Al menos desde el trece de marzo de 2020, todos los días fueron un largo e interminable domingo. Esperemos que el año próximo, el 2021, bicentenario de la batalla de Carabobo, el año que en algún momento fue un símbolo cabalístico o icónico del chavismo, nos permita recuperar el lunes… pero por los momentos parece que no.
Ahora resulta que en la Pérfida Albión (este es el nombre que sus enemigos le dan a Inglaterra, y no por casualidad) ya apareció el temido rebrote, la segunda oleada de la pandemia más extraña de la historia. Por cierto, ya no está de moda ser corona-escéptico: prácticamente está prohibido. En la TV a cada rato aparecen los inevitables expertos que aseguran que se ha comprobado científicamente que es imposible que el virus de la COVID-19 haya sido fabricado en algún laboratorio. Los mismos expertos dicen que ya nadie debe ni tan siquiera hablar del asunto.
Ahora bien, creo que se olvidan de que cualquier postulado científico debe ser considerado falible, nunca una verdad inamovible y absoluta. Es posible que más adelante alguien compruebe que sí; que después de todo, la temida pandemia sí era una especie de arma bio-tecnólogica. Al menos de un tipo muy sutil.
Mi tesis como corona-escéptico es que no importa si el fulano virus es sintético o un producto de la evolución natural. Lo que creo, sin ser experto en nada, es que su aparición ha sido manipulada descaradamente para llenar de miedo a la humanidad con el propósito de disimular la catastrófica crisis económica que ya era imparable a principios del 2020, de modo que los mayores plutócratas del mundo no sólo no perdieran ni un centavo, sino que multiplicaran exponencialmente sus ganancias.
Como resultado de esta maniobra, la riqueza se ha concentrado en cada vez menos manos. Y las manos que más se han llenado son las de las monstruosas empresas mega-tecnológicas que se reúnen bajo el acrónimo GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon, aunque debería ser GAFAM, para no dejar fuera a una de las principales sospechosas, la Microsoft fundada por Bill Gates).
Imaginemos este escenario: Bill Gates y sus compinches de GAFA sabían que para afianzar su dominio del mundo necesitaban que ocurriera una catástrofe mundial, o mejor aún, necesitaban convencer al mundo de que estaba ocurriendo esa catástrofe. Y lo ideal para ellos era una pandemia desatada por un virus despiadado, que sin embargo tuviera una bajísima tasa de mortalidad y letalidad comparada con otros que andan por ahí, pero que ahora nadie habla de ellos (Ébola, hepatitis B, dengue, etc.)
Manipulando el miedo atávico de la humanidad a las epidemias, lograron paralizar la economía mundial, incluyendo la educación, el transporte, el trabajo convencional, la cultura, las manifestaciones políticas… Y su mayor victoria fue hacer que todas estas actividades pasaran a hacerse “virtualmente”, es decir, utilizando las plataformas tecnológicas que sus propias empresas proporcionan. Y así aplastaron a todas las empresas pequeñas, devoraron todos los peces chicos, mientras sus monstruosas corporaciones se apoderaban de todo y obtenían ganancias nunca vistas. Entretanto, el 99% de la humanidad iba a la quiebra, temblando ante la amenaza del hambre y la miseria.
Hace un siglo hubo una verdadera pandemia: la llamada Gripe Española, que ni era gripe ni era española, pero que se desató al finalizar la Primera Guerra Mundial y mató más gente que este conflicto, el cual podríamos describir como una matanza industrializada a una escala sin precedentes en la violenta historia de la humanidad.
Ya sólo el que le hayan puesto un nombre como “gripe española” para disimular su origen la hace sospechosa: al parecer la verdadera causa fueron unos experimentos que se llevaron a cabo utilizando como conejillos de indias a los soldados del ejército de EEUU, que luego llevaron la infección a Europa y de ahí se extendió por todo el mundo, matando entre 50 y 100 millones de personas… no se sabe el número exacto, pues hace un siglo las estadísticas no eran tan precisas como ahora. No había tecnología GAFA para contabilizar los efectos de esta plaga, que realmente merecía el nombre de Pandemia con P mayúscula.
En fin, lo único bueno que encuentro en todo esto es que la actual paranoia pandémica parece una señal de que hemos entrado en una nueva era de la historia humana. Al respecto, lo primero que hay que destacar es que las naciones organizadas de acuerdo a un modelo socialista pueden mostrar resultados mucho mejores que las que proclaman las bondades del libre mercado y aborrecen los controles e intervenciones del Estado.
Se supone que la cosa comenzó en China, porque los chinos comen murciélagos y pangolines, pero resulta que estos orientales supuestamente atrasados pudieron controlar los estragos del virus mucho mejor que los avanzados y poderosos EEUU, donde ahora cuentan cientos de miles de casos diarios y ha muerto más gente que en la guerra de Vietnam. Parece que ante una emergencia como la COVID-19, la medicina socializada funciona mejor que el modelo imperante en EEUU, donde los médicos trabajan dónde, cómo y cuándo les da la gana y cobran hasta por ponerte una curita.
Y ahora quisiera fantasear un poco sobre esa nueva era que se asoma en el horizonte. ¿Será que por fin llegó la tan esperada Era de Acuario? Si uno quiere pasar por un tipo respetable, no debería hablar de astrología porque, para el positivismo imperante en los medios académicos, ésta no es más que pura charlatanería. En efecto, hay muchos farsantes que se aprovechan de la credulidad de la gente, desde malandros satánicos como Charlie Manson hasta fundadores de sectas menos drásticas en sus métodos y procedimientos.
