martes, 11 de junio de 2024

El gusano y su agujero

 Saludos a mis fieles cuatro gatos lectores. Este material supuestamente va a ser publicado en otra parte, pero como tengo demasiado tiempo sin subir nada al blog, lo voy a poner o "postear", como  dicen ahora. Por favor, no le  digan a nadie que lo leyeron aquí.

RESEÑAS ENTRELAZADAS – PEDRO LEONARDO GONZÁLEZ

1.      UNIVERSOS PARALELOS

Hay otros mundos, pero están en éste.

Paul Éluard

Siempre me he inclinado a pensar que el mundo no tiene principio ni fin, que siempre estuvo, está y estará ahí. Infinito y eterno. Para confirmar mis elucubraciones, últimamente me reencontré con la metafísica de Spinoza: Dios es una ser absolutamente infinito, una sustancia con infinitos atributos. Todo es Dios y todo es en Dios. Dios es lo único que hay, y por lo tanto es idéntico a la naturaleza. El mundo es una emanación (necesaria, no voluntaria, porque Dios es libre de la voluntad) de esa única sustancia. De aquí se sigue que no hay creador ni creación: Dios es la suma total del infinito universo natural que existe eternamente por inmanencia. Y para mí, eternamente significa sin principio ni fin.


Con estas ideas rondando por mi mente, me tropecé en la (insidiosa pero siempre interesante) página de BBC Mundo con una reseña del último libro de Michio Kaku, físico teórico estadounidense de origen japonés, especialista en teoría de cuerdas, además de futurólogo, divulgador científico y personalidad mediática. El encabezado de esta entrevista-reseña me llamó inmediatamente la atención: “Pensamos que la inteligencia es saber cosas, pero la esencia de la inteligencia es ver el futuro”. Kaku le dice al periodista que, frente al cerebro reptiliano, que gobierna los instintos más básicos, y al cerebro primate, que maneja la socialización y las jerarquías, está el córtex prefrontal, que es una máquina del tiempo, capaz de ver el futuro y producir simulaciones que prefiguran el mañana. El nuevo libro de Kaku trata de la computación cuántica, la cual promete dejar atrás las limitaciones del modelo digital, que sólo permite elegir entre dos opciones, simbolizadas por el cero y el uno. El modelo cuántico es no-binario, capaz de manejar simultáneamente múltiples posibilidades, más allá de las aparentes contradicciones, porque su ámbito es el interior de los átomos, donde las leyes del macrocosmos pierden vigencia y básicamente nada es imposible.

Michio Kaku

Seducido por las posibilidades filosóficas que se abrían ante mí, bajé de internet uno de los libros de Kaku: Universos Paralelos. En el primer capítulo, me encontré con esta cita de Chesterton que inmediatamente me atrapó: ‘El poeta sólo pide meter la cabeza en el cielo. Es el lógico el que intenta meter el cielo en su cabeza. Y es su cabeza la que estalla’. No está mal para empezar. Tenía que seguir leyendo. Claro que quería meter la cabeza en el cielo.


Kaku, nacido en EE.UU. pero con antepasados japoneses enraizados en las tradiciones budistas, relata que en su infancia se encontró dividido entre dos nociones cosmogónicas contradictorias: mientras que los budistas no reconocen la existencia de un Dios creador, las historias de la Biblia, que le parecían más vívidas y emocionantes, presentan un relato muy dramático sobre la creación del mundo. Despertada su curiosidad, descubrió que hay dos tradiciones contrapuestas en las mitologías religiosas del mundo:  una que proponía un momento único en que Dios creó el universo a partir de la nada, y otra en la que el universo siempre existió y existirá.


La ciencia física, a la que Kaku se dedicó desde muy joven, apoyada en la interpretación de hechos confirmados por una panoplia de poderosos instrumentos, nos ofrece una síntesis de ambas visiones cosmológicas. Quizás el Génesis ocurre repetidamente en el océano intemporal del Nirvana. Nuevos universos se forman como burbujas en agua hirviendo en el multiverso de un Nirvana de once dimensiones. En este océano eterno se producen constantemente cataclismos abrasadores que ahora llamamos big-bangs, creando innumerables mundos paralelos con sus propias leyes y ciclos vitales. Y tal vez, cuando nuestro propio universo envejezca y esté por morir, nos veamos obligados a migrar a otro universo donde proseguir nuestras incansables especulaciones.


