, la de la atmósfera terrestre
que gira conjuntamente con la Tierra, la del Sol que se desplaza con relación a
las estrellas. La audaz doctrina de Bruno asestó un golpe vigoroso a la
religión. Su tesis fundamental sobre la unidad material del universo compuesto
por un número infinito de mundos semejantes a nuestro sistema solar, desempeñó
un papel considerable en el desarrollo de la ciencia, no obstante sus
extravagancias panteístas. A Bruno pertenece la idea de la historia de los
mundos en el tiempo. Fue él igualmente quien adelantó la hipótesis de los
cambios geológicos perpetuos de nuestro planeta, introduciendo así la idea de
desarrollo en este dominio.
Según él, la materia y el movimiento son inseparables,
pero su concepción del movimiento sigue siendo metafísica. Sostiene que el
conocimiento científico de la naturaleza debe fundarse en la experiencia, y
rechaza resueltamente la escolástica estéril con sus definiciones huecas al
margen de la naturaleza. Junto a la experiencia, la razón humana debe
desempeñar un papel importante. Además, Bruno consideraba el conocimiento de
las leyes de la naturaleza como la finalidad
suprema del pensamiento humano”. (Diccionario filosófico abreviado).
Convertido
de nuevo en fraile, cuando estuvo por Padua los compañeros dominicos le
recomendaron que volviese a vestir el hábito si quería conseguir trabajo de
enseñante, así Bruno siguió su peregrinar intentando inútilmente conseguir un
trabajo de docente en alguna universidad. Tras diversos intentos fallidos por
Europa y atrapado por el invierno en camino, pide refugio en el convento de
Chambery, donde lo aceptan aunque con cierto recelo, por miedo a haber dado
cobijo a un hereje. Poco después este miedo se confirma con la llegada al
convento de un correo donde se comunica que el padre Giordano Bruno ha sido
excomulgado por la iglesia. Bruno vuelve a huir, esta vez a tierras
protestantes. Ahí es acogido por el marqués de Vico, quien era el jefe de los
exiliados italianos en Ginebra, sobrino de un Papa y ferviente calvinista. El
marqués de Vico colocó a Bruno como corrector en una conocida imprenta
ginebrina, proporcionándole un sueldo para que alquilase una habitación, se
pagara comida, ropa y pudiese ahorrar dinero, este trabajo le permitió tener
acceso a libros prohibidos en Italia.
Dispuesto a probar suerte en la vida
docente, se matricula en la Academia de
Ginebra
y comienza a acudir a una serie de conferencias donde se impartían temas
variados de ciencia y filosofía. Una de éstas la daba Antoine de la Faye, un
célebre profesor calvinista. Giordano publica un panfleto exponiendo veinte
errores cometidos por el profesor pedante en una de sus lecciones. Por ese
motivo fue arrestado y abandona Ginebra tan pronto como puede. Se traslada a
Francia donde, en la Universidad de Toulouse, se doctoró en teología y enseñó
dos años (1580-1581), aunque en un principio no se le admitió como profesor de
la universidad por carecer del adecuado currículum, entonces se dedicó a dar
clases particulares de astronomía, matemáticas y cualquier asignatura que sus
estudiantes necesitaran perfeccionar. Escribió la Clavis magna (lulista)
y explicó el tratado De Anima de Aristóteles. Luego de varios tropiezos
por la guerra religiosa, fue aceptado por Enrique III como profesor de la
Universidad de París en 1581.
