sábado, 30 de noviembre de 2019

Axel y los cínicos

Amparándome en mi derecho a la pereza, reaparezco tras varios meses de ausencia, para aprovecharme del trabajo de una de mis estudiantes, que me ha enviado una pieza estupenda que merece llegar a mis millones de lectores. Se trata de Axel Sivira y su tema es la escuela cínica,  injustamente relegada al semi-olvido porque la respetabilidad de los profesores de filosofía se siente ofendida por la exuberante irreverencia de estos verdaderos filósofos, que tomaban el riesgo de vivir de acuerdo a sus ideas en vez de plegarse al conformismo de ser meros funcionarios que cobran quince y último.

Diógenes en la Escuela de Atenas

Quizás el único detalle que Axel no menciona explícitamente es que la estridente postura contestaria de los cínicos está indisolublemente ligada al sentimiento de humillación de la "auténtica" cultura griega como consecuencia de la conquista macedónica. Filipo primero y luego Alejandro sometieron a toda Grecia a su hegemonía, con lo cual la tendencia a la balcanización propia del sistema político de la polis o ciudad estado griega quedó enterrada para siempre, y por primera vez Grecia empezó a verse a sí misma como un estado nacional integrado, aunque sólo fuera como una provincia más en el inmenso imperio de Alejandro.

Moneda con la imagen de Alejandro

El de Alejandro fue, como yo siempre digo, el Primer Imperio de la Raza Blanca Europea. Y Alejandro fue el modelo que luego quisieron seguir los grandes conquistadores que vendrían después (César, Napoleón, Hitler, etc.). A pesar de no ser griegos autóctonos, los macedonios propiciaron la diseminación de la cultura griega por el oriente del Mediterráneo y el Asia Menor hasta la India. A partir de entonces la lengua griega modificada se volvió la lingua franca de toda esa área.

Hay otro detallito que Axel no menciona, y es mi anécdota favorita de Diógenes, la cual me permite hacer un pequeño comentario al margen. Cuando Diógenes Laercio pone a Platón en su biografía de Diógenes de Sínope (alias el Cínico) comete un anacronismo, ya que Platón habría muerto años antes de que apareciera Alejandro y los otros personajes de esta historia (fecha de la muerte de Platón: 347 AC. Alejandro nace en el 356 AC... o sea que Alejandro era un niño al morir Platón). Pero lo interesante es la anécdota: Platón (o quizás los platónicos) buscando una definición del hombre llegaron a decir que era un bípedo implume. Al oír esto, nuestro Diógenes buscó un pollo (muerto, supongo), le arrancó las plumas y se lo lanzó a los platónicos diciendo: he aquí el hombre de Platón. A raíz de esto, los platónicos decidieron cambiar su definición: el hombre era un bípedo implume de uña ancha.


 Para finalizar este preámbulo, quisiera mencionar otra escuela también desdeñada por las academias: los hedonistas "duros" que seguían a Aristipo de Cirene. Ciertamente, la idea platónica de despreciar al cuerpo, que no era más que una prisión del alma, y la noción que luego retomarían los estoicos (y los cristianos) de la nobleza del sufrimiento y la necesidad de atormentarse, están radicalmente opuestas a la idea de una filosofía del placer. Como siempre, encuentro que Epicuro fue el único que pudo lograr una síntesis realmente inteligente entre estas nociones. No sólo de la ética socrática y el hedonismo, sino del materialismo democríteo y el idealismo platónico... y bien, basta de prólogos y pasemos a leer y disfrutar el excelente ensayo de Axel.


