viernes, 27 de diciembre de 2019

El año que vivimos peligrosamente


Los numerólogos miran con ansia la llegada del 2020, que luce muy atractivo con ese 20 repetido que parece augurar grandes acontecimientos. El 20 es símbolo de la excelencia, tradicionalmente es la máxima calificación en nuestro sistema educativo, y se usa en expresiones como “una visión 20/20”, para significar la perfección. Ciertamente, la situación actual del mundo hace esperar un año excepcional.


 Pero el 2019, a punto de ser despedido por el tradicional cañonazo, ha sido un año lleno de sucesos históricos sin precedentes en la historia de este país. Desde aquellos días gloriosos de 2002-2003, que pusieron a Venezuela en el mapa y nos cambiaron para siempre, no se había visto nada igual. Hemos presenciado la culminación de una etapa que se inició en 2013 tras la muerte del comandante Chávez, y que había tenido momentos de exacerbación con la guarimba de 2014, la derrota del chavismo en las parlamentarias del 2015 y las feroces guarimbas “ucranianas” perversamente perfeccionadas de 2017. Habría que hacer mención aparte al atentado con drones de 2018, el primero en la historia, pero lo que se estaba preparando para el año siguiente era el clímax de todo ese proceso. Veamos:


Empieza el año con la auto-proclamación como presidente encargado de un diputado de tercera fila y balbuceador de lugares comunes, un perfecto desconocido, cuyo gesto es inmediatamente aplaudido y saludado con bombos y platillos por todo el Imperio Anglo-Sionista y sus lacayos. Sobre todo meten mucho ruido los sub-lacayos de Latinoamérica, particularmente en Colombia y Brasil. Hasta la pequeña Guyana muestra los dientes. El 23 de febrero se despliega el primer acto de lo que se pretendía pasar por gesta heroica y que terminó siendo una opereta bufa: el prefabricado líder de la lucha por la libertad (freedom fighter) aparece en la frontera con Colombia acompañado de tres presidentes de otros tantos países conocidos por su hostilidad hacia el gobierno venezolano, avalados por varios senadores de EE.UU y por los fanáticos religiosos Mike Pompeo (Secretario de Estado) y el inefable Mike Pence (jefe de los sionistas cristianos y vicepresidente de EE.UU), más el infaltable Luis Almagro. Cinco o seis generales dirigiendo una operación bélica que no merece otro nombre que el de una invasión a Venezuela con el torpe disfraz de la ayuda humanitaria


 Ocurre entonces el fiasco de la batalla de los puentes. Los cinco generales se quedan con los crespos hechos: la pose de valiente “muchacho de la película” hollywoodense de Guaidó montado en uno de los camiones será el emblema del fiasco. El mismo día salen a relucir historias truculentas de diputados metidos en hoteles picarescos y embaucados e intoxicados por “muñecas” cucuteñas. Después todos quieren ocultarse detrás de la alcahuetería de las campañas mediáticas, pero el odio que le tiene la propia prensa norteamericana a su presidente hace que se caigan todas las máscaras, y la manipulación es malograda por el mismísimo New York Times


 Todavía estamos lamiéndonos las heridas cuando empieza sorpresivamente el segundo acto: el 7 de marzo ocurre el primero de una serie de terroríficos apagones, los más largos y dañinos en la historia de Venezuela. Nuestra civilización contemporánea depende totalmente de la electricidad, y si nos la quitan, como dijeron por ahí, nos regresan al Paleolítico. Esas noches a la luz de unas velas que de pronto se pusieron carísimas serán inolvidables. Los efectos del apagón todavía se sienten, y si no me creen, pregunten en Movilnet. Por otra parte, da la impresión de que, al hacer el recuento de los sucesos del año, el gobierno quiere pasar por alto este episodio. Hay varias razones para ello: si el sistema eléctrico en todo el país depende casi exclusivamente de la generación del Guri, entonces tenemos expuesto un inmenso talón de Aquiles que se vuelve aún más vulnerable en una situación de guerra. Además, las explicaciones que ha dado el gobierno son muy difíciles de probar: el ataque cibernético, el shock electro-magnético, los disparos con balas explosivas de un francotirador, el incendio de unos matorrales o el paso de una iguana por unos cables pelados, todos entran en el plano de las teorías conspirativas al no producirse evidencias incontrovertibles. Pero como yo he dicho más de una vez, los paranoicos tienen razón; quizás no siempre, pero ¿qué se puede decir en este caso? ¿Hubo un cumplimento inexorable de la llamada Ley de Murphy (ya saben: si algo puede salir mal, saldrá mal, de la peor manera posible y en el peor momento)? Lo único cierto es que este segundo acto fue el más aterrador de toda esta trama, que la mayor parte del tiempo parecía más un episodio de la vieja Radio Rochela que una distopía asimoviana. 