En 1583 viajó a Inglaterra, tras ser
nombrado secretario del embajador francés
Michel de Castelnau. Enseñó en la
Universidad de Oxford la nueva cosmología copernicana, atacando las ideas
tradicionales. Después de varias discusiones debió abandonar Oxford. Sus
escritos más importantes son De umbris idearum, de 1582; La cena de
las cenizas, Del universo infinito y los mundos y Sobre la causa, el principio
y el uno, las tres últimas escritas en 1584. En 1585 escribió Los
furores heroicos donde, en un estilo de diálogo platónico, describe el
camino hacia Dios a través de la sabiduría. La influencia de la teología se
hace sentir en su doctrina (por ejemplo, la identificación de Dios y la
naturaleza) lo que se explica por circunstancias históricas. Sin embargo, el
panteísmo de Bruno constituía en esa época el medio más cómodo de propagar las
concepciones materialistas. Ese mismo año regresó a París con el embajador,
para luego dirigirse a Marburgo, donde dio a la prensa las obras escritas en
Londres. En Marburgo retó a los seguidores del aristotelismo a un debate
público en el Colegio de Cambrai, donde fue ridiculizado, atacado físicamente y
expulsado del país. En 1586 expuso sus ideas en la Sorbona, en el Colegio de
Cambrai, y enseñó filosofía en laUniversidad
de Wittenberg. En 1588 viajó a Praga, donde escribió artículos dedicados al
embajador de España Guillem de Santcliment y al emperador Rodolfo II.
Pasó a servir brevemente como profesor
de matemáticas en la Universidad de
Helmstedt,
pero tuvo que huir otra vez cuando fue excomulgado por los luteranos. En 1590
se dirigió al convento de las Carmelitas en Fráncfort y Zúrich. Ahí escribió algunos
poemas. Regresa a Italia y Mocenigo se convierte en su protector, para impartir
cátedra particular, fijando su residencia en Venecia. El 21 de mayo de 1591,
Mocenigo, no satisfecho de la enseñanza y molesto por los discursos heréticos
de su huésped, le denunció a la Inquisición (aunque más bien hubiese parecido
una trampa política, por intereses de partidos y cuestiones de ego con respecto
a los amigos de Bruno). La Inquisición veneciana lo encarcela el 23 de mayo de
1592 y es reclamado por Roma el 12 de septiembre de 1592. El 27 de enero de
1593 se ordenó el encierro de Giordano Bruno en el Palacio del Santo Oficio, en
el Vaticano. Estuvo en la cárcel durante ocho años mientras se disponía el
juicio, en el que se le adjudicaban cargos por blasfemia, herejía e
inmoralidad; así como por sus enseñanzas sobre los múltiples sistemas solares y
sobre la infinitud del universo.

El 20 de enero del año 1600 se celebró
una sesión extraordinaria del Santo
Oficio, presidida por el Papa Clemente
en persona. El 8 de febrero lo trasladaron a una sala donde estaría el tribunal
que lo juzgaría. El cardenal Madruzzo dio las instrucciones precisas y los
guardias obligaron al nolano a arrodillarse. El procurador Materenzii iba a
leer la sentencia:
“Habiendo invocado el
nombre de nuestro señor Jesucristo y su gloriosa madre María siempre virgen,
en razón de la causa llevada ante el Santo Oficio entre, por una parte, el
Procurador Fiscal de dicho Santo Oficio y por otra, vos, el susodicho Giordano
Bruno, acusado, interrogado y llevado a juicio, habéis sido encontrado
culpable, impenitente, obstinado y pertinaz. Nosotros, los miembros de este
Tribunal, por medio del presente documento, publicamos, anunciamos,
pronunciamos, sentenciamos y os declaramos ser un hereje impenitente, merecedor
de todas las censuras y sanciones que se imponen a tales impenitentes no
confesos, pertinaces y obstinados herejes, por lo que como tal os degradamos de
todas vuestras órdenes eclesiásticas en las que habíais sido ordenado, y os
expulsamos de nuestra sagrada e inmaculada Iglesia, de la que os habéis hecho
indigno. Y prescribimos que debéis ser entregado a la corte secular para ser
castigado, aunque fervorosamente suplicamos a dicha corte que mitigue el rigor
de sus leyes en cuanto a fatigas de vuestra persona y que no estéis en peligro
de muerte o de mutilación de vuestros miembros. Además, condenamos todos vuestros
libros y otros escritos por heréticos y erróneos. Ordenamos que sean destruidos
y quemados y que sean inscritos en el índice de libros prohibidos. Así lo
pronunciamos los cardenales generales de los inquisidores, cuyos nombres
suscribe este documento”. (Giordano
Bruno, el loco de las estrellas)
Pero Giordano nunca fue un hombre
corriente y alzándose del suelo pronunció una frase desafiante y heroica:
“Maiori forsan cum timore sententiam in me fertis, quam ego accipiam” (El temor
que os produce dictar vuestra sentencia es mayor que el mío al escucharla). Las
ocho herejías por las que se le acusaban a Giordano, y de las que él se negó a
renunciar fueron las siguientes:
La declaración de «dos principios reales y eternos de la
existencia: el alma del mundo y la materia original de la que se derivan los
seres».