Universos Paralelos
es una obra de divulgación científica que nos muestra cómo los pioneros de la física iniciaron con lápiz y papel, tiza y pizarrón, un cuerpo de teorías aparentemente abstractas que llevaron al desarrollo de las armas nucleares, demostrando a los regentes del mundo el terrible poder encerrado en las interioridades de la materia. Del pizarrón se pasó a ciclotrones y aceleradores de partículas de enormes dimensiones, que requieren de inversiones multimillonarias que sólo las naciones más ricas pueden costearse.

Niels Bohr y Albert Einstein

En esta historia participan centenares de personajes de lo más variados, desde Galileo hasta Stephen Hawking. Pero desde luego, los grandes protagonistas son Einstein, que revolucionó la visión del universo de Newton, y Niels Bohr, que le demostró al mismísimo Einstein que, si a Dios le daba la gana, podía jugar a los dados con el universo. La teoría cuántica, completamente desconcertante en sus postulados, pero también completamente sólida y consistente como teoría, ya está abriendo la posibilidad de nuevas tecnologías que prometen cambiar el mundo tan profundamente como lo cambiaron gigantes como Galileo, Newton y Einstein. El gran quebradero de cabeza de los físicos es hallar una teoría unificada que finalmente conjugue el universo de Einstein con el de Niels Bohr. Justamente nuestro autor Michio Kaku es uno de los que trabajan con mayor ahínco en esta empresa.


En el universo cuántico, regido por el principio de incertidumbre de Heisenberg, todo es posible. Incluso cosas aparentemente tan estrambóticas como el viaje en el tiempo o a través de universos paralelos son perfectamente concebibles. Fenómenos que desafían la imaginación como los agujeros negros y los agujeros de gusano (definidos como pasadizos espaciotemporales entre dos universos) han sido identificados instrumentalmente. Una civilización de tipo III, capaz de utilizar la energía de las galaxias, podría crear su propio agujero negro para escapar de su universo cuando éste esté a punto de morir. Nuestra civilización ni siquiera llega actualmente al tipo I, se estima que está a un nivel 0,7. Para llegar al tipo I, tendríamos que controlar plenamente la energía de nuestro propio planeta. Las de tipo II tienen poder sobre su estrella madre.


Para concluir, quisiera hacer mención de la llamada Paradoja del Abuelo, que involucra los viajes en el tiempo. Si uno viaja al pasado y asesina a sus propios padres, entonces la propia existencia del viajero en el tiempo sería imposible. Una de las posibles soluciones a esta paradoja sería la siguiente: como el viajero en el tiempo ya existe, al asesinar a sus padres estaría creando un universo paralelo. Digamos que alguien viaja al pasado y asesina al padre de Hitler antes de que éste fuera concebido. Eso no destruiría el universo donde Hitler ya existió e hizo lo que hizo. Pero el acto daría lugar a un nuevo universo donde la existencia de Hitler sería imposible. Los universos paralelos podrían compararse con infinitas capas que conforman una cebolla colosal que sería el multiverso. Como diría Spinoza, un ser infinito que considerase todo sub specie aeternitatis sería tan omnisciente que todas estas realidades tan alejadas del sentido común no le causarían el menor asombro.

2.      UNA PIEDRA QUE RUEDA NO JUNTA MUSGO

Como a través de un agujero de gusano, numerosos videos de YouTube nos permiten ver a los Rolling Stones desde sus inicios, con Mick Jagger sacudiendo sus maracas y cantando Not Fade Away en 1964, al lado de un Brian Jones soplando su armónica y luciendo su impresionante tumusa rubia; hasta los octogenarios sobrevivientes de aquella era en su gerontológica gira de 2024, interpretando una electrizante versión de Miss You (un tema de 1978) seguida por una recreación del clásico Gimme Shelter (de 1969). Alguna vez, hace 60 años, el rock ‘n’ roll fue la música emblemática de la brecha generacional, pero el tiempo se paralizó y simultáneamente siguió transcurriendo, y ahora vemos a Jagger con más arrugas que el retrato de Dorian Gray, y a Keith Richards y Ron Wood como dos abuelos venerables sacudiendo las caderas como si nada.