CÍNICOS
Por Axel Sivira

 El pensamiento del período helenístico suele interpretarse como una gran neblina que cubre el mejor paisaje luego de un hermoso día soleado. Este período no ha recibido la atención que se merece, durante siglos se le tuvo como un estado de resaca filosófica, debido a la concepción de que la filosofía había alcanzado su punto máximo, la cumbre del saber con el pensamiento de Platón, las investigaciones de Aristóteles, y por tanto, ya no habría más que descubrir, inventar o cuestionar. Es así como se creyó que las escuelas filosóficas del período helenístico: cínica, epicúrea, estoica y escéptica, se volcarían por el camino opuesto a la senda de los máximos pensadores. Más allá de esta interpretación sobre la filosofía de este periodo, existen pruebas de que la filosofía helenística tiene gran actualidad y pertinencia en nuestra cultura, e incluso sus nombres forman parte de nuestro vocabulario: estoico, epicúreo, cínico y escéptico, estos conceptos definen tipos humanos que cualquier persona sabe reconocer. Cabe mencionar que el uso que se les da a estos conceptos es diferente a la fiel formulación de las doctrinas originales, pero se podría decir lo mismo de otras expresiones tomadas de la filosofía que son utilizadas comúnmente, como es el caso de lo que se conoce por amor platónico, que no será lo mismo que se encuentra en los diálogos de Platón. Es por esto que podemos decir que lo que la academia ha despreciado durante tanto tiempo, resulta tener en estos tiempos una vigencia muy superior para una persona común y corriente, que las grandes y aparatosas teorías de la antigüedad clásica
En el inicio del período helenístico (finales de siglo IV a.C.) existieron varios movimientos filosóficos que se declaraban descendientes de Sócrates, y entre estos socráticos estaban los cínicos. Esta palabra hoy se utiliza como un insulto de tipo moral, y si nos vamos al origen de la palabra observaremos que proviene del “griego κυνικός: relativo o semejante al perro; por ejemplo, Cinosargo, mausoleo del perro… (Los Cínicos son) representantes de una escuela filosófica de la antigua Grecia, seguidores de Antístenes... Los cínicos expresaban la mentalidad de las capas democráticas de la sociedad esclavista. Entendían que la base de la felicidad y de la virtud se encontraba en el desdén por las normas sociales, en la renuncia a la riqueza, a la gloria, a todas las satisfacciones de los sentidos”. (Diccionario filosófico, 1965:66)
Los cínicos buscaban un modo de vida que les permitiera ser autosuficientes para no depender de los demás, ni estar sometidos a necesidades evitables. Al igual que Sócrates, poseían una voluntad reformista deseando: “incidir en la sociedad ateniense para liberarla de falsas creencias y mitos, de convencionalismos estereotipados y de estructuras de poder tan interiorizadas por las conciencias individuales que ya pasaban desapercibidas para todo el mundo” (Filosofía Helenística, 2015). Este espíritu reformista de Sócrates se puede observar en la siguiente cita:
Yo digo que no sé nada —proseguía luego Sócrates— porque en realidad todos mis conocimientos son triviales, sólo útiles para salir del paso o entretenerme. Pero me falta saber lo más importante de todo, lo único imprescindible: cómo se debe vivir. ¿De qué me sirve saber cómo hacer esto o aquello si ignoro qué hacer con mi propia vida? Sería igual que estar muy orgulloso de lo bien que sé andar y hasta de lo mucho que puedo correr… pero sin tener ni idea de dónde vengo ni hacia dónde me conviene dirigir mis pasos. A mis conciudadanos atenienses creo que les pasa lo mismo que a mí, que tampoco saben cómo debe vivirse. Hacen lo que ven hacer a los demás, pero sin saber en el fondo si es bueno o malo. Ni siquiera piensan por sí mismos sobre este asunto, se conforman con repetir lo que hicieron sus padres y sus abuelos; otros prefieren imitar a los más ricos — ¡ah, por algo serán ricos! — o a los más fanfarrones y brutos, confundiendo su bravuconería con ser de veras enérgico y fuerte. Algunos siguen su capricho de cada momento y hacen sólo lo que les apetece: ahora como y bebo hasta hartarme, luego me echo a dormir y no me preocupo de qué pasará mañana. Y todos están muy contentos consigo mismos y se las dan de listos. (Historia de la filosofía sin temor ni temblor, 2011)

