lunes, 28 de diciembre de 2020

El año en que todos los días fueron domingo

 


Al menos desde el trece de marzo de 2020, todos los días fueron un largo e interminable domingo. Esperemos que el año próximo, el 2021, bicentenario de la batalla de Carabobo, el año que en algún momento fue un símbolo cabalístico o icónico del chavismo, nos permita recuperar el lunes… pero por los momentos parece que no. 

Ahora resulta que en la Pérfida Albión (este es el nombre que sus enemigos le dan a Inglaterra, y no por casualidad) ya apareció el temido rebrote, la segunda oleada de la pandemia más extraña de la historia. Por cierto, ya no está de moda ser corona-escéptico: prácticamente está prohibido. En la TV a cada rato aparecen los inevitables expertos que aseguran que se ha comprobado científicamente que es imposible que el virus de la COVID-19 haya sido fabricado en algún laboratorio. Los mismos expertos dicen que ya nadie debe ni tan siquiera hablar del asunto. 

Ahora bien, creo que se olvidan de que cualquier postulado científico debe ser considerado falible, nunca una verdad inamovible y absoluta. Es posible que más adelante alguien compruebe que sí; que después de todo, la temida pandemia sí era una especie de arma bio-tecnólogica. Al menos de un tipo muy sutil.


 

Mi tesis como corona-escéptico es que no importa si el fulano virus es sintético o un producto de la evolución natural. Lo que creo, sin ser experto en nada, es que su aparición ha sido manipulada descaradamente para llenar de miedo a la humanidad con el propósito de disimular la catastrófica crisis económica que ya era imparable a principios del 2020, de modo que los mayores plutócratas del mundo no sólo no perdieran ni un centavo, sino que multiplicaran exponencialmente sus ganancias. 

Como resultado de esta maniobra, la riqueza se ha concentrado en cada vez menos manos. Y las manos que más se han llenado son las de las monstruosas empresas mega-tecnológicas que se reúnen bajo el acrónimo GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon, aunque debería ser GAFAM, para no dejar fuera a una de las principales sospechosas, la Microsoft fundada por Bill Gates). 


 

Imaginemos este escenario: Bill Gates y sus compinches de GAFA sabían que para afianzar su dominio del mundo necesitaban que ocurriera una catástrofe mundial, o mejor aún, necesitaban convencer al mundo de que estaba ocurriendo esa catástrofe. Y lo ideal para ellos era una pandemia desatada por un virus despiadado, que sin embargo tuviera una bajísima tasa de mortalidad y letalidad comparada con otros que andan por ahí, pero que ahora nadie habla de ellos (Ébola, hepatitis B, dengue, etc.)

Manipulando el miedo atávico de la humanidad a las epidemias, lograron paralizar la economía mundial, incluyendo la educación, el transporte, el trabajo convencional, la cultura, las manifestaciones políticas… Y su mayor victoria fue hacer que todas estas actividades pasaran a hacerse “virtualmente”, es decir, utilizando las plataformas tecnológicas que sus propias empresas proporcionan. Y así aplastaron a todas las empresas pequeñas, devoraron todos los peces chicos, mientras sus monstruosas corporaciones se apoderaban de todo y obtenían ganancias nunca vistas. Entretanto, el 99% de la humanidad iba a la quiebra, temblando ante la amenaza del hambre y la miseria. 


 

Hace un siglo hubo una verdadera pandemia: la llamada Gripe Española, que ni era gripe ni era española, pero que se desató al finalizar la Primera Guerra Mundial y mató más gente que este conflicto, el cual podríamos describir como una matanza industrializada a una escala sin precedentes en la violenta historia de la humanidad. 

Ya sólo el que le hayan puesto un nombre como “gripe española” para disimular su origen la hace sospechosa: al parecer la verdadera causa fueron unos experimentos que se llevaron a cabo utilizando como conejillos de indias a los soldados del ejército de EEUU, que luego llevaron la infección a Europa y de ahí se extendió por todo el mundo, matando entre 50 y 100 millones de personas… no se sabe el número exacto, pues hace un siglo las estadísticas no eran tan precisas como ahora. No había tecnología GAFA para contabilizar los efectos de esta plaga, que realmente merecía el nombre de Pandemia con P mayúscula. 


