MAGIAS PARCIALES DE UN VISIONARIO CIEGO
Creo en los razonables misterios, no en los
milagros brutos.
BORGES, Elementos de Perceptiva. (1)
BORGES Y YO. Pertenezco a la muchedumbre de lectores que se tropezaron con Jorge Luis
Borges en aquel libro extraordinario, Le
Matin des Magiciens, de Louis Pauwels y Jacques Bergier; conocido entre
nosotros, gracias a la perversión de los traductores españoles, como El Retorno de los Brujos. Ahí leí “El
Aleph” (2), una historia de despecho, envidia y desprecio
que gira en torno a un punto donde se concentra el infinito. De esa primera
lectura nació mi ternura hacia el legendario ciego argentino, una ternura
similar a la que debe de haber sentido Julio Cortázar cuando escribió el
siguiente poema (fechado en 1956) (3):
THE SMILER WITH THE KNIFE
UNDER THE CLOAK
Justo en mitad
de la ensaimada
se plantó y
dijo: Babilonia.
Muy pocos
entendieron
que quería
decir el Río de la Plata.
Cuando se
dieron cuenta ya era tarde,
quién ataja a
ese potro que galopa
de Patmos a
Gotinga a media rienda.
Se empezó a
hablar de vikings
en el café
Tortoni,
y eso curó a
unos cuantos de Juan Pedro Calou
y enfermó a los
más flojos de runa y David Hume.
A todo esto él
leía
novelas
policiales.
BORGES Y LOS OTROS. Mojo un trozo de ensaimada en café con leche y
pienso: Hay mucha gente que detesta a Borges. Algunos se quejan de que hay que
leerlo con una enciclopedia al lado. A esos flojos les respondería que Borges
puede ser comparado (al igual que el ya mencionado Retorno de los Brujos) con un poste plantado en un Jardín de
Senderos que se Bifurcan, cubierto de flechas que señalan numerosos caminos
(por aquí la germanística, por allá Berkeley, más allá Chesterton y Kipling,
por este lado la poesía gauchesca, por este otro la metafísica, etc.) hacia
placeres intelectuales que ya no nos están negados. Porque Borges representa el
principio del fin del complejo de inferioridad de las literaturas
hispanoamericanas. Después de él y gracias a él, nuestras letras se liberaron
del color local y el costumbrismo para abrirse al infinito.

BORGES Y LA FILOSOFÍA. Cuando Borges dice: “la metafísica es una rama
de la literatura fantástica” (6), pone el dedo en la llaga. En boca de un
positivista, estas palabras implicarían condena y descalificación. Pero no
olvidemos que para nuestro autor la literatura, y más precisamente la
literatura fantástica, es el verdadero propósito y máximo placer de su vida.
He comprobado
que la mayoría de los que se dedican a la filosofía (estudiantes, profesores o
diletantes) rara vez se encuentra a gusto con el cálculo proposicional y los
teoremas y axiomas de la matemática (que para algunos constituyen la ‘verdadera
filosofía’, no porque lo hayan demostrado
sino porque lo creen), y se siente
más atraída por la hermenéutica de las ideas a través de la historia y de los
libros. Me incluyo en esa mayoría de nostálgicos. En vista de nuestras
preferencias, deberíamos tener la humildad de reconocer que apenas somos
intérpretes de un cierto tipo de obras literarias, y que en ese sentido Borges
puede ser uno de nuestros baquianos.
Además, si no he entendido
mal, la lógica consiste ante todo en la delimitación de una parcela aislada (un
lenguaje artificial, por ejemplo), dentro de la cual operan (o importan) las
leyes de la lógica. Pero apenas salimos de ahí, nos encontramos en un mundo que
definitivamente no es lógico. El mundo real es alucinatorio, pasional,
contradictorio, poblado de sueños y símbolos que no admiten ser reducidos a
esquemas racionalistas. Como escribió Ernesto Sábato (bajo la innegable
influencia de Borges): “La verdad es que la razón sirve para bien poca cosa, ya
que, como bien mostró el obispo Berkeley, ni siquiera es capaz de demostrar la existencia del mundo
exterior. Como dijo Hume, sus argumentos no admiten la más mínima refutación,
aunque no produzcan la más mínima convicción” (7).