Es así como ante el espíritu reaccionario de la sociedad ateniense, su forma de pensar, de actuar y vivir, los cínicos respondían a su corrupción y degeneración diciendo que se debía volver a la naturaleza, llevar una vida sencilla libre de aspiraciones nocivas y frustrantes impuestas por una educación perversa y una fuerte presión social. Expresaban que las riquezas, todo tipo de bienes materiales, prestigio, honor, aceptación social, son ilusiones que no pueden más que precipitar a abismos de desolación. Todo lo que no sea lo natural, lo imprescindible, con lo que una persona nace, conduce a la frustración y al dolor. Todo este rechazo a las convenciones de la sociedad se traducía en la aspiración a vivir según la verdadera naturaleza humana, que no excluye la racionalidad. Con respecto a lo antes mencionado Anthony A. Long expone: 
Según Diógenes, el hombre solo necesita disciplina propia, física y mental, para realizarse plenamente y vivir conforme a la naturaleza (D. L., VI. 24- 70). Las cosas convencionalmente consideradas como bienes —propiedades, atractivo físico, posición social— son irrelevantes, incluso enemigas del bienestar humano (D. L, VI, 72). La verdadera felicidad no puede tener nada que ver con algo que no resista la pregunta: « ¿Responde esto a mi naturaleza como ser racional?» Es difícil saber exactamente qué entendía Diógenes por razón, logos, pero a mi juicio era la phronesis, sabiduría práctica. Defendía un tipo de vida en que un hombre obre de manera que lo que de veras es valioso para él, su bienestar interior, no pueda ser afectado por juicios convencionales, sociales y morales, ni por cambios de fortuna; solo así se alcanza la verdadera libertad (D. L., VII, 71). Una vida como esta sería natural, en el sentido de que no requiere nada aparte de unas mínimas exigencias físicas del mundo exterior. Una vida como ésta sería natural, en el sentido de que no requiere nada aparte de unas mínimas exigencias físicas del mundo exterior. En este punto se percibe la referencia de los cínicos a la conducta de los hombres primitivos y de los animales. La vida de estos también es natural, puesto que la razón es una capacidad humana innata que trasciende las fronteras culturales y geográficas. Diógenes rechazaba todas las teorías sobre el bienestar humano que no pudieran compartir todos los sabios, de toda condición étnica y social. (Filosofía Helenística, 2015)



Los cínicos eran pensadores callejeros que filosofaban viviendo y actuando, se enfrentaban a la sociedad molestando tanto como podían, a veces con groserías, chistes y sarcasmos. Se dieron a conocer no sólo por su desvergüenza o groserías, provocaciones o irreverencia, sino también por su espíritu subversivo, por su enfrentamiento a las convenciones falsas y a la refinada hipocresía de la civilización, por sus performances, composición de sátiras y discursos contra los males y la corrupción de la sociedad. Los más conocidos fueron Antístenes (445-366), Diógenes de Sínope (c. 410- 323), Crates de Tebas (c. 368-c. 283) y su esposa Hiparquia. 
Antístenes fue un sabio austero y solitario, con una confianza radical en el ser humano individual y una desconfianza total hacia las instituciones de cualquier clase. Fue uno de los filósofos más relevantes de su época, discípulo de Sócrates, y tuvo a su vez una influencia decisiva en algunas de las escuelas que se formaron en este periodo, tanto por sus teorías como por su actitud y su forma de vida. Es considerado precursor de la escuela cínica a través de Diógenes y de Crates, y de la escuela estoica a través de otro de sus seguidores, Zenón de Citio. Participó en la batalla de Tanagra, su padre fue un ciudadano ateniense y su madre una esclava tracia, este mestizaje le impedía conseguir la ciudadanía ateniense. 