Hablando de Radio Rochela, pasemos al tercer capítulo de la farsa: Guaidó y su mentor, el gran Leopoldo, aparecen en un puente haciendo una pésima parodia de un golpe de estado, como consecuencia del cual varios de sus colegas parlamentarios fueron a dar a la cárcel o tuvieron que huir del país. Por otra parte, y eso es lo mejor de todo, el consejero de seguridad nacional de EE.UU John Bolton quedó salpicado con el ridículo, y unos meses más tarde terminaría perdiendo su empleo. Poco a poco, el presidente Trump dejó de hablar de que “tenía todas las opciones sobre la mesa” con respecto a Venezuela, y actualmente debe enfrentar un torpísimo intento de los –idiotas- parlamentarios del partido demócrata para sacarlo del poder, tan absurdo y mal montado que probablemente fracasará. Que es lo mejor que puede pasar, porque es preferible tener a Trump en la Casa Blanca que al fanático fundamentalista de Mike Pence. Entretanto en Chile, el oasis del neoliberalismo, estallaron unas inesperadas revueltas callejeras que tienen al presidente Piñera contra las cuerdas. Y en Colombia la gente se hartó de que el presidente Duque se la pasara echando pestes de Venezuela y han tomado las calles como si fueran unos chalecos amarillos. 


Para concluir, el gran ganador a esta altura del juego es Nicolás Maduro, subestimado y escarnecido por toda la casta política imperial y cipaya. La historia tendrá que tomarlo en cuenta: para empezar, nunca había habido un presidente venezolano con las características de Maduro. Para continuar, ha demostrado ser un político inteligente y audaz, a nivel nacional e internacional: no en balde fue el canciller de Chávez por tantos años, enfrentando situaciones tan complejas como los golpes parlamentarios y militares de Paraguay y Honduras, por ejemplo. Y ahora tiene sobre el tapete un tema totalmente decisivo para el futuro de la humanidad, como es la liberación de las economías mundiales de la funesta tiranía del dólar. Ya en el metro no hablan de la “dieta Maduro”, sino del Petro. Todavía no se entiende bien todo ese negocio de criptomonedas, criptobilleteras, cadenas de bloques, etc. Pero con el prolongado sabotaje a la moneda, ahora cualquier carrito de perrocalientes tiene su punto de venta. El dinero en efectivo es una antigualla. Los que saben hablan de “dinero fiat”, porque a fin de cuentas todo es cuestión de fe. 


Yo generalmente evito escribir sobre el tema político, en parte por seguir a mi maestro Epicuro. Pero lo que hay que evitar es involucrarse en política para conseguir algún cargo y aprovecharse de él para hacerse famoso y/o millonario. O apenas un burócrata embrutecido. La vía ética es idéntica con la verdadera acción política, como decía Aristóteles. Somos animales políticos, querámoslo o no. Con el perdón de los animales, por supuesto. Feliz año 2020 y no crean en la numerología, es pura superstición.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Giordano Bruno visto por Axel Sivira





Cuando estuve en Roma fui a ver una película que daban en un cine que quedaba en el Campo dei Fiori. Me habían dicho que ése era un sitio peligroso donde se reunían los peores malandros de Roma (y mira que ahí los hay muy malos), y siendo un extranjero andaba un poco asustado. Por eso me impresionó más aún la imponente estatua negra de Giordano Bruno en medio de aquel lugar donde su cuerpo había ardido más de tres siglos antes.