La doctrina del universo infinito y los mundos infinitos
en conflicto con la idea de la Creación: «El que niega el efecto infinito niega
el poder infinito».
La idea de que toda realidad, incluyendo el cuerpo,
reside en el alma eterna e infinita del mundo: «No hay realidad que no se
acompañe de un espíritu y una inteligencia».
El argumento según el cual «no hay transformación en la
sustancia», ya que la sustancia es eterna y no genera nada, sino que se
transforma.
La idea del movimiento terrestre que, según Bruno, no se
oponía a las
Sagradas Escrituras, las cuales estaban popularizadas
para los fieles y no se aplicaban a los científicos.
La designación de las estrellas como «mensajeros e
intérpretes de los caminos de Dios».
La asignación de un alma «tanto sensorial como
intelectual» a la Tierra.
La oposición a la doctrina de Santo Tomás sobre el alma:
la realidad espiritual permanece cautiva en el cuerpo y no es considerada como
la forma del cuerpo humano. (Enciclopedia Libre, pagina web)
El papa Clemente VIII dudó de la
sentencia impuesta a Giordano antes de dictarla, porque no deseaba convertir a
Bruno en un mártir. Es así como en la madrugada del 17 de febrero del año 1600,
Giordano es quemado en la hoguera por rebatir las acusaciones de la
Inquisición, la cual no sabía qué hacer con Bruno, pues éste atraía con sus
ideas a muchos jóvenes y era para la iglesia más peligroso que los sucesores de
Lutero y Calvino. Giordano era considerado un destructor del orden interior, un
subversivo y de esta forma debían neutralizarlo, pero les era muy difícil
encontrar a alguien capaz de estar a su altura y se le pudiera enfrentar en el
proceso refutando sus ideas. Los primeros interrogatorios y su escrito en
defensa habían dejado este tema muy claro: nadie podía rebatirle a Giordano. Al
nolano le hicieron una jugarreta con las ocho herejías que fueron sacadas de
sus obras, lo tenían acorralado, el único camino era negar que había escrito
todo aquello, pero Bruno les entregó una apelación al Papa, y solo a él le
explicaría sus razones. Este encuentro nunca llegó, o quizás como narra Michael
White se dio el encuentro entre estos personajes de manera poética:
Mientras Bruno ardía aquel jueves festivo del 19 de
febrero del año 1600, la multitud gritaba y agitaba sus banderolas, los niños
corrían hacia la hoguera acercándose temerariamente a las llamas, y las madres
asustadas tiraban de ellos obligándolos a retroceder. Y cuando el espectáculo
hubo terminado y el mundo fue librado de otro hereje, las cenizas de Bruno
fueron cayendo sobre las cornisas y los campos cercanos. Allí la lluvia
infiltró en el suelo moléculas que antes habían formado parte de su cuerpo. Con
el paso del tiempo, las moléculas fueron disueltas y las plantas absorbieron
sus átomos. Las plantas fueron comidas por animales, y algunos de ellos
terminaron llegando a las mesas de Roma y otros lugares. Otros elementos de
Bruno cayeron al agua y fueron reciclados para mojar las caras de los bañistas
y en vasos y copas. Y así, quizás, al menos a un nivel atómico, el Papa terminó
fundiéndose con el hereje después de todo. Como hubiese dicho Bruno: el
universo es infinito, y es una sola cosa. Todos somos cada uno de los otros.