 

En fin, lo único bueno que encuentro en todo esto es que la actual paranoia pandémica parece una señal de que hemos entrado en una nueva era de la historia humana. Al respecto, lo primero que hay que destacar es que las naciones organizadas de acuerdo a un modelo socialista pueden mostrar resultados mucho mejores que las que proclaman las bondades del libre mercado y aborrecen los controles e intervenciones del Estado. 

Se supone que la cosa comenzó en China, porque los chinos comen murciélagos y pangolines, pero resulta que estos orientales supuestamente atrasados pudieron controlar los estragos del virus mucho mejor que los avanzados y poderosos EEUU, donde ahora cuentan cientos de miles de casos diarios y ha muerto más gente que en la guerra de Vietnam. Parece que ante una emergencia como la COVID-19, la medicina socializada funciona mejor que el modelo imperante en EEUU, donde los médicos trabajan dónde, cómo y cuándo les da la gana y cobran hasta por ponerte una curita.


 

Y ahora quisiera fantasear un poco sobre esa nueva era que se asoma en el horizonte. ¿Será que por fin llegó la tan esperada Era de Acuario? Si uno quiere pasar por un tipo respetable, no debería hablar de astrología porque, para el positivismo imperante en los medios académicos, ésta no es más que pura charlatanería. En efecto, hay muchos farsantes que se aprovechan de la credulidad de la gente, desde malandros satánicos como Charlie Manson hasta fundadores de sectas menos drásticas en sus métodos y procedimientos. 

Como a mí no me importa que me llamen farsante, argumentaré desde el punto de vista de la historia, la ética, la estética y mi propia experiencia que muchos practicantes de la astronomía suelen manejar con mucha pericia el antiguo arte de la astrología. Pensemos en Kepler, por ejemplo, pero no hay que ir tan lejos. Los astrónomos aficionados, que son los que suelen hacer los grandes descubrimientos, frecuentemente son también astrólogos, y lo mismo descubren un nuevo cometa o asteroide que hacen una carta astral muy bien fundamentada. 


 

Recientemente leí una entrevista que un tipo tan serio como Pepe Escobar le hace a una connotada astróloga (Vanessa Guazzelli) que además es psicóloga y psicoanalista. La motivación de Pepe fue la reciente conjunción de Júpiter y Saturno ocurrida el 21 de diciembre pasado. Yo por cierto pude verla desde la ventana de mi casa, sobre el horizonte al Oeste de la ciudad, que por cierto no es muy buena para contemplar el cielo nocturno: demasiado contaminada y nublada. No era terriblemente espectacular: a simple vista se percibía una estrella más grande y clara (Júpiter) y a su lado otra más pequeña y amarillenta (Saturno). No era una señal en el cielo tan sensacional como dicen que fue el cometa Halley en 1910. Yo he visto otras conjunciones mucho más brillantes de varios planetas y la luna, por ejemplo. 

Para los profesores de astronomía, son simplemente alineaciones que ocurren al azar, sin ningún significado trascendental. Pero el caso es que el cielo, que ha sido contemplado por la humanidad desde hace milenios, está lleno de objetos que reciben nombres tomados de divinidades y otras figuras provenientes de las mitologías más diversas. Para una persona culta y sensible, Júpiter y Saturno pueden significar algo más que unas lejanas bolas de gas que giran en un inmenso espacio aburrido y brutalmente mecánico. 


 

¿Es la conjunción de Júpiter y Saturno la señal del inicio de la Era de Acuario? Como fondo musical habría que poner la célebre canción Aquarius/Let the sunshine de la Quinta Dimensión (1969), tomada de la casi olvidada ópera rock Hair: Estamos en el alba de la era de Acuario, la paz guiará a los planetas, el amor conducirá a las estrellas. Habrá armonía y comprensión, simpatía y confianza en abundancia. Místicas revelaciones cristalinas producirán la verdadera liberación de las mentes… toda una utopía hippy. 

Con la Nueva Era viene la Gran Mutación que traerá enormes cambios socioeconómicos y culturales. El elemento aire que rige a Acuario transforma lo sólido y material en virtual y digital. Las cripto-monedas sustituirán la farsa material del dinero con una forma más sutil y ligera, una sustancia sublimada que circula por el aire. 

