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CoronaOcio |
La
insidiosa y tendenciosa BBC, órgano oficial de difusión y propaganda de la
Pérfida Albión, sacó un artículo sobre cómo sobrevivir la cuarentena encerrado
en casa con su pareja sin terminar divorciándose. Y es que el Reino Unido
finalmente se ha unido a la tendencia mundial al “aislamiento social”, después
de que el mismísimo primer ministro resultara positivo a la COVID-19 (precisemos:
éste es el nombre de la enfermedad producida por el virus SARS-Co-V2). Pero
nosotros, los cuatro gatos lectores de este blog, que practicamos el método
paranoico-crítico de análisis de teorías conspirativas, y clamamos nuestra
libertad de hacer interpretaciones irreverentes (e incluso estéticas) de los
“fenómenos delirantes” que ocurren en el mundo, no nos dejamos impresionar por las
apariencias, y sospechamos de todo, pero sin que la paranoia nos haga perder el
buen humor. Entonces, quisiera empezar esta reflexión, en medio del ocio obligado
por la histeria colectiva sin precedentes que nos rodea, repasando las últimas
teorías conspirativas.
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Cortesía Getty Images |
Ahora
resulta que EE.UU es el país con más casos en todo el planeta. Esto parecería
contradecir la teoría conspirativa de que el virus fue elaborado por “los gringos”.
Pero refinando nuestro enfoque paranoico, creemos que realmente son las élites
plutocráticas maltusianas las que están detrás de toda esta conspiración; y su
interés es, por un lado, incrementar el pánico para seguir controlando mejor a
la gente de su propio país, y por otro, aprovechar la ocasión para deshacerse de
un montón de viejos inútiles, de pobres arruinados y de tantos indeseables como
sea posible. Para un paranoico ilustrado, el gobierno de EE.UU no es más que
una fachada: el verdadero poder está en manos de gente que no vemos ni
conocemos. Algunos lo llaman “el estado profundo”, que responde a los mandatos
de los plutócratas del “complejo militar-industrial” (y tecnológico-mediático).
Eso explicaría las decisiones aparentemente alocadas y erráticas del gobierno estadounidense:
sus funcionarios no son más que marionetas y ratones de laboratorio con los que
juegan y experimentan los verdaderos poderosos.
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New Orleans bajo las aguas. Cortesía Pacific Standard |
Más
allá de toda pose cínica, esta crisis parece demostrar que los países acostumbrados
a una organización de tipo socialista pueden reaccionar mejor ante una urgencia
colectiva que los que no lo están. Recordemos la no tan lejana crisis del
huracán Katrina: Cuba, un pequeño país periódicamente azotado por los ciclones,
demostró tener un sistema social bien organizado para evacuar, proteger y minimizar
los daños a su población. Por contraste, cuando llegó el Katrina a Nueva
Orleáns, el gobierno gringo sólo pudo decir “sálvese quien pueda”, y únicamente
los que tenían sus propios vehículos pudieron salir de la ciudad, que quedó
arrasada y llena de damnificados indefensos. Pero veamos el otro lado de la
moneda: la disciplina social está muy
bien, pero el control social me
parece preocupante. Una consecuencia de esta crisis será el aumento del control
de los gobiernos y las corporaciones sobre los individuos. Ed Snowden ha dicho
que, combinando las tecnologías de comunicación e interconexión con la
inteligencia artificial, “ellos” (¿los verdaderos dueños del mundo?) ahora no
sólo saben dónde uno está, adónde va, con quién habla (y de qué), qué lee,
etc., sino que además conocen nuestra presión arterial, temperatura corporal,
cuántos latidos por minuto da nuestro corazón, etc.
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Cortesía Hypertextual |
Aunque
yo reconozco las ventajas del colectivismo, sigo siendo un individualista, y no
puedo aceptar que eso sea un pecado. No es que yo quiera tener más o que me
crea más que los demás, es sólo que siento que mi individualidad es preciosa. Esto
que yo soy, con todas sus limitaciones, esta máscara, es lo único que es
realmente mío (aunque los budistas afirman que es sólo una ilusión, y
probablemente tienen razón). Ciertamente, los chinos (y en general los
orientales) son un pueblo (por no decir una raza)
con una poderosa tendencia al colectivismo, y yo los admiro por eso. Ese rasgo,
junto con su estoicismo natural, los hace más fuertes que los occidentales, y
también explica su adhesión al comunismo. Pero a mí me molesta sentir que hay
un Gran Hermano que sabe todo sobre mí sin mi consentimiento. Aunque no debería
angustiarme tanto: en este momento ni siquiera tengo celular (pero creo que lo
necesito, ¿cómo voy a saber mi estado de cuenta en el banco? Puede que sea una
necesidad creada, artificial, pero también es propia de alguien que vive en
esta sociedad… y para no vivir en sociedad tendría que ser una bestia o un dios.)