 


En YouTube también abundan los videos nostálgicos que quieren reivindicar a Brian Jones como el héroe olvidado de un paraíso perdido y víctima de las intrigas de Jagger y Richards para eliminar al “verdadero” genio del grupo. Ciertamente Jones fue uno de los fundadores y, por su famosa cabellera rubia, quizás la figura más llamativa en los inicios de la banda. Luego se destacó por su versatilidad instrumental, añadiendo texturas inesperadas con el uso del sitar, la marimba, el dulcémele, el melotrón, el arpa o la flauta dulce. Pero ya a finales de 1967, era obvio que las drogas y sus propias tendencias autodestructivas le habían pasado una factura impagable.

 


Otro video de YouTube pretende decidir cuál es el mejor álbum en la historia del rock (que naturalmente sería de los Stones). Esas comparaciones siempre son odiosas, pero la nostalgia y el paso del tiempo de algún modo las justifican. Según este video en particular, el mejor álbum de todos los tiempos sería Exile on Main Street, de 1972, el único álbum doble que yo sepa que hicieron los Stones. Sin duda es muy bueno, y me gusta mucho, pero decir que es el mejor de la historia puede ser un tanto exagerado.

 


Bueno, yo opino que se puede hablar del mejor álbum sólo en el sentido del que más te gusta. A mí personalmente el que más me gusta es Beggars’ Banquet, el Banquete de los Mendigos, por varias razones. Recapitulemos: es el año 1968. El año en que la moda de la Revolución había sustituido a la moda de la Psicodelia. Lucy in the Sky with Diamonds quedaba atrás, ahora John Lennon cantaba Revolution. En el 67, los Beatles habían sacado su Sargento Pimienta y marcado el fin de una era. En ese momento, los Stones todavía apenas podían aspirar a ser los segundones. Su respuesta al Sargento Pimienta fue uno de sus álbumes más decepcionantes, el de las Majestades Satánicas (ya el sólo nombre es bastante ridículo… siempre en mi opinión). Al año siguiente, los Beatles sacan su famoso álbum blanco, que, para mí, es su mejor obra. Los Stones sacaron también su álbum blanco, pero ligeramente diferente.

 


No era minimalísticamente blanco como el de los Beatles: tenía el título escrito en lo que antes llamábamos “letra de carta”. La historia es que originalmente la carátula iba a ser una fotografía de un baño todo sucio con grafitis. La disquera se opuso a esa excentricidad. Pero lo mejor que hay en ese álbum es, desde luego, Sympathy for the Devil, una de las grandes creaciones no sólo de los Stones, sino de esa era tan prolífica en la producción de música influyente, inolvidable, histórica.

 

Brian Jones con Jean Luc Godard

Es muy interesante recordar que las interminables sesiones de grabación de esta canción fueron filmadas nada menos y nada más que por Jean Luc Godard, la vedette de la nouvelle vague, la “nueva ola” del cine vanguardista francés. La filmación aparece en la película que se llamó One plus one, aunque ahora todos la llaman Simpatía por el Diablo. Es un verdadero documento que nos permite percibir los diferentes cambios a que se sometió la pieza antes de alcanzar su magistral versión definitiva. Empezó como una especie de gospel al estilo Bob Dylan y terminó siendo una mezcla casi new age de samba con ritmos africanos guiados por las congas. Keith Richards toca el bajo, uno de los grandes aciertos del tema, junto con el desgarrador solo de guitarra. Además, en el film podemos ver cómo se hizo el famoso coro infernal al final de la canción. Realmente memorable. Trasciende el mero género del rock ‘n’ roll.

 


Por cierto, el resto de la película de Godard, vista hoy en día, es insoportable. La estética que estaba de moda entonces, que oscila entre panfleto maoísta auto-paródico y jueguitos burgueses pseudo-surrealistas, nos pone a bostezar hoy día. Aunque el registro de la metamorfosis de la canción la convierte en un documento invalorable.

El coro infernal: ju-juuu

 

Por otra parte, la filmación también revela la decadencia definitiva de Brian Jones, que aparece totalmente relegado en la sesión, blandiendo una guitarra que nunca se oye. Al final creo que le dieron crédito por tocar las maracas. Poco después sería oficialmente despedido del grupo y aparecería muerto en la piscina de su mansión.