Bruno fue un rebelde renegado más de los muchos que protagonizaron aquella época tan apasionante. Como Miguel Servet, y como Spinoza un poco después; personalidades polémicas que tuvieron la desgracia de quedarse solos ante un poder que se sentía amenazado y por eso mismo se mostraba implacable. Recordemos que a Lutero lo hubieran quemado de no haber sido por sus poderosos protectores, que más que por motivos religiosos, actuaron por razones políticas.

Dice De Quincey que a todos los verdaderos filósofos siempre los han querido matar. A algunos les ha tocado esa suerte. Otros han salvado la vida pero han sufrido persecuciones y ostracismos. Ese tema tan interesante quizás lo trate más adelante en otro "post". Mientras tanto, disfrutemos de este apasionado ensayo de Axel sobre la azarosa vida y muerte de un rebelde que nunca se doblegó.


Giordano Bruno el outsider filosófico del renacimiento

Por Axel Sivira

Era la madrugada del 17 de febrero del año 1600, cuando Giordano Bruno fue quemado vivo en el Campo dei Fiori de Roma. De la Torre di Nona, frente a Castell Sant’Angelo, surgen ruidos confusos, a esas horas de la madrugada, y más en febrero, pues no era común que la gente deambulara por la calle, sin embargo, ya es numerosa la muchedumbre que se agolpa ante la entrada de la prisión y tiene que ser contenida por los alabarderos que se empeñan en mantenerla despejada. Bruno vestía una túnica blanca que le llegaba hasta los tobillos, la ruta a seguir estaba llena de curiosos y personas conocidas; se había dado gran publicidad a aquella quema, incluso se habían hecho folletos que pasaban de mano en mano para informar sobre el gran espectáculo. Los verdugos se acercan a la lumbre con antorchas en la mano y aplican el fuego a la leña por los cuatro costados de la plataforma, se hace un silencio en espera de oír los gritos del moribundo… Las llamas ascienden por la hoguera, una sofocante ola de calor abrasa los pulmones de Giordano. A media mañana ya no hay curiosos ni verdugos en el Campo dei Fiori, apenas se distingue el cadáver calcinado que ardió durante un largo rato. La flama se ha consumido, los restos de Bruno son reducidos a polvo con martillos y las cenizas se esparcen al viento para que nadie pudiera conservar nada del hereje como reliquia.
Giordano Bruno fue un filósofo del renacimiento condenado a la hoguera por orden de la Santa Inquisición, su delito: decir y publicar que el universo es ilimitado, sin centro ni bordes; que la tierra da vueltas alrededor del sol; que la Luna y los planetas de nuestro sistema son otros mundos; que las estrellas son soles, alrededor de los cuales giran planetas habitados; que toda la materia del universo está compuesta por átomos y que es la organización de estos en formas, y no las sustancias, lo que determina la entidad de las cosas, los seres y las personas. Él fue, sin duda, el primer ser humano que supo ver la inmensidad del universo. Rompió con la imagen de la bóveda celeste para sustituirla por el espacio sideral, anticipándose cuatro siglos a la idea del cosmos en una concepción tan extraordinaria. Pagó su atrevimiento con la vida, tras el gesto heroico (que pocos filósofos y científicos tuvieron ante la iglesia) de negarse a firmar una retractación de sus “herejías”. También se le condenó por mantener peligrosas opiniones de índole religiosa y política: atacaba a la Iglesia Católica, acusándola de haber traicionado las amorosas enseñanzas de los apóstoles al emplear la fuerza y la coacción contra los divergentes; también reprochaba a las facciones protestantes su justificación a través de la fe y su desprecio por el valor de las buenas obras; pensaba que Dios y el cosmos son una misma y única realidad; que la religión verdadera y natural es la que practicaban los antiguos magos egipcios, corrompida después por el judaísmo y el cristianismo; que el alma del hombre y de todas las cosas, vivas o inanimadas, proviene de una sola alma universal, multiplicada en los infinitos átomos; que los planetas son seres vivos dotados de su propia voluntad e inteligencia; que la magia hermética da al sabio poderes sobre demonios y espíritus… este era el loco de las estrellas, el hereje impenitente, Giordano Bruno el filósofo outsider del renacimiento.

