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Ánimas del Purgatorio |
La Pájara Pinta era una de las canciones que mi mamá me cantaba cuando era un niño pequeño:
Estaba la Pájara Pinta
sentadita en su verde limón.
Con el pico cortaba la rama,
con la rama cortaba la flor...
Ella la cantaba con una especie de solemnidad que a mí me impresionaba tremendamente. Y me llamaba su perro lobo, lo cual era muy original.
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Deconstrucción de los agradecimientos a María Francia |
Por supuesto, aprovecho la ocasión para mostrar a mis cuatro gatos lectores lo último en mi producción de mamarrachos digitales. Si fuera a hacer una exposición, me gustaría usar ese título: Mamarrachos Digitales de un Fotógrafo sin Cámara. Pero claro, en los museos o galerías les gustan los títulos más pretenciosos y hasta crípticos, como Poemas Binarios o Nostalgia Cuántica del Paraíso Perdido de la Simplicidad. Yo prefiero reírme de mí mismo. Pero si la cualidad que convierte cualquier objeto en una Obra de Arte es la posibilidad de venderlo por una suma superior a los 150 mil dólares, entonces hay que aplicar el mercadeo de la pedantería.
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Nostalgia por la simplicidad perdida |
El tiempo sigue siendo una idea fija, una obsesión cultural o arquetípica que encuentro a la vuelta de cualquier esquina. Recientemente he visto un par de películas que tratan el tema del viaje en el tiempo. Primero me encontré en Odysee (que algunos llaman el YouTube ruso) una que había estado buscando porque su argumento me pareció tentador: se llama Time and again, que podría traducirse como "una y otra vez" o algo así. Es de los años 70, de cuando Malcolm McDowell era joven (ahora hace papeles de anciano picaresco). La trama es que Jack el Destripador utiliza la máquina del tiempo construida por H. G. Wells para escaparse al futuro (que para nosotros es el pasado: los años 70) para seguir destripando mujeres. Wells, que como ustedes saben (o tal vez no saben) es el autor del clásico de la ahora vetusta ciencia-ficción The Time Machine, lo sigue al futuro y entonces juega al desadaptado temporal (no conoce el teléfono, no sabe manejar un carro, etc.) para ubicar al Destripador. La historia está muy bien manejada, y al final Wells decide volver al pasado llevándose consigo a una chica del futuro...
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Luminarias deconstruidas |
Después de eso busqué y vi la clásica versión de Hollywood de
The Time Machine con Rod Taylor. Pero apenas ayer me puse a buscar de una manera totalmente aleatoria viejas películas de Kirk Douglas, el hombre del agujero en la barbilla que parece taladrado con un láser, y encontré otra película muy divertida llamada
The final countdown, que puede traducirse como "el conteo final", entendiéndose una cuenta regresiva (10, 9, 8, 7, 6...). En ella, un tremendo portaaviones de la clase Nimitz (como diría el gran Walter Martínez) atraviesa un portal espacio-temporal y va a dar al océano Pacífico justo antes del ataque a Pearl Harbor. Impresionantes las escenas en el portaaviones, con los superaviones modernos contrastando con los aviones de hélice japoneses. Igualmente, el presente para ellos (1980) es el pasado para nosotros. Y también se llevan una chica del pasado que aparece como una viejita linda y bella en el presente-pasado. No es una de esas películas hiper-complejas como las de Christopher Nolan, pero era realmente entretenida. Las que hacen ahora son tan complicadas que cuesta entenderlas.
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Ahí está José Gregorio |
Para seguir con el tiempo, recuerdo algo que leí en uno de los cuentos que más me han gustado e influenciado en mi vida:
El Perseguidor, del gran Julio Cortázar, inspirado en la vida del genio-mártir del jazz, Charlie Parker, que en el cuento se llama Johnny Carter. Hablando con su amigo el crítico de jazz, Johnny introduce el concepto del "cuarto de hora de un minuto y medio". La cosa es así: Johnny toma el metro en la estación de Odeón, y empieza a recordar los viejos tiempos, sus amigos de entonces, la música que tocaban, los momentos felices que pasaban, etc. Entonces le pregunta a Bruno (el crítico), ¿cuánto tiempo crees tú que pasé recordando con lujo de detalles todo eso que te estoy contando? Bruno le dice sonriendo, bueno, quizás un cuarto de hora. Un cuarto de hora, ¿eh, Bruno? Entonces explícame cómo puede ser que en eso se detiene el metro en la estación de Saint Michel, que queda exactamente a un minuto y medio de Odeón? Quiere decir que el tiempo (posiblemente) no sólo no es lineal, sino que también es flexible... Puede estirarse y encogerse a placer...
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En la esquina de Miseria |
Para terminar, realmente en el tiempo actual todo lo que está pasando es tan enredado que es muy difícil de entender o analizar. Todo fluye como en la paradoja de Heráclito, pero a una velocidad pasmosa. Lo único que me provoca escribir en este momento es que Europa, abandonada a su suerte por su papá protector, los EE.UU, evidencia su total decadencia y debilidad. Siempre le tuvieron miedo a Rusia, y parece que no aprendieron su lección cuando, después del ataque de Napoleón, los caballos de los cosacos terminaron pastando en París; y después de la invasión de Hitler, los soviéticos desplegaron su bandera roja en Berlín. Que se cuiden. Su arrogancia me recuerda el título de otra película: el ratón que rugió.
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Vladimir deconstruido |
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