 

Taylor, Wood y Richards viajan por el  tiempo

Jones fue sustituido por Mick Taylor, virtuoso guitarrista con cara de bebé. Pero no duró mucho tiempo: los Stones dejaban atrás la experimentación musical y el jipismo para entrar en una era de consumismo hedonista e hipercapitalista. Ronnie Wood, con su cara de malandro libertino y su nariz de ave de presa, se adaptaba mucho mejor a esa nueva onda. Por eso todavía sigue ahí.

 


En el lado del agujero de gusano correspondiente a los años sesenta, era inconcebible un grupo de rock formado por octogenarios. Pero del lado del siglo XXI, la arqueología musical se despliega ante la nostalgia de las generaciones añejas y la curiosidad de los jóvenes por ver unos viejitos dándole duro a esa cosa primitiva y vetusta que llaman rockanrrol.

 

3.      SE MURIÓ PAUL AUSTER

Hace como un mes estaba en una tasca compartiendo unas cervezas con unas amigas. Una de ellas presume de gran lectora y le encanta sacar a relucir sus últimos descubrimientos literarios. Entonces, a su manera un poco apabullante, empezó a hablar de Paul Auster y de sus maravillosos cuentos y novelas. Incluso se había leído su obra 4, 3, 2, 1, un libro de 800 páginas, que se apartaba radicalmente del usual estilo conciso y más bien lacónico de este autor, y que a ella le había parecido fascinante. En ese momento, yo la interrumpí (siempre he sido un aguafiestas) y le dije algo que ella no sabía: Paul Auster acababa de morir.

 


A diferencia de mi amiga, creo que no he leído realmente nada de este gran escritor niuyorquino, pero lo conozco y admiro desde que vi una hermosísima película estrenada en 1995 llamada Smoke, o sea, “Humo” (o tal vez, “Fumar”). También le llevo una ventaja a mi amiga en otra área: todos los días leo el portal BBC Mundo, quizás el mayor vocero del imperialismo británico en lengua española, pero también una excelente fuente de noticias, reportajes y campañas mediáticas. Es bueno leerlo para estar al tanto de las últimas intrigas del imperio anglo-sionista. Pero también trae muchas otras cosas que valen la pena, para ser justos. Fue ahí que me enteré de la muerte de Auster.

 


Mi amiga quedó sorprendidísima y no podía creer la noticia. Yo le dije la verdad, que nunca había leído a Auster, pero le recomendé la película, la cual seguramente vio esa misma noche. Debe haberla disfrutado intensamente. Porque es una verdadera joya. Para empezar, el papel del escritor Paul Auster, que en la película se llama Paul Benjamin, lo interpreta uno de mis actores favoritos, el también fallecido William Hurt. Los muertos como él seguramente habitan numerosos agujeros de gusano donde vuelven a vivir y nunca mueren del todo. Como si fuera poco, el segundo rol protagónico del film está a cargo de otro excelentísimo actor, Harvey Keitel.

Keitel y Hurt

 

No quiero hacer de spoiler narrando el argumento de la película: prefiero recomendarla. Se encuentra, claro está, en YouTube. Yo la vi doblada al español. Se trata de las interacciones de varios personajes y sus historias, totalmente conmovedoras en su cotidianidad. La acción transcurre alrededor de una tienda de artículos de tabaco. No es precisamente un estanco o kiosco callejero, es más como La Casa del Fumador, pero sin pretensiones de lujo. Lo que sí es un lujo son los actores. Me faltaba mencionar otro, igualmente estupendo: Forrest Whitaker.

 


Aunque el director de la película es Wayne Wang, se siente la mano de Paul Auster en los maravillosos y agudos diálogos, que perfilan y dan vida e individualidad a los personajes. Todo el tiempo hay una triste serenidad cruzada por momentos de humor y de profunda tristeza poética, con el fondo urbano siempre presente de Brooklyn.

 


En particular, el final de la película es quizás lo mejor de ella. Es una historia aparte, en sí misma, que primero es narrada por el personaje de Keitel y luego recreada cinematográficamente. Es conmovedora, pero sin caer jamás en el sentimentalismo facilón. De hecho, yo diría que todo el tiempo hay un sereno contrapunteo entre el cinismo urbano deshumanizador y la simple y común compasión, la amistad, el perdón y todo lo que podríamos llamar “la bondad”.

 


Cuando logre vencer mi pereza, voy a bajar de internet algunas obras de Auster. Me siento endeudado con él.