Ante el Santo Oficio
Filippo Bruno (Giordano Bruno) nació en Nola, Nápoles el 9 de febrero de 1548, fue un astrónomo, filósofo, teólogo, matemático y poeta italiano. Sus padres eran
Giovanni Bruno, hombre de armas en el ejército español, y Fraulissa Savolino.
Comienza sus estudios en Nola y en 1562 se traslada a Nápoles, donde recibe lecciones de Giovanni Vincenzo de Colle en el Studium Generale y de Teófilo da
Vairano en el monasterio agustino de la ciudad, pero los escasos recursos de sus padres, insuficientes para la sed de conocimiento de Giordano, hacen que a los 17 años ingrese en la Orden de los Dominicos, en el monasterio de Santo Domingo Mayor de Nápoles, donde se dedica al estudio de la filosofía, matemática y teología. Cuando finaliza el noviciado adopta el nombre de Giordano. Durante sus estudios con los dominicos, obtiene acceso a las lecturas de las obras de Erasmo y Copérnico, ahí es cuando decide desnudar su habitación de estampas e imágenes religiosas medievales y tan solo dejar colgado un crucifijo sin crucificado. Este gesto y su ánimo polémico hacen que tenga problemas, se crea un escándalo que culmina en una denuncia anónima de alguno de sus compañeros, primero al rector, y luego al Santo Oficio. A los 24 años se ordena sacerdote y a los 27 es Doctor en Teología. En el año 1571 expone su sistema mnemotécnico aprendido de la obra de Ramón Llull. Con la Docta Ignorancia de Nicolás de Cusa, y las ideas del universo infinito, Giordano se inquieta por el tema, repudia a Aristóteles y se adhiere a la filosofía de Platón y sus discípulos.


En marzo de 1576 se fuga del convento debido a la denuncia de otro fraile al
Santo Oficio, y así se vio huyendo por todo el norte de Italia, en un viaje clandestino despojado de su hábito de fraile. Se ganaba la vida dando clases particulares, pero cambiaba de residencia constantemente por temor a ser descubierto. Sus teorías cosmológicas superaron el modelo copernicano, pues propuso que el sol era simplemente una estrella; que el universo debía contener un infinito número de mundos habitados por animales y seres inteligentes. Repudiaba la artificiosidad del sistema de Ptolomeo: Bruno imaginaba la tierra en el centro de su entorno cósmico, pero girando sobre su eje cada veinticuatro horas, movida por siempre en su rotar por el ímpetu inicial de la creación, el ímpetu divino del que hablaron Filopon y Ockham; los planetas, el sol, la luna sufrían la influencia de ese ímpetu y, cautivos del remolino celeste, eran arrastrados en un giro eterno alrededor de la tierra. Es así como la luna sólo tardaría 28 días en circundar la tierra, el sol lo haría en un año y Saturno en 29. Mas lejos de esto las estrellas fijas no reciben la influencia del ímpetu permaneciendo eternamente quietas en el espacio. Todo el conjunto de astros se encuentra iluminado por el sol. Y más allá de todo esto ¿qué puede haber? El universo no puede tener límites, aunque hubiese espacio vacío también sería universo, más allá de donde el sol no llegase, donde la vista no alcanzara, Giordano creía que habría planetas u otros mundos habitados por mortales, movidos por el ímpetu de Dios, rodeado de planetas y estrellas estáticas. La bóveda celeste de Ptolomeo y Copérnico explota, haciéndose pedazos por esta revelación del nolano.