BORGES REFUTA A ZARATHUSTRA. Llegamos así al tema que he escogido para
concluir este seminario, que tan buenos ratos me ha deparado: la comparación de
dos textos borgianos dedicados a Friedrich Nietzsche, el teutón de los bigotes
chorreados.
El primer texto (“La
Doctrina de los Ciclos”) (8), fechado en 1934, fue publicado originalmente
en Sur, en 1936, e incluido el mismo
año en Historia de la Eternidad. En
él, Borges emprende la refutación de la pesadilla del Eterno Retorno, engendro
de los insomnios nietzscheanos, haciendo un derroche de ironía. Comienza
citando el falaz razonamiento: el número de átomos que componen el Universo
puede ser enorme, pero es finito. En un período incalculable de tiempo, todas
las combinaciones posibles entre ellos terminarán por darse, y entonces todo
comenzará de nuevo: el Universo se repetirá. De dos premisas falsas no podía
menos que obtenerse una conclusión absurda.
Borges comienza
la refutación con algunos ejercicios numéricos que involucran a los átomos y
sus componentes. Previendo que el filólogo Nietzsche se escandalizaría con la
idea de que un átomo pudiera partirse, prosigue con una exposición (que el
propio Franklin Galindo aprobaría) de la inmortal Teoría de Conjuntos de Georg
Cantor: una demostración transparente de la realidad del infinito. Si en un
segmento de línea hay infinitos puntos, ¿qué podemos esperar de las
inmensidades del Universo? “El roce del hermoso juego de Cantor con el hermoso
juego de Zarathustra es mortal para Zarathustra. Si el Universo consta de un
número infinito de términos, es rigurosamente capaz de un número infinito de
combinaciones – y la necesidad de un Regreso queda vencida.”
Implacable, Borges pasa a
acusar al helenista Nietzsche de plagiar alevosamente a los clásicos, ya que
seguramente no ignoraba que su tesis había sido planteada anteriormente por
pitagóricos y estoicos. Sin embargo, decía recordar el momento preciso en que
lo había visitado el Retorno, el cual fijó en una página célebre. “No debemos
postular una sorprendente ignorancia, ni tampoco una confusión humana, harto
humana, entre la inspiración y el recuerdo”, dice Borges, “ni tampoco un delito
de vanidad”. En vez de admitir su deuda con la historia de la filosofía, el
profeta Nietzsche se declara padre de la criatura. “El estilo profético no
permite el empleo de las comillas ni la erudita alegación de libros y autores”.
Sin embargo, Borges no lo condena por esta apropiación: en una hermosa línea,
se pregunta: “Si mi carne humana asimila carne brutal de ovejas, ¿quién
impedirá que la mente humana asimile estados mentales humanos?” Es la tesis
borgiana de que el hombre que se deleita con Shakespeare efectivamente es Shakespeare. El Eterno Retorno “es ya
de Nietzsche y no de un muerto que es apenas un nombre griego.”

Nietzsche, dice Borges,
“desenterró la intolerable hipótesis griega de la eterna repetición y procuró
educir de esa pesadilla mental una ocasión de júbilo. Buscó la idea más
horrible del universo y la propuso a la delectación de los hombres.” Lo cual es
indudablemente heroico. “El optimista flojo suele imaginar que es nietzscheano;
Nietzsche lo enfrenta con los círculos del eterno regreso y lo escupe así de su
boca.” De poeta a poeta, Borges justifica el horror imaginado por su colega
como producto del insomnio que lo torturaba, y cita a Robert Burton: “El no
dormir harto crucifica a los melancólicos.” Borges sabía de eso: su Funes el Memorioso es una imagen del
insomnio, que nos tortura con un desfile interminable de recuerdos (o peor aún,
con un solo recuerdo obstinado) y nos amenaza con una eternidad atroz.