Socialmente, el respeto por el Otro nos llevará a un aumento en la cooperación y la colaboración. Acuario se opone a la centralización que propugna Leo: ya no habrá una única estrella o imperio hegemónico que quiera dominarlo todo, sino un cielo iluminado por la cooperación de todos los astros, un mundo multipolar, nuevas formas de socialismo. La hiper-concentración de poder, los proyectos del tecno-feudalismo y la tecno-esclavitud, están condenados al fracaso. 


 

Por otra parte, podemos ver al COVID-19 como un preámbulo desagradable de la Gran Mutación. El estado actual de devastación económica, aplastamiento de las empresas pequeñas por las corporaciones globales, autoritarismo y totalitarismo, es tan absurdo que se revela como un “pataleo” en que el viejo orden de cosas se niega a morir y teme su inminente destrucción. La tecnología y la inteligencia artificial, sus instrumentos de dominio, terminarán por precipitar su autodestrucción. 

El actual sistema-mundo entró en su fase final. El eurocentrismo es sacudido por vientos que vienen del Oriente, de Eurasia: el concepto de la Ruta de la Seda, la circulación mundial de mercancías signada por la cooperación internacional y no por el dominio de una raza o una región determinada. 

Los acumuladores del capital, sin embargo, no entregarán su poder sin dar la pelea. Ellos plantean el Gran Reseteo, para cambiar todo y dejarlo todo igual (en sus manos). Nosotros, los soñadores, queremos la Gran Mutación. En fin, así como ya estamos viendo cosas que nunca habían sido, lo que viene depara todavía más sorpresas. ¿Nos quedaremos temblando de miedo, escondidos bajo nuestros tapabocas? Yo reivindico la esperanza. 


 

Y bien, feliz año 2021. Que regresen los días lunes y todos los que le siguen. Para nosotros en Venezuela será un año con un significado muy especial. Después del abrazo de Santa Ana en 1820, que terminó con el horror de la Guerra a Muerte, vino la gran victoria de Carabobo en 1821. Y seguidamente, se realizó el sueño de la Gran Colombia, destruido al poco tiempo por las mezquinas intrigas de Páez y Santander (pero cuidado: el Libertador era Leo, al igual que Chávez). ¿Quién sabe? Como dice la legendaria (y muy acuariana) canción Imagine de John Lennon: puedes tomarme por un soñador, pero no soy el único. Espero que un día nos unamos, y el mundo será uno solo. 

(Pero el mundo al mismo tiempo es uno y nunca será uno... ¿acaso John Lennon también era hegeliano?)


 

jueves, 3 de diciembre de 2020

Antídoto para optimistas

 Soy un optimista incurable. Siempre creo que al final todo saldrá bien. Pero siento que para que todo salga bien primero tiene que haber obstáculos que superar y que en eso consiste la vida y el tiempo. El tiempo es la historia, y la historia es un viaje a través de sucesos y pruebas que se van superando, de luchas dialécticas entre lo positivo y lo  negativo. Lo que no te mata te hace más fuerte, como decía Nietzsche. Lo mejor que le puede pasar a un país como Venezuela es esta crisis, porque así aprenderemos a superar el facilismo que nos caracterizó hasta hace muy poco. Apreciaremos más el pan de jamón que ahora no podemos comprar. Recordamos que una vez nos hartábamos, vivenciamos que ahora es muy difícil, y cuando por fin le hinquemos el diente, sentiremos que nos lo hemos merecido. Los optimistas quizás somos aburridos, pero los pesimistas tienen su ley: la Ley de Murphy, una gringada muy ingeniosa cuya historia e implicaciones son desarrolladas por mi apreciada estudiante Solanye Franco en este breve artículo que me envió. 

 

Solanye Franco

LA LEY DE MURPHY

     El tema de este ensayo fue  inspirado en el Blog “Pensar y Hablar de Arte”, en su entrada del día 27 de Diciembre del año 2019, escrita por el Profesor Pedro González, titulada: “El año que vivimos peligrosamente”.