Copérnico
 Con respecto a lo antes mencionado M. Rosental y P. Iudin expresan:

El punto de partida de su filosofía es el sistema de Copérnico, que
Bruno enriqueció con ideas nuevas, por ejemplo, la idea de la existencia de un número infinito de mundos, la de la atmósfera terrestre que gira conjuntamente con la Tierra, la del Sol que se desplaza con relación a las estrellas. La audaz doctrina de Bruno asestó un golpe vigoroso a la religión. Su tesis fundamental sobre la unidad material del universo compuesto por un número infinito de mundos semejantes a nuestro sistema solar, desempeñó un papel considerable en el desarrollo de la ciencia, no obstante sus extravagancias panteístas. A Bruno pertenece la idea de la historia de los mundos en el tiempo. Fue él igualmente quien adelantó la hipótesis de los cambios geológicos perpetuos de nuestro planeta, introduciendo así la idea de desarrollo en este dominio.
Según él, la materia y el movimiento son inseparables, pero su concepción del movimiento sigue siendo metafísica. Sostiene que el conocimiento científico de la naturaleza debe fundarse en la experiencia, y rechaza resueltamente la escolástica estéril con sus definiciones huecas al margen de la naturaleza. Junto a la experiencia, la razón humana debe desempeñar un papel importante. Además, Bruno consideraba el conocimiento de las leyes de la naturaleza como la finalidad suprema del pensamiento humano”. (Diccionario filosófico abreviado).
Convertido de nuevo en fraile, cuando estuvo por Padua los compañeros dominicos le recomendaron que volviese a vestir el hábito si quería conseguir trabajo de enseñante, así Bruno siguió su peregrinar intentando inútilmente conseguir un trabajo de docente en alguna universidad. Tras diversos intentos fallidos por Europa y atrapado por el invierno en camino, pide refugio en el convento de Chambery, donde lo aceptan aunque con cierto recelo, por miedo a haber dado cobijo a un hereje. Poco después este miedo se confirma con la llegada al convento de un correo donde se comunica que el padre Giordano Bruno ha sido excomulgado por la iglesia. Bruno vuelve a huir, esta vez a tierras protestantes. Ahí es acogido por el marqués de Vico, quien era el jefe de los exiliados italianos en Ginebra, sobrino de un Papa y ferviente calvinista. El marqués de Vico colocó a Bruno como corrector en una conocida imprenta ginebrina, proporcionándole un sueldo para que alquilase una habitación, se pagara comida, ropa y pudiese ahorrar dinero, este trabajo le permitió tener acceso a libros prohibidos en Italia.
Dispuesto a probar suerte en la vida docente, se matricula en la Academia de
Ginebra y comienza a acudir a una serie de conferencias donde se impartían temas variados de ciencia y filosofía. Una de éstas la daba Antoine de la Faye, un célebre profesor calvinista. Giordano publica un panfleto exponiendo veinte errores cometidos por el profesor pedante en una de sus lecciones. Por ese motivo fue arrestado y abandona Ginebra tan pronto como puede. Se traslada a Francia donde, en la Universidad de Toulouse, se doctoró en teología y enseñó dos años (1580-1581), aunque en un principio no se le admitió como profesor de la universidad por carecer del adecuado currículum, entonces se dedicó a dar clases particulares de astronomía, matemáticas y cualquier asignatura que sus estudiantes necesitaran perfeccionar. Escribió la Clavis magna (lulista) y explicó el tratado De Anima de Aristóteles. Luego de varios tropiezos por la guerra religiosa, fue aceptado por Enrique III como profesor de la Universidad de París en 1581.
 
