domingo, 8 de julio de 2018

Declaro mi entusiasmo


El fuego frío de mi ardiente paciencia


Voy a empezar mi doctorado en el Centro Nacional de Historia y me declaro entusiasmado. Pero nunca con ese entusiasmo posado y estridente de los presentadores de TV. Más bien con la ardiente paciencia de los poetas. Si mal no recuerdo, Platón dijo alguna vez que entusiasmarse significaba estar poseído por un Dios. En este caso no se trata de un dios, sino de la musa de la historia: Clío. 


Entre los siete libracos que ya me mandaron leer, encontré este magnífico poema de Bertolt Brecht, que de inmediato encendió una mecha en mí y que quiero compartir como una excelente ilustración de la noción de “historia desde abajo” (de la que hablaremos precisamente más abajo):

PREGUNTAS DE UN OBRERO QUE LEE

.Quién construyó Tebas, la de las siete puertas?
En los libros se mencionan los nombres de los reyes.
.Acaso los reyes acarrearon las piedras?

Y Babilonia, tantas veces destruida,
.quien la reconstruyó otras tantas? .En qué casas
de Lima, la resplandeciente de oro, vivían los albañiles?
.Adonde fueron los constructores la noche
que terminaron la Muralla China?

Roma la magna está llena de arcos de triunfo.
.Quien los construyó?
.A quién vencieron los Césares? Bizancio, tan loada,
.acaso solo tenía palacios para sus habitantes?
Hasta en la legendaria Atlántida,
la noche que fue devorada por el mar,
los que se ahogaban clamaban llamando a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.
.El solo?
César venció a los galos;
.no lo acompañaba siquiera un cocinero?
Felipe de España lloró cuando se hundió su flota.
.Nadie más lloraría?
Federico Segundo venció en la Guerra de Siete Años.
.Quien más venció?
Cada página una victoria.
.Quien guisó el banquete del triunfo?
Cada década un gran personaje.
.Quién pagaba los gastos?
Tantos informes,
tantas preguntas.

(Bertolt Brecht – Tomado de Para comprender la historia, de Juan Brom, Grijalbo, México, 1972, p. 5).

Plano de la batalla de Waterloo

¿Qué es “la historia desde abajo”? La del hombre pequeño, el don nadie; la del indio de a pie, no del cacique; la de los olvidables que serán olvidados, nunca la del príncipe o del gran jefe de horda y su entorno. Involucrados en la batalla de Waterloo, por ejemplo, más allá de Napoleón en un lado y Wellington y Blücher en el otro, había cientos de miles de hombres  anónimos revolcándose en el lodo de las trincheras; cada uno de ellos con su historia, porque no hay nada ni nadie en este mundo que no tenga su historia. Tal vez algún oficial subalterno le escribía unas cartas a su mujer mientras esperaba bajo la lluvia que arrancara la matanza. Ese documento nos ofrecería otro punto de vista de la infinitud de detalles que comprenden un acontecimiento histórico. Nunca tendremos la “historia total” porque la misma entropía lo impide, pero sí la sensación de que la historia se hace entre todos, es una creación colectiva.
No simpatizo con el estereotipo del historiador-cuestionador que quiere negarlo todo, sobre todo lo anecdótico y legendario. Ricaurte no voló el polvorín de San Mateo (¿la pólvora estaba mojada?), el Negro Primero en Carabobo nunca le dijo nada a Páez (¿porque este último tenía un ataque de epilepsia?), no es verdad que en Waterloo rellenaron una fosa con un escuadrón de coraceros y sus caballos (pero mi papá me contaba ese cuento…). Quién sabe si acaso lo mejor de una historia no sea lo legendario o simbólico... en todo caso, el misterio suele ser más interesante que la explicación.
En fin, al lanzarme una vez más en esta edad de mis años a comenzar otro estudio pareciera indicar que no he perdido mis cualidades de veleta. Para un final digno, quisiera compartir mi poema favorito (es de Walt Whitman, pero siempre creo que yo hubiera podido escribirlo):

 
AL COMENZAR MIS ESTUDIOS 
Al comenzar mis estudios, los primeros pasos me gustaron tanto,
El simple hecho de la conciencia, estas formas, la facultad del movimiento,
El más insignificante insecto o animal, los sentidos, la vista, el amor,
Digo que el primer paso me sobrecogió y agradó tanto,
Que apenas si he avanzado o deseado avanzar,
Sino pararme y vagar, y emplear el tiempo en celebrarlo en poemas extáticos.