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Cortesía eltribunero.com |
Y
ahora, mis queridos cuatro gatos paranoico-críticos, recordemos que hace unos
días, en plena pandemia, apareció el fiscal general de EE.UU —con su cara mofletuda
que a mí me recuerda al perrito Droopy— acusando al presidente de Venezuela y a
todo el alto gobierno de narco-terroristas, y ofreciendo recompensas
multimillonarias por ellos. No los pedía “vivos o muertos”, pero sólo eso
faltaba. Todo ello en el contexto de otra conspiración que había fallado porque
capturaron unas armas y los involucrados se fueron de la lengua y salpicaron a
un gentío: al gobierno colombiano, las agencias de inteligencia
estadounidenses, los políticos venezolanos de oposición… Parecía ser un
capítulo más de la misma telenovela, pero en este caso hay un antecedente muy
preocupante: la acusación contra Manuel Noriega que justificó la invasión de
Panamá en 1989.
Basta
con hacer un breve repaso de la historia para entender que el narcotráfico y el
imperialismo siempre han sido como uña y mugre. Empecemos por las Guerras del Opio
del Imperio Británico contra China. Desde que la Compañía Británica de las
Indias Orientales llegó a Cantón en el siglo XVIII, se dedicó a estimular la
adicción a las drogas en gran escala para debilitar y degradar a los chinos y
obligarlos a comprar el opio que producían sus plantaciones en la India. Cuando
los chinos quisieron reaccionar destruyendo los cargamentos de droga, los
británicos invocaron la Libertad de Comercio (Free Trade) y los aplastaron a cañonazos. China tuvo que abrir
todos sus puertos al narcotráfico, que se impuso ya desde mediados del siglo
XIX como el negocio más rentable del mundo, con su capital en Hong Kong y en la
infame City, el distrito financiero
de Londres. En otras palabras, el Reino Unido es un narcoestado desde hace
siglos. Las redes de lavado de dinero creadas desde esa época todavía están ahí
y son uno de los pilares del capitalismo financiero mundial.
Después
de la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Británico colapsó, pero pasó la
antorcha del imperialismo narcotraficante a su heredero: los EE.UU. Desde su
creación, la CIA estadounidense ha estado ligada al narcotráfico. No sólo
continuaron la tradición del negocio del opio y la heroína en el sudeste
asiático, sino que controlan desde sus inicios la producción y el tráfico de
cocaína, primero en Colombia y últimamente en México. Dicen que una de las
causas de la caída de Richard Nixon fue la creación de la DEA en 1973 para contener
los desmanes del narcotráfico. Al querer atacar el problema desde sus
verdaderas raíces en las instituciones bancarias y redes de distribución
mundiales, Nixon se convirtió en un estorbo para gente “demasiado poderosa para
caer”, que acabaron con él montándole el escándalo Watergate. Tras la renuncia
de Nixon, la DEA pasó de agencia para combatir el narcotráfico a ser su
alcahuete. Dondequiera que hay producción y tráfico de drogas está la DEA, y
dondequiera que está la DEA aumenta exponencialmente el negocio del narcotráfico.
En los 80, bajo la presidencia de Ronald Reagan, se metieron en el escándalo
Irán-Contras, mucho peor que el de Watergate: no se trataba de que el
presidente de EEUU espiaba a todo el mundo, sino que usaba el dinero del
narcotráfico para financiar operaciones de guerra sucia. Sin embargo, el
sistema protegió a Reagan, sacrificando a algunos chivos expiatorios.
Los
narco-escándalos que involucran a la CIA y la DEA son muy numerosos. Bastaría
con mencionar los casos de Afganistán, donde la presencia militar de EEUU sólo
ha servido para multiplicar la producción de opioides; o de Colombia, donde las
nueve bases militares estadounidenses parecen proteger más que combatir el
tráfico de cocaína. Entonces, volviendo a la acusación contra el gobierno “narco-corruptísimo”
de Venezuela, la parte acusadora simplemente no tiene ninguna credibilidad. Lo
que quieren es compensar el ridículo fracaso de esta última aventura con una bravuconada
destinada sobre todo a apaciguar a los perros rabiosos de la Florida, un estado
con 29 votos en el colegio electoral que Trump no se puede dar el lujo de
perder. En cuanto al caso de Noriega, éste era un agente de la CIA con un rol
protagónico en la operación internacional de lavado de dinero. Dicen que cayó en
desgracia cuando descubrieron que vendía información sobre la Contra
nicaragüense a los soviéticos, que se la pasaban a los sandinistas. Un caso
parecido al de Sadam Hussein, que era el gran aliado de EEUU en el Medio
Oriente hasta que se le pasó la mano y fue reinventado como tirano apocalíptico.