 


lunes, 4 de marzo de 2024

Un asunto espinoso

 


Tengo muy gratos recuerdos de cuando daba clases en la Universidad Católica Santa Rosa, que está ubicada en un sitio muy bonito al pie del Ávila, donde una vez estuvo el Seminario Mayor de la ciudad. La UCSAR se enorgullece de ser descendiente de la antigua facultad de teología de la Real y Pontificia Universidad de Caracas. Yo era feliz entre sus vetustos pasillos, por donde decían que en las noches se paseaba un cura sin cabeza, aunque nunca lo vi. Finalmente me echaron, porque como en todas las universidades, había intrigas palaciegas, envidias, soberbias y zancadillas, y yo no tenía la protección de que ahí gozaban los exseminaristas y demás amantes de las sotanas.

Entre otras experiencias que tuve, recuerdo las crisis vocacionales de muchos curas y ex-curas, que algunos resolvían dejando el catolicismo y convirtiéndose en anglicanos, pues los clérigos de esa iglesia tienen permitido casarse. Obviamente, el catolicismo no ha resuelto los dilemas que se le presentaron hace 500 años, cuando ya no pudieron quemar a Lutero y la Reforma se impuso en medio mundo. Yo creo que el celibato era un asunto que se trataba con bastante flexibilidad en los viejos tiempos, pero después de la revolución luterana se volvió una cuestión de orgullo y terquedad, propia de una institución reaccionaria que se niega a renovarse.

Con la iglesia hemos topado: fachada de la UCSAR

En fin, yo enseñaba griego, inglés y filosofía moderna. Para los curas, el griego antiguo es una forma de tortura: te castigan obligándote a estudiar “esa sucia lengua que nadie, pero nadie habla en el mundo” (como escribió Rimbaud). El inglés también era visto como un mero requisito, como ocurre en casi todas las universidades en este país. Dicen que, en Cuba, para graduarte de bachiller necesitas tener dominio de un idioma extranjero, en la universidad tienes que dominar dos, y para los postgrados tienes que echarle pichón a tres en la maestría y cuatro en el doctorado. No sé si eso será verdad, pero aquí la costumbre es pagarle a alguien para que te haga el examen de suficiencia, y que siga el bochinche (como dijo Miranda).

La famosa escalera de caracol de la UCSAR

En filosofía moderna me lucía hablando de Descartes, Hobbes, Spinoza y Kant (este último el más duro de todos). De entre las superestrellas del siglo XVII, me faltaban Leibniz, Locke y (quizás) Berkeley. Pero, con el póker de ases que mencioné anteriormente, era feliz y hacía felices a mis escasos estudiantes. Yo trataba de sintetizar y resumir las complejidades de estos pensadores para evitar convertirlos en instrumentos adicionales de tortura. Por cierto, los únicos profesionales que tienen que estudiar obligatoriamente filosofía son los teólogos.

René Descartes por Franz Hals

Y ahora puedo entrar finalmente en materia: en la escuela de filosofía de la UCV yo había tomado el curso que ellos llaman “Spinoza-autor”, con un joven y excelente profesor (Gustavo Borges). El personaje Spinoza siempre me atrajo y algunas de sus ideas me fascinaban, porque coinciden sorprendentemente con mis propias opiniones. Después, siendo profesor de la UCSAR, uno de mis estudiantes me preguntó por qué Spinoza era tan famoso y en qué se basaba su inmenso prestigio. Para responder esa pregunta que me hicieron hace más de 15 años estoy escribiendo estas líneas.

Debo advertir que no pretendo ser un gran experto en este autor, y ni siquiera he leído a profundidad sus obras más celebradas. Para este breve resumen me baso en las notas que usé para mi curso de filosofía moderna en la UCSAR. Ni siquiera puedo dar las referencias, pues he olvidado de dónde las saqué. Sólo sé que me gustan mucho. Trataré de seguirlas una a una, añadiendo algún que otro breve comentario.

Spinoza. ¿Dónde han visto antes ese cuello y esa melena?