Antístenes apaleando a Diógenes para que deje de fastidiarlo
Comenzó en la filosofía como discípulo del famoso sofista Gorgias. En este mismo tiempo se inició también en los misterios órficos. Se cuenta como anécdota que cuando se inició en estos ritos y oyó al sacerdote decir que los iniciados gozaban de grandes dones en el ultramundo, le preguntó cáusticamente por qué no se moría de inmediato. Sin embargo, su principal aprendizaje fue con Sócrates, de quien se hizo discípulo y amigo hasta la muerte de éste. Un buen día Antístenes decidió prescindir de todo lo superfluo y fundar su propia escuela. Lo hizo en un gimnasio en las afueras de Atenas llamado cinosarges, que quiere decir el perro blanco (perro raudo o veloz, según otras versiones), dando lugar a la duda de si de esta circunstancia derivaba el nombre de la escuela cínica. El cambio radical se manifiesta también externamente, al vestir con un manto, un zurrón y un bastón, indumentaria que se convierte en el uniforme del cínico. Prescinde de una manera decisiva de todo lo que no puede llevar encima, con la intención de librarse de los caprichos de la fortuna y regir su propio destino. 
El objetivo es alcanzar la felicidad y esto se consigue si uno depende sólo de sí mismo. Lo fundamental es la independencia de todo condicionamiento exterior, la autosuficiencia, que puede aprenderse pero que requiere un esfuerzo. Las leyes establecidas, las convenciones sociales no eran para este sabio, que como todos los cínicos despreciaba las normas, las instituciones, las costumbres y todo lo que representa una atadura para el hombre. Predicaba una vuelta a la naturaleza como revulsivo a la domesticación social y cultural que se imponía en las ciudades. 
Discípulos de Antístenes:
a) Diógenes nació en Sínope, ciudad del Ponto, año 414 a.C. Su padre fue condenado y murió en la cárcel por monedero falso; y como Diógenes hubiese sido cómplice de su padre en la fabricación de la moneda, se dirigió a Atenas huyendo de la justicia. Antístenes, que al principio no quiso recibirle en su escuela, y hasta empleó la violencia y los golpes para apartarle de su lado, le admitió por fin, en vista de su insistencia. Después de llamar la atención de los atenienses con su vida y costumbres verdaderamente cínicas, y después de entretener los ocios y la hilaridad de aquéllos con sus extravagancias por espacio de bastantes años, se halló reducido a la condición de esclavo, no se sabe cómo ni por qué. Vendido a Xeniades de Corinto, permaneció en su casa hasta que murió de edad avanzada. Según algunos, su muerte fue voluntaria, a consecuencia de haber retenido violentamente la respiración; según otros, tuvo lugar a consecuencia de haber comido un pie crudo de buey. Xeniades, noble y rico ciudadano de Corinto, le confió la educación de sus hijos, cuya adhesión supo ganarse, así como la admiración de los corintios, que honraron su memoria con estatuas después de su muerte. Se le atribuyen algunas frases como: «Los oradores ponen grande estudio en hablar bien, pero no en obrar bien.» «Se pone cuidado en robustecer el cuerpo por medio de ejercicios corporales, pero nadie se cuida de robustecer el alma por medio de la virtud.» «Rico ignorante, carnero con vellón de oro.» La figura de Diógenes enseguida pasó a ser una leyenda de provocación y la imagen del sabio cínico por excelencia, de aspecto descuidado, burlón y sarcástico. Su forma de vida perruna, su estilo agresivo, su comportamiento siempre en confrontación, son su sello personal.


Vivía en un tonel, buscaba a plena luz del día con un candil, nada menos que al hombre; se masturbaba en público, comía carne cruda. Si alguien es el prototipo del trasgresor, ese es Diógenes de Sínope. Desde sus comienzos en Atenas mostró un carácter apasionado, llegando Platón a decir de él que era un Sócrates que se había vuelto loco. Pone en práctica de una manera radical las teorías de su maestro Antístenes. Lleva al extremo la libertad de palabra, su dedicación es criticar y denunciar todo aquello que limita al hombre, en particular las instituciones. Propone una nueva valoración frente a la tradicional y se enfrenta constantemente a las normas sociales. Se considera cosmopolita, en cualquier parte se encuentra el cínico como en su casa y reconoce esto mismo en los demás, por tanto, el mundo es de todos. La leyenda cuenta que se deshizo de todo lo que no era indispensable, incluso abandonó su escudilla cuando vio que un muchacho bebía agua en el hueco de las manos. Conoció a algunos de los filósofos y gobernantes de la época. Se cuenta la anécdota de que estando un día en las afueras de Corinto, se le acercó Alejandro Magno y ofreció concederle lo que quisiera, a lo que el filósofo respondió simplemente: “apártate a un lado que me quitas el sol”. 
b) Crates, natural de Tebas, fue el discípulo principal de Diógenes, a la vez que el continuador de la doctrina y modo de vida de los cínicos, si bien su carácter y sus acciones no presentan la exageración cínica de Diógenes. A pesar de su deformidad y pobreza, la ateniense Hiparquia, notable por su belleza, concibió una violenta pasión por Crates, con el cual se casó y vivió una vida perfectamente cínica, y hasta enseñando también de palabra y por escrito la filosofía de su marido. El mérito principal del filósofo de Tebas es haber sido maestro de Zenón, con el cual y por el cual el cinismo se transformaría en estoicismo. Como todos los cínicos predicaba la autarquía y la sencillez dando ejemplo con su vida y sus actos, y aunque de estilo menos agresivo que sus predecesores, su actitud es la misma que los demás. Para Crates, la filosofía le libera de su esclavitud externa, en cuanto a la familia, la propiedad o las costumbres sociales, y le libera también de la esclavitud interna de sus opiniones, manteniendo su radical libertad individual. Para conseguir vivir felizmente, es suficiente con lo mínimo, es esencial la frugalidad y la distancia con las instituciones y las leyes. Pretendía propagar los principios de Diógenes, de una manera atractiva, y así probablemente consiguió llegar a una audiencia bastante amplia. Protagonizó uno de los escándalos más curiosos de la filosofía antigua: su historia de amor con Hiparquia, filósofa cínica como él.