Como a mí no me importa que me llamen farsante, argumentaré desde el punto de vista de la historia, la ética, la estética y mi propia experiencia que muchos practicantes de la astronomía suelen manejar con mucha pericia el antiguo arte de la astrología. Pensemos en Kepler, por ejemplo, pero no hay que ir tan lejos. Los astrónomos aficionados, que son los que suelen hacer los grandes descubrimientos, frecuentemente son también astrólogos, y lo mismo descubren un nuevo cometa o asteroide que hacen una carta astral muy bien fundamentada.
Recientemente leí una entrevista que un tipo tan serio como Pepe Escobar le hace a una connotada astróloga (Vanessa Guazzelli) que además es psicóloga y psicoanalista. La motivación de Pepe fue la reciente conjunción de Júpiter y Saturno ocurrida el 21 de diciembre pasado. Yo por cierto pude verla desde la ventana de mi casa, sobre el horizonte al Oeste de la ciudad, que por cierto no es muy buena para contemplar el cielo nocturno: demasiado contaminada y nublada. No era terriblemente espectacular: a simple vista se percibía una estrella más grande y clara (Júpiter) y a su lado otra más pequeña y amarillenta (Saturno). No era una señal en el cielo tan sensacional como dicen que fue el cometa Halley en 1910. Yo he visto otras conjunciones mucho más brillantes de varios planetas y la luna, por ejemplo.
Para los profesores de astronomía, son simplemente alineaciones que ocurren al azar, sin ningún significado trascendental. Pero el caso es que el cielo, que ha sido contemplado por la humanidad desde hace milenios, está lleno de objetos que reciben nombres tomados de divinidades y otras figuras provenientes de las mitologías más diversas. Para una persona culta y sensible, Júpiter y Saturno pueden significar algo más que unas lejanas bolas de gas que giran en un inmenso espacio aburrido y brutalmente mecánico.
¿Es la conjunción de Júpiter y Saturno la señal del inicio de la Era de Acuario? Como fondo musical habría que poner la célebre canción Aquarius/Let the sunshine de la Quinta Dimensión (1969), tomada de la casi olvidada ópera rock Hair: Estamos en el alba de la era de Acuario, la paz guiará a los planetas, el amor conducirá a las estrellas. Habrá armonía y comprensión, simpatía y confianza en abundancia. Místicas revelaciones cristalinas producirán la verdadera liberación de las mentes… toda una utopía hippy.
Con la Nueva Era viene la Gran Mutación que traerá enormes cambios socioeconómicos y culturales. El elemento aire que rige a Acuario transforma lo sólido y material en virtual y digital. Las cripto-monedas sustituirán la farsa material del dinero con una forma más sutil y ligera, una sustancia sublimada que circula por el aire.
Socialmente, el respeto por el Otro nos llevará a un aumento en la cooperación y la colaboración. Acuario se opone a la centralización que propugna Leo: ya no habrá una única estrella o imperio hegemónico que quiera dominarlo todo, sino un cielo iluminado por la cooperación de todos los astros, un mundo multipolar, nuevas formas de socialismo. La hiper-concentración de poder, los proyectos del tecno-feudalismo y la tecno-esclavitud, están condenados al fracaso.
Por otra parte, podemos ver al COVID-19 como un preámbulo desagradable de la Gran Mutación. El estado actual de devastación económica, aplastamiento de las empresas pequeñas por las corporaciones globales, autoritarismo y totalitarismo, es tan absurdo que se revela como un “pataleo” en que el viejo orden de cosas se niega a morir y teme su inminente destrucción. La tecnología y la inteligencia artificial, sus instrumentos de dominio, terminarán por precipitar su autodestrucción.
El actual sistema-mundo entró en su fase final. El eurocentrismo es sacudido por vientos que vienen del Oriente, de Eurasia: el concepto de la Ruta de la Seda, la circulación mundial de mercancías signada por la cooperación internacional y no por el dominio de una raza o una región determinada.
Los acumuladores del capital, sin embargo, no entregarán su poder sin dar la pelea. Ellos plantean el Gran Reseteo, para cambiar todo y dejarlo todo igual (en sus manos). Nosotros, los soñadores, queremos la Gran Mutación. En fin, así como ya estamos viendo cosas que nunca habían sido, lo que viene depara todavía más sorpresas. ¿Nos quedaremos temblando de miedo, escondidos bajo nuestros tapabocas? Yo reivindico la esperanza.
Y bien, feliz año 2021. Que regresen los días lunes y todos los que le siguen. Para nosotros en Venezuela será un año con un significado muy especial. Después del abrazo de Santa Ana en 1820, que terminó con el horror de la Guerra a Muerte, vino la gran victoria de Carabobo en 1821. Y seguidamente, se realizó el sueño de la Gran Colombia, destruido al poco tiempo por las mezquinas intrigas de Páez y Santander (pero cuidado: el Libertador era Leo, al igual que Chávez). ¿Quién sabe? Como dice la legendaria (y muy acuariana) canción Imagine de John Lennon: puedes tomarme por un soñador, pero no soy el único. Espero que un día nos unamos, y el mundo será uno solo.
(Pero el mundo al mismo tiempo es uno y nunca será uno... ¿acaso John Lennon también era hegeliano?)
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