     Se conoce como Ley de Murphy o Leyes de Murphy a un conjunto de principios empíricos que se rigen por la máxima de que “Si algo malo puede ocurrir, ocurrirá.” Este planteamiento pesimista puede aplicarse a todo tipo de situaciones, como una suerte de Ley empírica sobre la resignación ante el devenir de los acontecimientos futuros.

     La Ley de Murphy no se trata realmente de una ley científica, ni de un teorema comprobable. Sin embargo, fue inspirada por el concepto científico de la entropía, esto es, el grado de desorden al que tienden inevitablemente todos los sistemas, dada la suficiente cantidad de tiempo.

     La perspectiva de la Ley de Murphy, sin embargo, puede ser útil para forzar a las sociedades y los individuos a prever futuros desastres y así tomar precauciones a tiempo.

 

Edward A. Murphy

ORIGEN DE LA LEY DE MURPHY

     La teoría de la ley de Murphy se le atribuye a un ingeniero aeroespacial de Estados Unidos llamado Edward A. Murphy. Edward trabajaba para la Fuerza Aérea y era el encargado de los sistemas de seguridad de proyectos tan importantes como el Apolo o el helicóptero Apache.

     Aunque existen diferentes versiones de cómo surgió la famosa ley, la más extendida cuenta que todo comenzó en 1949 con un plan llamado MX100 destinado a probar la fuerza G que una persona era capaz de resistir en una frenada muy brusca. Las pruebas usaban un cohete sobre rieles con una serie de frenos en un extremo.

     Aunque para realizar este tipo de experimentos se usaban muñecos parecidos a los que se siguen usando hoy en día en las pruebas de seguridad de vehículos, John Paul Stapp, capitán al cargo de aquella prueba, se ofreció como reemplazo del muñeco en el experimento de la desaceleración. La conclusión fue que las sensaciones descritas por el capitán no cuadraban con las medidas que arrojaba el instrumental que estaban utilizando.

Getty images

 

     Edward Murphy sugiere entonces colocar otros sensores en el arnés del capitán para poder medir la fuerza ejercida sobre ellos y le encomendó la tarea a su asistente. Este último no colocó bien los sensores y la prueba no dio ningún tipo de resultado.

     Al comprobar las causas del fallo, Murphy se percató de que los cables estaban colocados al revés y tras echar la bronca a su asistente dijo algo parecido a: “Si esa persona tiene una forma de cometer un error, lo hará”. Sus compañeros de trabajo comenzaron a hablar sobre el incidente y a referirse a este episodio como "Ley de Murphy". Con el tiempo evolucionó a algo más general como: “si puede ocurrir, ocurrirá”.

    Tiempo después la frase salió a la luz durante una conferencia de prensa en la que se le preguntaba a Stapp por qué nadie resultó herido durante las pruebas. Fue cuando él explicó que fue porque se tuvo en cuenta la ley de Murphy y explicó en qué consistía.

     La Ley de Murphy se anunció públicamente por vez primera en boca de John Paul Stapp, un capitán de la Fuerza Aérea Estadounidense. Stapp trabajaba en el mismo laboratorio que Murphy, como sujeto de pruebas en experimentos con fuerzas G.

     En una rueda de prensa, el capitán explicó que a pesar del fracaso de los experimentos, nadie había resultado herido de gravedad porque se habían guiado por la Ley de Murphy, que los impulsaba a tomar en consideración todas las previsiones posibles. A partir de entonces la supuesta ley se hizo popular.

     En 1952 esta frase apareció reformulada como “Todo lo que pueda salir mal, pasará” como epígrafe del libro The Butcher: The Ascent of Yerupaja de John Sack. En 1955 el mismo enunciado apareció vinculado con Murphy por primera vez en texto impreso en Men, Rockets and Space Rats de Lloyd Mallan.

     Irónicamente, la ley como hoy la conocemos no fue nunca formulada por Murphy. Por el contrario, es tomada de las Leyes de Fineagle aparecidas en las novelas de ciencia ficción de Larry Niven. En ellas, una colonia de mineros de asteroides tenía una religión propia que rendía culto a Fineagle y su profeta demente Murphy.

 

ESPÍRITU DE LA LEY DE MURPHY.