Lo primero que hay que decir de Baruch Spinoza (1632-1677) es que era descendiente de judíos marranos. Este término se aplicaba a los judíos que se convertían al catolicismo para evitar persecuciones, aunque en secreto conservaban sus creencias. Los antepasados de Spinoza parece que no disimularon muy bien, ya que fueron expulsados primero de España y luego de Portugal. Fueron a dar a Ámsterdam, ciudad famosa por su tolerancia, donde pudieron retomar su religión. Aunque los judíos marranos que regresaban al judaísmo ya no eran los mismos.


Spinoza fue educado como judío ortodoxo, entregado al estudio del hebreo, la Torá y el Talmud. Se le consideraba un estudiante muy dotado, con perspectivas de llegar a ser rabino. Pero el clima de tolerancia que imperaba en Ámsterdam le permitió beber de otras fuentes de pensamiento. Sus contactos con cristianos protestantes disidentes del calvinismo lo llevaron al descubrimiento de Descartes. Ése fue el principio del fin de su carrera como talmudista.

La duda metódica cartesiana, inaceptable para la estricta dictadura de los rabinos, sedujo al joven Spinoza. No sólo se volvió incrédulo, sino que lo manifestaba, lo cual era imperdonable. En 1656 (con 24 años) fue expulsado de la comunidad judía por las “horrendas herejías que practicaba y enseñaba” y los “actos monstruosos que cometió”.

Son famosos algunos pasajes del decreto de expulsión de Spinoza, y a mucha gente le gusta citarlos: “Maldito sea: de día, de noche, cuando se levante, cuando se acueste, cuando salga, cuando entre… Nadie podrá tener con él contacto oral ni verbal, ni hacerle ningún favor, ni permanecer con él bajo el mismo techo ni a cuatro cuadras de donde él esté; ni deberá leer ningún tratado por él escrito”. Dicen que en esos días un fanático judío lo atacó con un puñal.

Una lección que deja Spinoza a los que quieren dedicarse a la filosofía, pero no han nacido en cuna de oro como Platón o Bertrand Russell o Wittgenstein, es que conviene tener una profesión que te permita ganarte la vida en caso de que tus ideas te metan en problemas y no puedas dedicarte a la enseñanza o a las conferencias. Spinoza era pulidor de lentes, y, como Descartes, conocedor de la ciencia de la óptica.

Sus primeros escritos tratan de la filosofía cartesiana. En 1670 publica de forma anónima su famoso Tratado Teológico-Político, que lo convierte en precursor de la Ilustración y del Estado Secular. Hoy en día nos parece totalmente normal vivir en un estado que permite la libertad de cultos y no favorece a ninguna religión en particular. Israel, por ejemplo, que se declara un estado judío, es visto como una anomalía anacrónica. Pero en el siglo XVII, esas ideas eran muy novedosas y peligrosas.

En el Tratado, Spinoza afirma que la estabilidad y seguridad de la sociedad dependen de la libertad de pensamiento, y ésta sólo puede existir en un estado secular que tolere todas las religiones y establezca su propio código de ética para preservar el bien común. La mayor amenaza a la libertad de pensamiento, dice Spinoza, la plantea el clero, la casta sacerdotal, porque se dedica a manipular los miedos y supersticiones del pueblo para mantenerse en el poder. De nuevo, hay que situarse en aquella época para darse cuenta de la osadía de estas propuestas. Ni siquiera Descartes se atrevió a cantar tan claro estas verdades, que hoy día nos parecen obvias.

Para terminar de ganarse el odio de los fanáticos, Spinoza hace otra afirmación totalmente radical: la verdadera religión y sus sutilezas sólo son comprensibles para el filósofo. Es decir, que “Dios sólo existe filosóficamente”. Con esto, Spinoza quedó encasillado como ateo. El Tratado fue prohibido a raíz de los violentos cambios políticos ocurridos en Holanda que, invadida por Francia e Inglaterra, dejó de ser un oasis de tolerancia.


La gran obra de Spinoza, la Ética demostrada según el orden geométrico, concluida en 1675, no fue publicada en vida de su autor por temor a las persecuciones. En pleno desarrollo de estos acontecimientos, en 1677, con (apenas) 45 años, Spinoza muere repentinamente en La Haya. Lo inesperado y súbito del hecho inspiró a Thomas de Quincey la idea (registrada en su irónico ensayo El asesinato como una de las bellas artes) de que el gran filósofo pudo haber sido asesinado. Poco después de su excomunión ya hubo un atentado en su contra. Además, según de Quincey, los fanáticos siempre han querido matar a todos los verdaderos filósofos, y muchas veces han logrado su objetivo (Sócrates, Cicerón, Boecio, Giordano Bruno…).