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Noriega alias Cara'e piña y sus compinches de la DEA (alainet.org) |
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Cortesía allposters.com |
La
fotografía en blanco y negro es el único medio que le hace justicia al
claroscuro de la noche apenas alumbrado por las luces artificiales de las
ciudades del pecado y el crimen donde se desarrolla el verdadero film noir. Y sus protagonistas son todos
perdedores cuyos proyectos para triunfar en la mala vida siempre terminan en desastre por
muy endurecidos y sinvergüenzas que pretendan ser. Quiero hablar de un
descubrimiento que hice recientemente: el cineasta estadounidense Jules Dassin,
autor de varias películas negras extraordinarias, cuya vida también fue una
aventura digna de ser contada. Hijo de inmigrantes judíos provenientes de
Odessa, se unió siendo muy joven al Partido Comunista de EEUU. Aunque abandonó
su militancia en 1939, cuando Stalin firmó el pacto de convivencia
con Hitler, terminó siendo víctima de la paranoia anticomunista que se desató después de la guerra. Eran los días de la infame caza de brujas encabezada por el
senador Joe McCarthy, fanático perseguidor de la subversión comunista, quien
basó su carrera política en la denuncia de supuestos espías y agitadores al
servicio de la Unión Soviética que habían infiltrado todas las instituciones de
EEUU, incluyendo el gobierno, las universidades y sobre todo la industria del
cine. McCarthy encarnó una obsesión nacional por extirpar el comunismo a partir de 1950. Esta persecución, apoyada en campañas de
desprestigio y calumnia, obligó a importantes figuras del cine a emigrar, entre
ellas el mismísimo Charlie Chaplin.
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Joseph McCarthy (cortesía theepochtimes.com) |
Jules
Dassin se había ganado una fama muy merecida con tres películas negras
estupendas: Fuerza Bruta (Brute Force,
1947) con Burt Lancaster, donde hay un motín en una cárcel que es una obra
maestra; La Ciudad Desnuda (The Naked City, 1948), un clásico que años después inspiraría una memorable serie
policiaca de TV que siempre terminaba con el famoso lema: “Hay ocho millones de
historias en la Ciudad Desnuda, ésta es tan sólo una de ellas”; y Mercado de Ladrones
(Highway of Thieves, 1948), una
historia de camioneros llena de personajes extraordinarios. Cuando ya se decía
que Dassin era uno de los mejores cineastas estadounidenses de la postguerra, los
mccarthystas desenterraron su pasado comunista y lo metieron en una “lista
negra” que le impidió seguir trabajando en Hollywood. Su siguiente película tuvo
que hacerla en Londres y es uno de los mayores exponentes del film noir, con el título perfecto que
define el género: La Noche y La Ciudad (Night and the City, 1950). Incluye todos los elementos de los que hemos hablado:
protagoniza el perdedor Harry Fabian, anti-héroe predestinado al fracaso y la muerte (interpretado
por Richard Widmark), y una serie de malvivientes a cual más oscuro y corrupto que
también terminan mal, en un ambiente decadente y violento que arrastra a los
pocos personajes honestos -como el luchador greco-romano Gregorius (que odiaba la farsa de la "lucha libre") o la hermosa Mary (Gene
Tierney, famosa belleza de la época que nadie se explica por qué está
enamorada de un pillo como Fabian)- a un final funesto.
Y
para terminar: execrado de Hollywood, y tras varios años de desempleo, Dassin
aparece en París con el proyecto de llevar al cine una novela de delincuentes,
malandros, tipos rudos y mujeres fatales que quería ser el non plus ultra del cine negro. Realizada con actores y técnicos
franceses dirigidos por Dassin, Rififí
(1955) es una leyenda del género… que nunca he visto. No sé si existe en DVD,
lo cierto es que no aparece en YouTube (ni en Vimeo, el otro proveedor gratuito
de videos en Internet). Y por eso, mis apreciados cuatro gatos lectores, es que
estoy en busca de Rififí. Agradecería si alguno de ustedes sabe dónde
conseguirla. Me gustaría dedicarle unas horas de ocio en cuarentena. Y hasta
gastaría lo que no tengo para comprar una botellita de algún licor espirituoso y
celebrarlo.