En 1583 viajó a Inglaterra, tras ser nombrado secretario del embajador francés
Michel de Castelnau. Enseñó en la Universidad de Oxford la nueva cosmología copernicana, atacando las ideas tradicionales. Después de varias discusiones debió abandonar Oxford. Sus escritos más importantes son De umbris idearum, de 1582; La cena de las cenizas, Del universo infinito y los mundos y Sobre la causa, el principio y el uno, las tres últimas escritas en 1584. En 1585 escribió Los furores heroicos donde, en un estilo de diálogo platónico, describe el camino hacia Dios a través de la sabiduría. La influencia de la teología se hace sentir en su doctrina (por ejemplo, la identificación de Dios y la naturaleza) lo que se explica por circunstancias históricas. Sin embargo, el panteísmo de Bruno constituía en esa época el medio más cómodo de propagar las concepciones materialistas. Ese mismo año regresó a París con el embajador, para luego dirigirse a Marburgo, donde dio a la prensa las obras escritas en Londres. En Marburgo retó a los seguidores del aristotelismo a un debate público en el Colegio de Cambrai, donde fue ridiculizado, atacado físicamente y expulsado del país. En 1586 expuso sus ideas en la Sorbona, en el Colegio de Cambrai, y enseñó filosofía en laUniversidad de Wittenberg. En 1588 viajó a Praga, donde escribió artículos dedicados al embajador de España Guillem de Santcliment y al emperador Rodolfo II.
Pasó a servir brevemente como profesor de matemáticas en la Universidad de
Helmstedt, pero tuvo que huir otra vez cuando fue excomulgado por los luteranos. En 1590 se dirigió al convento de las Carmelitas en Fráncfort y Zúrich. Ahí escribió algunos poemas. Regresa a Italia y Mocenigo se convierte en su protector, para impartir cátedra particular, fijando su residencia en Venecia. El 21 de mayo de 1591, Mocenigo, no satisfecho de la enseñanza y molesto por los discursos heréticos de su huésped, le denunció a la Inquisición (aunque más bien hubiese parecido una trampa política, por intereses de partidos y cuestiones de ego con respecto a los amigos de Bruno). La Inquisición veneciana lo encarcela el 23 de mayo de 1592 y es reclamado por Roma el 12 de septiembre de 1592. El 27 de enero de 1593 se ordenó el encierro de Giordano Bruno en el Palacio del Santo Oficio, en el Vaticano. Estuvo en la cárcel durante ocho años mientras se disponía el juicio, en el que se le adjudicaban cargos por blasfemia, herejía e inmoralidad; así como por sus enseñanzas sobre los múltiples sistemas solares y sobre la infinitud del universo.


 El 20 de enero del año 1600 se celebró una sesión extraordinaria del Santo
Oficio, presidida por el Papa Clemente en persona. El 8 de febrero lo trasladaron a una sala donde estaría el tribunal que lo juzgaría. El cardenal Madruzzo dio las instrucciones precisas y los guardias obligaron al nolano a arrodillarse. El procurador Materenzii iba a leer la sentencia:

“Habiendo invocado el nombre de nuestro señor Jesucristo y su gloriosa madre María siempre virgen, en razón de la causa llevada ante el Santo Oficio entre, por una parte, el Procurador Fiscal de dicho Santo Oficio y por otra, vos, el susodicho Giordano Bruno, acusado, interrogado y llevado a juicio, habéis sido encontrado culpable, impenitente, obstinado y pertinaz. Nosotros, los miembros de este Tribunal, por medio del presente documento, publicamos, anunciamos, pronunciamos, sentenciamos y os declaramos ser un hereje impenitente, merecedor de todas las censuras y sanciones que se imponen a tales impenitentes no confesos, pertinaces y obstinados herejes, por lo que como tal os degradamos de todas vuestras órdenes eclesiásticas en las que habíais sido ordenado, y os expulsamos de nuestra sagrada e inmaculada Iglesia, de la que os habéis hecho indigno. Y prescribimos que debéis ser entregado a la corte secular para ser castigado, aunque fervorosamente suplicamos a dicha corte que mitigue el rigor de sus leyes en cuanto a fatigas de vuestra persona y que no estéis en peligro de muerte o de mutilación de vuestros miembros. Además, condenamos todos vuestros libros y otros escritos por heréticos y erróneos. Ordenamos que sean destruidos y quemados y que sean inscritos en el índice de libros prohibidos. Así lo pronunciamos los cardenales generales de los inquisidores, cuyos nombres suscribe este documento”. (Giordano Bruno, el loco de las estrellas)