De modo que Spinoza planteaba ideas que hoy en día damos por sentadas, pero que, en su tiempo, y más aún dada su condición de judío execrado por los propios judíos, eran terriblemente peligrosas, subversivas, revolucionarias. Sus convicciones lo enfrentaban a los poderosos del mundo. Aunque quiso demostrar sus argumentos con métodos hiper-racionales, terminó quedándose terriblemente solo. Jorge Luis Borges, siempre tan intuitivo, nos propone esta semblanza:

Lo que ha quedado del nombre de Spinoza no son sus demostraciones, que creo que no convencen a nadie, su método geométrico: todo eso ha desaparecido. Lo que hay son esas dos imágenes: la del hombre Spinoza, que nació y murió en Holanda, que rehusó favores que le ofrecían los grandes, que quiso vivir en humildad; y luego, la idea de un Dios infinito.

Aquí Borges hace referencia a una célebre anécdota según la cual Spinoza rechazó generosas ofertas de rentas y herencias de un ricachón admirador suyo, prefiriendo seguir puliendo lentes y arriesgando el pellejo escribiendo anónimamente libros subversivos. Por otra parte, menciona quizás la idea más interesante de este singular personaje en el plano de lo que podríamos llamar “metafísica”. Aunque él la incluye en su famosa Ética.


La idea de utilizar el método geométrico con sus definiciones, axiomas, proposiciones, demostraciones, escolios, corolarios y apéndices, es parte de la herencia cartesiana, y sirve para darle un orden a sus reflexiones. Por otra parte, Spinoza emplea la terminología metafísica de Aristóteles, y habla de causa, sustancia, atributo, esencia, modo, afección o accidentes… Pero en medio de todo este aparato peripatético-escolástico-cartesiano, podemos extraer algunas ideas geniales.

Primeramente, para Spinoza, Dios es un ser absolutamente infinito, una sustancia con infinitos atributos, una esencia eterna e infinita. Existe necesariamente, es único y obra sólo por necesidad de su naturaleza. Todo es Dios, y todo es en Dios, pero Dios no tiene capricho ni voluntad, sino infinita potencia. (Algunos llaman a esto Panteísmo, a otros no les gusta esa palabra). Dios no tiene propósito ni fin ni teleología. No dirige el mundo ni hizo al hombre para que lo adorara.

Los hombres imaginan ser libres porque siguen sus apetitos y buscan su utilidad. Ignoran lo que les hace apetecer y querer. Siempre actúan siguiendo algún fin. Creen que la naturaleza les da medios para conseguir sus fines. Creen que Dios puso ahí esos medios para que ellos los usen y le rindan honores. Pero en realidad, el juicio de Dios supera la capacidad de comprensión del hombre. Si Dios actuara por un fin, estaría apeteciendo algo de lo que carece. Creer que los dioses se enojan y causan desgracias, tempestades, terremotos, pestes, son sólo supersticiones y prejuicios. El peor error que cometen los hombres es querer humanizar a Dios. La voluntad de Dios es el santuario de la ignorancia.

Hay que entender como sabio, no admirar como necio, aunque te llamen hereje o impío. No hay Bien, Mal, Orden, Confusión, Calor, Frío, Belleza, Fealdad… Pero los necios creen que todo está hecho para ellos y lo llaman Bueno/Malo según su conveniencia.

El fatalismo de Spinoza recuerda a los antiguos estoicos. “Las cosas no han podido ser producidas por Dios de ninguna otra manera y en ningún otro orden que como lo han sido”. La perfección debe estimarse por su propia naturaleza y potencia y no porque ofenda/deleite, convenga/repugne a los hombres.


Dios es la única sustancia, es lo único que hay, y por lo tanto es lo mismo que la naturaleza. Por eso Spinoza dice: Deus sive natura, Dios o la naturaleza. No hay diferencia entre ellos. Y de ahí se desprende que no hay creador ni creación. Hay natura naturans (activa) y natura naturata (pasiva). La primera es en sí y se concibe por sí sub especie aeternitatis. La segunda se sigue de la necesidad de la naturaleza de Dios, de cada uno de sus infinitos atributos, de todos los modos de sus atributos, que son en Dios y sin Él no pueden ser ni concebirse. De aquí el concepto de inmanencia: Dios es la suma total del universo natural.