     El espíritu de esta ley, sin importar cual sea su verdadera y exacta formulación, apunta a un concepto denominado diseño defensivo. Consiste en la anticipación de los eventuales errores o desperfectos que pudieran ocurrir, dado que es muy probable que ocurran.

     Así, el diseño defensivo insiste en que toda innovación se produzca tomando en cuenta los peores escenarios posibles. De esa manera, en caso de que se produzcan, ya existen medidas tomadas al respecto.

     Sin importar la composición exacta y el origen de la frase, su espíritu conlleva el principio de diseño defensivo: el anticipar los errores que el usuario final probablemente cometerá. Los sensores de fuerza G de Murphy fallaron porque existían dos formas diferentes de conectarlos; una de ellas resultaría en lecturas correctas mientras que la otra resultara en ausencia de lecturas. El usuario final (en este caso, el asistente de Murphy) escogió la forma errónea. En la mayor parte de la tecnología bien diseñada para el uso por el consumidor común y corriente, las conexiones incorrectas se hacen difíciles. Por ejemplo, el disco de 3,5 pulgadas usado en muchos ordenadores personales no cabría fácilmente en la disquetera a menos que esté orientado correctamente. En contraste, el disco de 5,25 pulgadas podía ser insertado en una variedad de orientaciones que podían dañar el disco o la disquetera. Los discos compactos permiten una orientación incorrecta (el disco puede ser insertado al revés). Un diseñador defensivo reconoce el hecho de que el disco puede ser insertado de manera errónea y por lo tanto alguien finalmente lo hará.

     La ley de Murphy se ha esparcido rápidamente a otras culturas técnicas relacionadas con la ingeniería aeroespacial, especialmente en computación. Rápidamente sus variantes pasaron a la imaginación popular, mutando a su vez. Generalmente el espíritu de la ley capta la tendencia general a enfatizar las cosas negativas que ocurren en la vida; en este sentido, la ley es habitualmente formulada en su variante “Si algo puede salir mal, saldrá mal” de Larry Niven y su ley de Fineagle.

 

 


 

EXPLICACIÓN DE LA LEY DE MURPHY

     La Ley de Murphy revela un rasgo de la cultura que es el énfasis selectivo en lo negativo, o sea, la tendencia a prestar mucha más atención a las cosas que salieron mal que a las que salieron bien. En algunos casos sólo se recuerda lo negativo, llegando a la sensación de que todo siempre sale mal.

     Esto también es una de las explicaciones posibles del pesimismo. Por otro lado, forma parte de la tendencia de ciertas personas a atribuir los sucesos a algún tipo de divinidad o ley universal. Esta postura evita enfrentar su cuota de responsabilidad en lo que salió mal, o simplemente la arbitrariedad del universo.

 

LAS LEYES DE MURPHY.

     Se habla comúnmente de las Leyes de Murphy, como un compendio, a pesar de que no exista obra alguna o tratado alguno que lo reúna, ni un texto formal al cual atribuir la autoría. Se trata de un adagio popular, al cual muchos han ido sumando, por inventiva o por error, ejemplos, adiciones y respuestas.

     Por lo general tiene un tinte humorístico e imaginario, hasta manejar un corpus variable de las supuestas “leyes”. Pero no existe un documento formal que las recoja o que estipule cuáles son las “verdaderas”.

 

EL IMAGINARIO POPULAR

     La Ley de Murphy es un concepto absolutamente popular, en el sentido de que resulta muy seductora y que su origen es netamente coloquial, no formal. Sin embargo, se ha intentado elaborar algún tipo de estudios respecto a su aplicabilidad práctica como una ley universal.

     Por ejemplo, se ha estudiado la probabilidad de que una rebanada de pan untada con mantequilla caiga con la parte untada hacia abajo. Y en efecto se ha podido comprobar que existen más factores que favorecen este último escenario, pero ninguno tiene que ver con algún tipo de ley general de la suerte o de la probabilidad.

     En la actualidad abundan las referencias a la Ley de Murphy en libros, filmes y otras formas de relato. Fue el título de varias series televisivas de EEUU y del Reino Unido entre la década de 1980 y los 2000. Apareció en el filme de ciencia ficción Interestelar (2014), representado en uno de sus personajes de apellido Murph.

 

LEY DE FINEAGLE.