Pero Giordano nunca fue un hombre corriente y alzándose del suelo pronunció una frase desafiante y heroica: “Maiori forsan cum timore sententiam in me fertis, quam ego accipiam” (El temor que os produce dictar vuestra sentencia es mayor que el mío al escucharla). Las ocho herejías por las que se le acusaban a Giordano, y de las que él se negó a renunciar fueron las siguientes:

La declaración de «dos principios reales y eternos de la existencia: el alma del mundo y la materia original de la que se derivan los seres».
La doctrina del universo infinito y los mundos infinitos en conflicto con la idea de la Creación: «El que niega el efecto infinito niega el poder infinito».
La idea de que toda realidad, incluyendo el cuerpo, reside en el alma eterna e infinita del mundo: «No hay realidad que no se acompañe de un espíritu y una inteligencia».
El argumento según el cual «no hay transformación en la sustancia», ya que la sustancia es eterna y no genera nada, sino que se transforma.
La idea del movimiento terrestre que, según Bruno, no se oponía a las
Sagradas Escrituras, las cuales estaban popularizadas para los fieles y no se aplicaban a los científicos.
La designación de las estrellas como «mensajeros e intérpretes de los caminos de Dios».
La asignación de un alma «tanto sensorial como intelectual» a la Tierra.
La oposición a la doctrina de Santo Tomás sobre el alma: la realidad espiritual permanece cautiva en el cuerpo y no es considerada como la forma del cuerpo humano. (Enciclopedia Libre, pagina web)

El papa Clemente VIII dudó de la sentencia impuesta a Giordano antes de dictarla, porque no deseaba convertir a Bruno en un mártir. Es así como en la madrugada del 17 de febrero del año 1600, Giordano es quemado en la hoguera por rebatir las acusaciones de la Inquisición, la cual no sabía qué hacer con Bruno, pues éste atraía con sus ideas a muchos jóvenes y era para la iglesia más peligroso que los sucesores de Lutero y Calvino. Giordano era considerado un destructor del orden interior, un subversivo y de esta forma debían neutralizarlo, pero les era muy difícil encontrar a alguien capaz de estar a su altura y se le pudiera enfrentar en el proceso refutando sus ideas. Los primeros interrogatorios y su escrito en defensa habían dejado este tema muy claro: nadie podía rebatirle a Giordano. Al nolano le hicieron una jugarreta con las ocho herejías que fueron sacadas de sus obras, lo tenían acorralado, el único camino era negar que había escrito todo aquello, pero Bruno les entregó una apelación al Papa, y solo a él le explicaría sus razones. Este encuentro nunca llegó, o quizás como narra Michael White se dio el encuentro entre estos personajes de manera poética:

Mientras Bruno ardía aquel jueves festivo del 19 de febrero del año 1600, la multitud gritaba y agitaba sus banderolas, los niños corrían hacia la hoguera acercándose temerariamente a las llamas, y las madres asustadas tiraban de ellos obligándolos a retroceder. Y cuando el espectáculo hubo terminado y el mundo fue librado de otro hereje, las cenizas de Bruno fueron cayendo sobre las cornisas y los campos cercanos. Allí la lluvia infiltró en el suelo moléculas que antes habían formado parte de su cuerpo. Con el paso del tiempo, las moléculas fueron disueltas y las plantas absorbieron sus átomos. Las plantas fueron comidas por animales, y algunos de ellos terminaron llegando a las mesas de Roma y otros lugares. Otros elementos de Bruno cayeron al agua y fueron reciclados para mojar las caras de los bañistas y en vasos y copas. Y así, quizás, al menos a un nivel atómico, el Papa terminó fundiéndose con el hereje después de todo. Como hubiese dicho Bruno: el universo es infinito, y es una sola cosa. Todos somos cada uno de los otros. Todo es todo lo demás.