Todo es todo lo demás.
Escribir
sobre el nolano, y darlo a conocer entre las personas como un gran filósofo
lleno de más aciertos que desaciertos, ha sido una idea que me ha rondado la
cabeza desde hace algunos años. Primero se presentó a mí a través de un
profesor que dirán no es muy cuerdo por creer en teorías conspiranoides, luego
llegó a través de mi teléfono en un libro electrónico que contenía una novela
histórica basada en la vida de Giordano. Ahí fue cuando no pude desprenderme de
aquellas páginas y no pude evitar sentir cierto aprecio y admiración por aquel
mártir que muchos de la filosofía burguesa aún lo hacen pasar por un idealista
para intentar restar la importancia histórica de su pensamiento y su influencia
sobre el occidente, y para denigrar de las ideas del ilustre polaco Copérnico,
del que Bruno había tomado y desarrollado. Fue un eminente profesor de
mnemotecnia, famoso por su prodigiosa memoria. Apasionado poeta y escritor,
maestro en fabulosas metáforas y complejas representaciones, contradictorio,
extremo, polémico, testarudo, orgulloso, confuso, oscuro, misterioso y
profundo, tanto en su vida como en su obra. Como se ve, Giordano Bruno, además
de ser el padre de geniales intuiciones cosmológicas y acertados juicios
políticos y morales, elaboró un sinfín de teorías sobre todo lo humano y divino.

La imagen de Giordano Bruno posee una
fuerza e influencia tales entre los innovadores de aquella época, que no se
explica cómo este personaje no es considerado por la historia a la altura de
Galileo, Kepler y Newton, como un continuador fundamental de la revolución
iniciada por Copérnico. La razón quizá, está en su conducta penosa, indomable
ante sus jueces y los que se encargan de escribir la historia a su
conveniencia, que han intentado y siguen intentando echar leña al fuego durante
muchos años. Hoy día existen autores que se esfuerzan en desprestigiar a Bruno
resaltando sus frivolidades esotéricas por encima de sus aciertos cosmológicos,
mientras otros esotéricos que también se ocupan de ese aspecto, quieren ver
trazas de hermetismo en cada una de sus palabras; cuando solo 5 de los de sus más
de 40 libros son explícitamente sobre la magia. Y aun en el tema de la magia
Bruno ha sido sujeto de malinterpretaciones. Michael White, preguntándose el
por qué se le han perdonado sus fantasías astrológicas a Kepler y no se ha
hecho lo mismo con Bruno, llega a la conclusión que de esa manera se trata de
minimizar la barbaridad que con él se perpetró, y es que aún hacen creer que no
era más que un loco ocultista. Con la condena de Bruno se paralizó la marcha de
la ciencia, hubo un atraso tecnológico en los países católicos; pero si a
Giordano no lo hubiesen condenado, sería otra la historia que estuviésemos
escribiendo: la de otro filósofo innovador, brillante e ignorado, renegado, mal
comprendido; un outsider más de la filosofía.
BIBLIOGRAFIA
Giordano Bruno. La Cena de le Ceneri,
1584. Libro Electrónico.
Giordano Bruno. Spaccio de la Bestia
Trionfante. 1584. Libro Electrónico.
Giordano Bruno. De l’infinito universo
e mondi. 1584. Libro Electrónico.
Giordano Bruno. De la causa, principio
et uno. 1584. Libro Electrónico.
Giordano Bruno. De gli Eroici Furori. 1585. Libro Electrónico.
Michael White. The Pope and the Heretic, 2001. Libro
Electrónico.
Miguel Ángel Pérez Oca. Giordano
Bruno, el loco de las estrellas, 2000. Libro
Electrónico.
M. Rosental y P. Iudin. Diccionario
filosófico abreviado. 1959. Libro
Electrónico.
Johannes Hirschberger. Geschichte der Philosophie. 1954. Libro
Electrónico.
Patricia Castelli. L’estetica del
Rinascimento. 2005. Libro Electrónico.