Ya vimos que Marx encontró detrás de las apariencias de libertad las relaciones de propiedad, "las aguas heladas del cálculo egoísta", la estafa fundamental del sistema que pretende comprar el trabajo como si fuera una mercancía más, el horror de tener que trabajar para producir algo que no será tuyo en una actividad que detestas pero a la que no puedes renunciar porque tienes que llevar la proverbial bolsa de comida a tu casa. No bastaba con revelar, había que rebelarse ("no tenemos nada que perder excepto nuestras cadenas"), y así Marx fue expulsado de todos los países de Europa, encontrando refugio finalmente en Inglaterra, la capital del capitalismo. Allí tuvo que comer pan con patatas con su mujer y sus hijos, sobreviviendo gracias a la ayuda del compadre Engels. Su madre siempre le reclamó que en vez de escribir sobre el capital, debió haber amasado un capital.
Freud, por su parte, empezó escandalizando a los filósofos al hablar del inconsciente (¿podemos saber algo sin saber que lo sabemos? ¿qué diría Kant?). Luego dedujo que detrás de los trastornos nerviosos se encontraban las distorsiones de la sexualidad y empezó a decirlo con todas sus letras. No sólo los trastornados reprimían su sexualidad, toda la sociedad de su tiempo lo hacía, y su "verdad detrás de las apariencias" provocaba el más profundo rechazo. El escándalo se hizo mayúsculo cuando dijo que los niños eran polimórficamente perversos, auto-eróticos, sadomasoquistas, voyeuristas-exhibicionistas, y para coronar, que la madre era el primer objeto de su deseo sexual. Con su cultura clásica empezó a desenterar viejos mitos griegos para nombrar perversiones: Narciso, Edipo... En 1900 empezó a interpretar los sueños, explorando un mundo hasta entonces reservado a artistas como El Bosco o Goya y anticipando a los surrealistas, que desde luego lo adoraron... no así la "comunidad científica" ni mucho menos la sociedad bienpensante: para ellos el judío Freud echaba su veneno corrosivo sobre todo lo que se consideraba sagrado, decente, recatado... Ya saben, las señoritas decentes no deben hablar de religión, de sexo ni de política.
"El sueño de la razón produce monstruos" dice el epígrafe del grabado número 43 de los Caprichos de Goya. El mundo es irracional, el miedo impera, los sueños son terribles, "todo ángel es terrible", nadie es inocente, mucho menos los niños, las señoritas decentes pueden sacarnos los ojos con sus zapatos de tacón, los deslices que cometemos al hablar y hasta los chistes que contamos revelan nuestra perversión... como no creemos en el cura confesor nos vamos con el psicoanalista que no nos curará nunca para poder seguir sacándonos dinero... la psicología que iba a liberarnos se transforma en dictadura. Los profetas nos engañan: Freud terminó creyéndose el sumo sacerdote de la sexualidad, con sus tótems y sus tabúes y su inquisición que no toleraba disidencias y quemaba a los herejes... ese será nuestro próximo tema. La crítica no cesa: hay que hacer la Crítica a la crítica crítica.
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