Escribir sobre el nolano, y darlo a conocer entre las personas como un gran filósofo lleno de más aciertos que desaciertos, ha sido una idea que me ha rondado la cabeza desde hace algunos años. Primero se presentó a mí a través de un profesor que dirán no es muy cuerdo por creer en teorías conspiranoides, luego llegó a través de mi teléfono en un libro electrónico que contenía una novela histórica basada en la vida de Giordano. Ahí fue cuando no pude desprenderme de aquellas páginas y no pude evitar sentir cierto aprecio y admiración por aquel mártir que muchos de la filosofía burguesa aún lo hacen pasar por un idealista para intentar restar la importancia histórica de su pensamiento y su influencia sobre el occidente, y para denigrar de las ideas del ilustre polaco Copérnico, del que Bruno había tomado y desarrollado. Fue un eminente profesor de mnemotecnia, famoso por su prodigiosa memoria. Apasionado poeta y escritor, maestro en fabulosas metáforas y complejas representaciones, contradictorio, extremo, polémico, testarudo, orgulloso, confuso, oscuro, misterioso y profundo, tanto en su vida como en su obra. Como se ve, Giordano Bruno, además de ser el padre de geniales intuiciones cosmológicas y acertados juicios políticos y morales, elaboró un sinfín de teorías sobre todo lo humano y divino.


 La imagen de Giordano Bruno posee una fuerza e influencia tales entre los innovadores de aquella época, que no se explica cómo este personaje no es considerado por la historia a la altura de Galileo, Kepler y Newton, como un continuador fundamental de la revolución iniciada por Copérnico. La razón quizá, está en su conducta penosa, indomable ante sus jueces y los que se encargan de escribir la historia a su conveniencia, que han intentado y siguen intentando echar leña al fuego durante muchos años. Hoy día existen autores que se esfuerzan en desprestigiar a Bruno resaltando sus frivolidades esotéricas por encima de sus aciertos cosmológicos, mientras otros esotéricos que también se ocupan de ese aspecto, quieren ver trazas de hermetismo en cada una de sus palabras; cuando solo 5 de los de sus más de 40 libros son explícitamente sobre la magia. Y aun en el tema de la magia Bruno ha sido sujeto de malinterpretaciones. Michael White, preguntándose el por qué se le han perdonado sus fantasías astrológicas a Kepler y no se ha hecho lo mismo con Bruno, llega a la conclusión que de esa manera se trata de minimizar la barbaridad que con él se perpetró, y es que aún hacen creer que no era más que un loco ocultista. Con la condena de Bruno se paralizó la marcha de la ciencia, hubo un atraso tecnológico en los países católicos; pero si a Giordano no lo hubiesen condenado, sería otra la historia que estuviésemos escribiendo: la de otro filósofo innovador, brillante e ignorado, renegado, mal comprendido; un outsider más de la filosofía.

BIBLIOGRAFIA

Enciclopedia Libre, Giordano Bruno. (https://es.wikipedia.org/wiki/Giordano_Bruno) Pagina Web.
Giordano Bruno. La Cena de le Ceneri, 1584. Libro Electrónico.
Giordano Bruno. Spaccio de la Bestia Trionfante. 1584. Libro Electrónico.
Giordano Bruno. De l’infinito universo e mondi. 1584. Libro Electrónico.
Giordano Bruno. De la causa, principio et uno. 1584. Libro Electrónico.
Giordano Bruno. De gli Eroici Furori. 1585. Libro Electrónico.
Michael White. The Pope and the Heretic, 2001. Libro Electrónico.
Miguel Ángel Pérez Oca. Giordano Bruno, el loco de las estrellas, 2000. Libro
Electrónico.
M. Rosental y P. Iudin. Diccionario filosófico abreviado. 1959. Libro Electrónico.
Johannes Hirschberger. Geschichte der Philosophie. 1954. Libro Electrónico.
Patricia Castelli. L’estetica del Rinascimento. 2005. Libro Electrónico.