c) Metrocles e Hiparquia de Maronea fueron dos hermanos que provenían de una familia rica de Maronea. Metrocles tuvo desde muy temprano inquietudes filosóficas y gracias a que tenía bastante dinero pudo dedicarse a ello sin problemas. Fue discípulo de Teofrasto y luego también de Jenócrates. Pero no se sintió satisfecho hasta que encontró a Crates y se hizo discípulo suyo, abandonando sus pertenencias. Fue conocido como un experto en la anécdota breve, con ánimo de memorizar y utilizar como guía. Su hermana Hiparquia conoció a Crates, del que se enamoró, y en contra de las normas sociales de la época, mantuvo con él una relación cínica. Hiparquia aparece como una de las pocas mujeres filósofas.
d) Onesícrito de Astipalea Su vida transcurrió aproximadamente entre los años -380 a -300. Fue otro de los discípulos importantes de Diógenes y el más viajero. Acompañó a Alejandro Magno en una expedición a la India, donde entró en contacto con los gimnosofistas hindúes, a los que define como sabios o santones medio desnudos a los que comparó con los cínicos griegos. Su vida no fue la de un auténtico cínico al estilo de sus predecesores, pero su actitud y propagación del cinismo hicieron que Diógenes Laercio le incluyera en su libro y su nombre figura en cualquier lista de cínicos. 
e) Otros cínicos menos conocidos
Diogenes Laercio aún menciona a otros tres filósofos en la lista de cínicos y a los que trata más brevemente: Mónimo de Siracusa, que fue discípulo de Diógenes; Menipo de Gadara, discípulo de Crates; Menedemo de Lampsaco y dos más en otras partes de su libro: Bión de Borístenes (-335 a -245) que fue vendido como esclavo, y acabó en Atenas estudiando filosofía con Crates; y Estilpón de Megara (-360 a -280) que pasó por la escuela cínica (es probable que fuera alumno de Diógenes) y acabó fundando su propia escuela: la megárica. De los filósofos posteriores a Diógenes, solo destacaremos a Luciano de Samosata, que fue una mezcla de cínico y de epicúreo, escribió numerosas obras, casi todas de carácter satírico, así como diálogos en algunos de los cuales intervienen filósofos cínicos. 
El término cínico es una de esas nociones que han ido perdiendo su significado original hasta transformarse en algo distinto. Tanto es así que hay algunas propuestas para usar los términos quínico o kínico, con el fin de diferenciar claramente el concepto de cínico en su sentido original del que se usa hoy en día, es decir, diferenciar en concepto de cínico en sentido filosófico, de su sentido popular. Los cínicos tienen como máximas: 
La virtud sola basta para la felicidad; que quien la posee no tiene que desear más que el valor; que consiste siempre en acciones y nunca en palabras; que toda ciencia y arte son inútiles; que el filósofo debe acomodarse a las leyes de la naturaleza y no a las de los hombres, y que siendo solamente él capaz de distinguir lo que merece alguna afección, si trata de casarse debe escoger una mujer digna de su amor para reproducirse en sus hijos. Pero esta última máxima no tardó en caer en desuso entre sus sectarios, quienes prefiriendo el título de cosmopolitas al de ciudadanos, sacudieron la dependencia consiguiente a los vínculos del himeneo y justificaron el nombre de cínicos (en griego perros) que caracterizaba perfectamente la impudicia de que hacían alarde. «Dáseles este nombre, dice Ammonio, antiguo comentador de Aristóteles, a causa de la libertad de sus expresiones y de su amor por la verdad; pues se nota que el instinto del perro tiene algo de filosófico y que le sirve para distinguir a los hombres, ladrando a los extraños y acariciando a los de la casa. Los cínicos de la propia manera acogen y acarician la virtud, y a los que la practican, en tanto que reprueban las pasiones y vituperan a los que se entregan a ellas, aunque estén sentados en un trono.» (Enciclopedia Moderna Madrid 1851 tomo 8 columnas 665-668) 