     La Ley de Fineagle sobre la Negatividad Dinámica es un concepto también referido como “Corolario de Fineagle a la Ley de Murphy”. Fue empleada por John Campbell Jr. en sus editoriales de la revista Astounding Science Fiction entre 1940 y 1950.

     Aunque luego fue tomada por Larry Niven para sus relatos de mineros espaciales, con los que se hizo más conocido, nunca llegó a ser tan popular como la Ley de Murphy. La Ley de Fineagle, propiamente, reza que “Algo que pueda ir mal, irá mal en el peor momento posible”.

 

COROLARIO DE O’TOOLE

     Así como la Ley de Fineagle se considera un corolario a la Ley de Murphy, existe un corolario a la de Fineagle atribuida a un tal O’Toole. Es una expresión sumamente usada en la comunidad hacker virtual. Este corolario es paralelo a la Segunda Ley de la Termodinámica y reza que “La perversidad del Universo tiende hacia el infinito”.

 

EJEMPLOS DE LA LEY DE MURPHY.

     Un ejemplo frecuentemente citado de esta tendencia a enfatizar lo negativo, es que, cada vez que una rebanada de pan untada de mantequilla cae al suelo, la gente tiende a recordar más vívidamente las veces en que cayó con el lado de la mantequilla hacia el suelo, puesto que si cayera con la mantequilla hacia arriba tendría menos consecuencias. Por lo tanto, uno tiene la impresión de que el pan siempre cae con la mantequilla hacia abajo, sin importar la verdadera probabilidad de cada ocurrencia.

     Leyes como la de Murphy son una expresión directa de tales perversidades en el orden del universo. Existe una demostración física para el hecho de que efectivamente la tostada tiene mayor probabilidad de caer del lado de la mantequilla, pero es debido a otros factores. El factor principal es la altura de la mesa, por la que la tostada tiene 'tiempo' de darse media vuelta, no por el peso de la mantequilla como errónea e intuitivamente se supone, sino por la rotación propia a las condiciones iniciales de la caída, pero no hay altura suficiente para dar más de media vuelta. ​ Robert Matthews, investigador de la Aston University, en Birmingham, recibió en 1996 el Premio Ig Nobel de física por un estudio sobre un derivado de la ley de Murphy, es decir, por la demostración del caso de la tostada con base en las constantes fundamentales

     Se han producido variaciones diversas de la ley y sus corolarios, muchas de ellas con apariencia de metaleyes de alguna clase. Por ejemplo, el modelo del pan con mantequilla podría formularse así: “La probabilidad de que una rebanada de pan untada de mantequilla caiga con el lado de la mantequilla hacia abajo, es proporcional al precio de la alfombra”.

     Otro ejemplo de analogía ocurre cuando se está haciendo una larga cola para pagar en el supermercado, tu fila no avanza, ves de repente que la otra fila está más corta y avanza mucho más rápido, decides pasarte a esta, y tu fila inicial comienza avanzar y en la que decidiste pasar, comienza a tener demora para pagar. Un claro ejemplo.

     Algunos otros ejemplos posibles de aplicación de esta ley son:

·         La tostada siempre cae del lado de la mantequilla.

·         La información crucial de un mapa o plano está siempre en el doblez o en el borde.

·         Los calcetines entran en pares a la lavadora y salen siempre de uno en uno.

·         La otra fila siempre avanza más aprisa que la de uno.

·         Las cosas perdidas están siempre en el último sitio en que miraste.


 

FRASES SOBRE LA LEY DE MURPHY

Algunas frases de origen popular que reflejan el espíritu de la Ley de Murphy:

·         Nada es nunca tan malo que no pueda empeorar.

·         Todo funcionará hasta que trates de probar que funciona.

·         El autobús llegará apenas enciendas tu cigarrillo.

·         Lo que más crece es lo que menos deseas.

·         Los sistemas nuevos generan problemas nuevos.

·         Los que viven cerca llegan siempre tarde.

·         Los dolores de muelas empiezan siempre el sábado por la noche.

BIBLIOGRAFIA.

Ana Naredo. (1983). Enciclopedia Lexis. Madrid – España. 

Uriarte, Julia (2020). Ley De Murphy. Bogotá – Colombia. 


 

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