Del fatalismo y el estoicismo se sigue el determinismo: el hombre se cree libre, pero no lo es. Está determinado por la naturaleza. No puede perturbarla, sólo seguirla. Sin embargo, paradójicamente, “el deseo es la esencia del hombre”. Los afectos, que son acciones y pasiones, siguen la misma necesidad y fuerza de la naturaleza. Pero como “cada cosa busca perseverar en su ser”, el hombre ha de vivir entre acciones y pasiones. Lo más sabio es tratar de moderar y restringir las pasiones para ser activos y autónomos; y seguir las ideas adecuadas, que surgen de la propia naturaleza, en vez de las inadecuadas, generadas por las pasiones.

Spinoza no es tan estoico como para negar la bondad del gozo o placer, al que llama laetitiae, porque aumenta la capacidad de acción y conduce a la mente a la perfección por una causa externa. El dolor es tristitiae, un estado menor, más alejado pero no ajeno a la perfección. El amor es alegría con conciencia de causa, y el odio es tristeza con la misma conciencia.

La libertad es igual a la sabiduría. El ignaro deja de ser en cuanto deja de padecer. El sabio nunca deja de ser, siempre está contento. Pero llegar a ese estado no es fácil. Por eso, “todo lo excelso es tan difícil como raro”.

No hay creación ni creador. Dios es infinito y eterno. La eternidad es condición esencial para poder experimentar el infinito. No hay principio ni fin, la naturaleza siempre estuvo, está y estará ahí. La naturaleza no es menos que Dios porque éste la haya creado, es lo mismo que Dios. Si humanizamos a Dios, necesitamos principio y fin, vida y muerte, pecado y castigo. El libre albedrío es una ilusión inevitable, porque somos natura naturata, venimos de lo perecedero y volvemos a ello, y creemos que todo es así, porque es lo único que conocemos.


El deseo es la esencia del hombre, y es el origen de todo el sufrimiento. Pero la conciencia de un Dios infinito y eterno que a fin de cuentas es idéntico a nosotros puede liberarnos de ese dolor. O al menos aliviarlo. Aunque un buen estoico no quiere aliviar ningún dolor ni consolarse de nada. No busca la Consolación de la Filosofía, como Boecio mientras esperaba al verdugo. Tan sólo permanecer imperturbable ante la fatalidad, implacable pero necesaria, de la naturaleza. Más allá del bien y del mal.
 
Todo eso y más podemos encontrar en Spinoza, alias el marrano de la razón. Para terminar, quisiera incluir aquí una breve digresión tomada del blog que escribía cuando trabajaba en la UCSAR. Para mis nuevos lectores, siempre muy escasos, siempre cuatro gatos.

La rosa de Spinoza


Spinoza colocaba este sello lacrado en toda su correspondencia. Las siglas B D S valen por Baruch de Spinoza. Vemos una rosa y la palabra latina "Caute" (cuyo significado es cuidadosamente, con cautela), que supuestamente era el lema de Spinoza, aunque fue siempre violado por él. Primero al hacerse expulsar por sus correligionarios judíos, y luego al tomar y expresar posiciones revolucionarias ante la religión y la política, a pesar de no contar con aliados poderosos que lo protegieran.

 
Colocar enigmas en sellos y/o escudos era una costumbre muy medieval. Se han sugerido varias interpretaciones para el sello de Spinoza. Según una de ellas, el hecho de que la rosa tenga espinas hace que sea "spinosa." Combinando esto con el ¿adverbio? Caute, el enigma podría interpretarse como Cavete Spinosam, o "Cúidense de Espinoza," o "Cuidado, esto es de Spinoza," dando a entender que el contenido de las cartas era peligroso de leer. Como se sabe, a Spinoza lo perseguían los católicos, los judíos y todos los fundamentalistas de su época. Deliberadamente se quedó solo ante todas las jaurías.


Otra interpretación es que Spinoza recomendaba mantener su filosofía sub rosa o sub silentio para evitar una inútil exposición al odio, la controversia y la persecución. Ambas interpretaciones tienen sentido y me parece que no se contradicen.


(Epistolario de Spinoza, Colihue, Buenos Aires, 2007).