LA OBRA DE NIETZSCHE: MÁS QUE UN EVANGELIO PARA
MATONES. El segundo
texto (“Algunos Pareceres de Nietzsche”) (9) fue publicado
en La Nación el once de febrero de
1940, es decir, en momentos en que la Alemania nazi desataba su ofensiva
relámpago sobre Europa. Se trata de un breve ensayo no incluido en ninguna obra
“oficial” de Borges, y que he podido leer en la extraordinaria antología de
Emir Rodríguez Monegal. En este caso, a Borges no le interesaba tanto refutar
las tesis de Nietzsche como demostrar la incompatibilidad del pensamiento de
éste con la doctrina nazi.
Nietzsche enfermo |
Respecto al
supuesto nacionalismo germánico de Nietzsche, Borges encuentra la siguiente
joya: “Alemania, Alemania encima de todo”
(Deutschland, Deutschland über alles,
famosa primera estrofa del himno nacional alemán que, si no me equivoco, fue
eliminada después de 1945) “es el lema más insensato que se ha propalado jamás.
¿Por qué Alemania – pregunto yo – si no quiere ser, si no representa, si no
significa algo de más valor que lo representado por otras potencias anteriores?
En sí, es sólo un gran Estado más, una bobería más de la historia.” Son líneas
dignas del gran opositor de Hegel que fue Nietzsche, el hombre que escribió:
“Llámase Estado el más frío de todos los monstruos fríos. Y miente fríamente,
siendo su mentira ésta: ‘Yo, el Estado, soy el pueblo’... Nacen demasiados
hombres. ¡Para los superfluos ha sido inventado el Estado! ¡Mirad cómo atrae al
montón de los superfluos! ¡Cómo los traga y masca y machaca!” (11) Difícilmente son éstas las palabras de un partidario del totalitarismo.
Respecto a la
superioridad racial alemana, nuevas sorpresas: “Todos los verdaderos germanos
emigraron; la Alemania actual es un puesto avanzado de los eslavos y prepara el
camino para la rusificación de Europa.” Comenta Borges: “... esa doctrina puede
congregar escasos prosélitos en la Alemania de hoy” (o sea, de 1940). “El país
está regido por germanistas que preconizan la anexión de ciertos vecinos porque
son de raza germánica y de ciertos otros vecinos porque son de raza inferior.”
Tales ideas hubieran llevado a Nietzsche (quien, según Borges, era muy alemán,
a pesar de su nombre polaco) directamente a Auschwitz.
Sobre el tema
del judaísmo hallamos estas reflexiones: “Los judíos son un antídoto contra el nacionalismo, esa última enfermedad de la razón europea... en la insegura
Europa son quizás la raza más fuerte: superan a todo el Occidente de Europa por
la duración de su proceso evolutivo... Una raza que no ha
perecido es una raza que ha crecido incesantemente... la raza más antigua debe ser también la más alta.” A Borges le parece poco sincera esta “hipérbole del nacionalismo judío” – “el más exorbitante de todos”, pues en aquel entonces no podía “invocar un país, un orden, una bandera”. Nietzsche se propone ante todo desagradar a los nacionalistas alemanes. Dice Borges: “Una de las capacidades geniales del intelectual alemán – no sé si del francés – es la de no ser accesible a las supersticiones del patriotismo. En trance de ser injusto, prefiere serlo con su propio país.”
perecido es una raza que ha crecido incesantemente... la raza más antigua debe ser también la más alta.” A Borges le parece poco sincera esta “hipérbole del nacionalismo judío” – “el más exorbitante de todos”, pues en aquel entonces no podía “invocar un país, un orden, una bandera”. Nietzsche se propone ante todo desagradar a los nacionalistas alemanes. Dice Borges: “Una de las capacidades geniales del intelectual alemán – no sé si del francés – es la de no ser accesible a las supersticiones del patriotismo. En trance de ser injusto, prefiere serlo con su propio país.”