Daraki y Romeyer-Dherbey. Cínicos, estoicos y epicúreosAkal, Madrid, 1996, p. 9

Los cínicos consideran que la forma de vivir es parte fundamental en la filosofía e inseparable de su manera de pensar, proponen una vida conforme a la naturaleza, tomando a los animales como ejemplo de autosuficiencia. Los animales tienen pocas necesidades y se adaptan rápidamente a la situación en que se encuentran. La imperturbabilidad (apatheia) es el ideal del sabio cínico, que vive alejado de todo lo que le produce perturbación o angustia y es capaz de adaptarse con indiferencia a las circunstancias. El cosmopolitismo cínico está relacionado con la libertad de no pertenecer a ningún país, ni estar obligado por las leyes. Adoptan un estilo de vida que representa su independencia y proclaman la necesidad de autosuficiencia (autarkeia) para conseguirla. Pero para lograr esta autosuficiencia es preciso vivir de una manera sencilla, con deseos que puedan ser satisfechos fácilmente y con las únicas pertenencias que uno pudiera "salvar en caso de naufragio". 
El cinismo es una de las manifestaciones más radicales de la filosofía y también de las más incomprendidas. El sabio cínico considera que para alcanzar la felicidad es necesario la libertad, el desapego. Los cínicos no estaban dispuestos a conceder que la felicidad dependiera de cuestiones ajenas a sí mismos, la libertad está en el centro de la forma de pensar cínica y se refiere a la libertad de acción y a la libertad de expresión, y libertad frente a todo aquello que pueda esclavizarle. 
J.A Cardona explica que si en la actualidad el conocimiento de la filosofía antigua estuviera más extendido, sin duda se tendría por descendientes de los cínicos a los miembros de la tribu urbana llamados perroflautas, jóvenes que se niegan a pasar por el aro del sistema capitalista, que optan por procurarse la existencia mediante la exhibición de juegos de malabares o escupe fuegos y sus interpretaciones de flautas, siempre van desaliñados y harapientos, con el pelo en rastas sucias y acompañados de un fiel perro. Los cínicos también recuerdan los mejores tiempos del surrealismo parisiense del siglo pasado, y los clochards o indigentes son ahora uno de los atractivos turísticos de esta ciudad.

Clochard parisino

 Podríamos concluir que los cínicos fueron un montón de outsiders que llevaron una vida que ligaba sus acciones a lo que profesaban, como ejemplos de su filosofía de vida. Es por esto que podemos decir que el cinismo sigue vigente en nuestra época, tal vez no tan marcado como Antístenes y su garrote, o quizás un Diógenes y su tonel, pero sí en ese espíritu contestatario e inconforme al sistema de una sociedad hipócrita, capitalista y consumista, en ese desear poco y de lo que tienes desear menos, en el desapego a los bienes materiales, en la autosuficiencia, en la imperturbabilidad, en la libertad como centro de la forma de pensar, libertad ante lo que pueda esclavizarte, la felicidad conseguida solo a través de sí mismo, en el robustecer el alma por medio de la virtud, en esos grandes performances y sátiras que realizaban como provocación a la sociedad para que escuchara, viera y así reflexionara. 
Todo lo antes mencionado sigue vigente y se puede observar heredado por los artistas de teatro callejero, en activistas ecológicos, en personas con ideología de izquierda, en algunos cristianos, en artistas de la calle, en personas diferentes, y como principio cosmopolita ha traspasado las fronteras de Atenas para llegar a todas partes del mundo. Esta filosofía un poco escatológica que ha evolucionado con el pasar de los siglos no la han adquirido muchos ciudadanos del mundo, quizás sigan siendo tan pocos como los cínicos del siglo IV a.C., pero es un hecho que atrae a los curiosos aunque sea para repudiarla y que el cinismo que ha sido poco comprendido, poco valorado, ridiculizado, ignorado y que ha tratado de ser vetado por la academia, después de tantos siglos sigue más vivo que nunca en todos los outsiders que la predican con el ejemplo.

BIBLIOGRAFIA

Cínicos (2019) Página web. http//www.cinicos.com.
Diccionario filosófico (1965). Libro Electrónico.
Enciclopedia Moderna Madrid tomo 8 (1851). Libro Electrónico.
Fernando Savater (2011). Historia de la filosofía sin temor ni temblor. Libro Electrónico.
J. A. Cardona (2015). Filosofía Helenística. Libro Electrónico.
Johannes Hirschberger (1954). Geschichte der Philosophie. Libro Electrónico.
Zeferino González (1986). Historia de la Filosofía. Libro Electrónico