En cuanto a la
práctica nazi de la violencia sistemática, Nietzsche escribió proféticamente:
“Los alemanes creen que la fuerza debe manifestarse por el rigor y por la
crueldad. Les cuesta creer que puede haber fuerza en la serenidad y en la
quietud. Creen que Beethoven es más fuerte que Goethe; en eso se equivocan.”
Concluye Borges
afirmando que “ningún autor del siglo XIX es tan contemporáneo nuestro como
Friedrich Nietzsche.” La fascinación que ejerce se debe en parte a su
“vertiginosa riqueza mental... tanto más sorprendente si recordamos que en su
casi totalidad versa sobre aquella materia en que los hombres se han mostrado
más pobres y menos inventivos: la ética.”
La mejor
definición ostensiva del nazismo se atribuye a Göring (aunque hay diferentes versiones
respecto a quién fue su verdadero autor): “Cuando oigo hablar de cultura, saco
mi revólver.” Aunque en su momento conquistó a muchos célebres artistas y
pensadores, fue siempre un movimiento voluntarista y “enemigo del espíritu.” En
palabras de Borges: “Ser nazi (jugar a la barbarie enérgica, jugar a ser un
viking, un tártaro, un conquistador del siglo XVI, un gaucho, un piel roja) es,
a la larga, una imposibilidad mental y moral. El nazismo adolece de irrealidad,
como los infiernos de Erígena. Es inhabitable, los hombres sólo pueden morir
por él, mentir por él, matar y ensangrentar por él. Nadie, en la soledad
central de su yo, puede anhelar que triunfe.”(12)
Con ese juicio,
expresado de un modo tan insuperable, quisiera cerrar esta modesta indagación,
que incluye algo de filosofía y mucha poesía de uno de los magos de la palabra
más poderosos de los últimos tiempos.
BIBLIOGRAFÍA
BORGES, Jorge
Luis. Ficcionario. Una antología de sus
textos. Edición, introducción, prólogos y notas de Emir Rodríguez Monegal.
Fondo de Cultura Económica, México (1997). (1) “Elementos de
Perceptiva”, pp. 55-58, cita en p. 57; (4) “Prólogo a ‘El
Informe de Brodie’”, pp. 371-374, cita en p. 372; (6) “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, pp. 147-159, cita en p. 152; (8) “La Doctrina de los Ciclos”, pp. 88-96; (9) “Algunos
Pareceres de Nietzsche”, pp. 143-146; (10) p.
448.
PAUWELS, Louis y BERGIER, Jacques. El
Retorno de los Brujos. Plaza
y Janés, Barcelona (1962); (2) pp. 597-613.
CORTÁZAR,
Julio. La Vuelta al Día en Ochenta Mundos.
Siglo Veintiuno Editores, México (1967); (3) p. 41.
BORGES, Jorge
Luis. Obras Completas (1923-1972).
Emecé Editores, Buenos Aires (1974). (5) “La
Supersticiosa Ética del Lector” (en Discusión,
1932), pp. 202-205, cita en p. 202; (12) ”Anotación al 23 de Agosto de 1944” (en Otras Inquisiciones, 1952), pp. 727-728,
cita en p. 728.
SÁBATO,
Ernesto. Hombres y Engranajes –
Heterodoxia. Alianza Editorial, Madrid; Emecé Editores, Buenos Aires
(1973); (7) p. 166.
NIETZSCHE,
Federico. Así Hablaba Zaratustra.
Editores Mexicanos Unidos, México (1983); (11) p. 50, “Del
Nuevo Ídolo”.
Caracas, 12 de
marzo de 2003.