jueves, 29 de diciembre de 2022

El dromedario de Atenas

 


 

Un camello le dijo a un dromedario:

Me envidias porque yo tengo dos jorobas y tú una sola.

El dromedario respondió: No olvides, mi camélido primo,

Que menos es más.

(Sabiduría del Necio)

Haciendo esgrima con la espada de Damocles.

La “espada de Damocles” pende de un hilo sobre la cabeza de un envidioso, según una leyenda que no tiene caso repetir aquí. Lo que me interesa señalar es que a los profesores de secundaria (entre los que todavía me cuento) se les dice que la amenaza que pende sobre sus cabezas es nada menos y nada más que la LOPNA, la Ley Orgánica para la Protección de Niños y Adolescentes. ¿Cómo es eso posible? Bueno, imaginemos que un profesor está dando clase y un joven estudiante le pide permiso para ir al baño. El profesor le da el permiso, el muchacho sale y, en vez de ir al baño, se va a la calle y lo atropella un carro. Según la perversa interpretación de la ley que los profesores deben oír constantemente, si eso ocurre, el docente en cuestión no sólo va preso, sino que tendrá que pagar todos los gastos médicos del jovenzuelo. Y ser el hazmerreír de todo el mundo.


 

En mi opinión, esto no es más que otra expresión del autoritarismo retrógrado que impera en la educación… en todos los niveles, en nuestro país, y probablemente en todo el mundo. El razonamiento detrás de este disparate es una falacia perfecta: ya que los estudiantes son menores de edad, el profesor es responsable por ellos; y ya que es responsable por ellos, tiene que dejar que se les reviente la vejiga, porque si los pierde de vista, si no está vigilándolos y controlándolos constantemente, será castigado. 


 

Lo que se puede deducir de esta falacia es que el profesor es un carcelero, el aula es una celda, el estudiante es un prisionero y el liceo es una cárcel. ¿Dónde queda el discurso (cada vez más olvidado) según el cual se educa por amor, en el amor, para el amor? La relación de supuesto “amor” entre estudiante y maestro, bajo esas premisas, no es más que una variante del síndrome de Estocolmo. ¿Qué diría Simón Rodríguez? ¿Qué diría Juan Jacobo Rousseau? ¿Qué diría Paulo Freire?


 

Yo dudo que realmente haya un artículo en la LOPNA que legitime esta locura. En verdad, nunca he leído la LOPNA: siempre me han aburrido terriblemente los textos legales. No sirvo para abogado. Además, creo que una cosa es la ley y otra la justicia. El otro día oí en una de esas películas gringas de abogados que no en balde se representa a la justicia como una mujer con los ojos vendados que sostiene en una de sus manos una balanza. En un platillo va la ley y en el otro, la verdad. Cuando están equilibrados hay justicia… En la otra mano va la espada del castigo…. 


 

Pero ni la ley ni la justicia tienen nada que ver con el discurso que pretende establecer que, si algo le pasa al estudiante en las horas en que se supone que debería estar bajo la vigilancia del maestro, la ley primero va a ir por la cabeza del director del liceo, y finalmente por el profesor. El “pobresor” es el hijo de la panadera, el sirviente mal pagado, un tipo que si tuviera iniciativa estaría vendiendo perros calientes en la puerta del liceo, pero ya que es un perdedor que se ha dedicado a la enseñanza, entonces tiene que pagar los platos rotos.


 

Todo eso es herencia de antiguos autoritarismos, y también es la máscara de la cobardía, porque todos les tienen miedo a los jóvenes estudiantes, a los turbulentos adolescentes que están pasando por la etapa más difícil de la vida, la transformación de niño a adulto… porque de tanto teorizar y legislar y planificar han logrado no poder enseñarles nada a esos muchachos, que sólo oyen la llorantina de sus profesores por lo poco que les pagan, porque prefieren irse a un colegio privado a que les paguen en dólares… 


 

Qué triste es tener que jugar a ser figura de autoridad, pero sin poder ejercer la verdadera autoridad que debe tener un maestro… como decía Simón Rodríguez, el maestro se escoge por sus aptitudes, por ser “dueño de la materia que debe enseñar, y por conocer el ARTE de enseñar, que es LLAMAR, CAPTAR y fijar la ATENCIÓN”… Hemos logrado (o ellos, los que tienen el poder en el sistema educativo, han logrado) que el profesor se sienta como un infeliz, un pobre diablo cuyo último recurso es gritar y amenazar a sus estudiantes, “poniéndoles carácter”, usando las calificaciones como instrumentos de terror… un carcelero de pacotilla, un perro sin dientes que sólo puede ladrar su impotencia… un esgrimista sin sable, al que sus jefes aterrorizan con la falsa espada de Damocles de una ley que nadie conoce, pero que se invoca como el colmo de la humillación en una profesión alienante, despreciable, a que sólo un tonto de capirote puede dedicarse… 


 

Por supuesto que esto no tiene que ser así. Si te decides a nadar contra la corriente, ganándote de enemigos a tus propios colegas, si no le tienes miedo a la soledad y al desprecio, si entiendes que nadie se hace maestro para enriquecerse, entonces puede ser que logres que algunos de los muchachos aprendan algo bueno. Mi mayor satisfacción, en lo personal, es lograr que alguno de mis estudiantes, especialmente si es un chico calificado de “problemático” porque no se adapta al panóptico en que quieren convertir al liceo, descubra sus aptitudes y tenga la iluminación del conocimiento y sienta el placer de poner en práctica su inteligencia.

Derrota y Fracaso.

a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas haya sido humilde hasta igualarme a las piedras

Rafael Cadenas (Derrota)

Supongo que existen muchas clases de poetas, pero una de ellas es la del triunfador, el seductor, el coronado de laureles, el celebrado, el aplaudido, el ganador de los “juegos floridos”, el que siempre tiene algo ingenioso que decir… El popular, el famoso, la encarnación del YANG.

Por otro lado, está el poeta ensimismado, que acepta y proclama su debilidad, futilidad, vanidad, su “ridícula ambición”. Esta clase de bardo busca la gloria patética de su anulación, su oscuridad, su insignificancia… es capaz de creer y de decir que sus únicos “activos” son la soledad, el silencio y la tristeza. En esta clase de poeta predomina el YIN. Entre nosotros, esta última tipología está encarnada en Rafael Cadenas.

Foto: Marina Gasparini Lagrange

 

Yo creo que Derrota y Fracaso son dos grandes poemas. Nuestra querida patria siempre ha sido favorable a la prosopopeya triunfalista de militares, políticos y politiqueros. Y los poetas más celebrados tienden a ser los del género épico, cantores de batallas y hazañas bélicas y triunfos, porque la derrota es una disonancia, no suena armoniosa y gloriosa como el éxito y la victoria.

Entonces, que un poeta sea reconocido por cantar sus derrotas y fracasos es un fenómeno muy original, un tipo de gloria muy difícil de llevar, dadas las características de “pájaro bravo” y “querre-querre” que tanto gustan a los venezolanos. Ya Andrés Eloy Blanco, a quien también considero un gran poeta (pero del tipo YANG), decía que este país está lleno de hombres retrecheros y perdonavidas que se han dejado quitar grandes trozos de su territorio sin saberlo defender… Pero esa es una digresión. 


 

Rafael Cadenas ha ganado el Premio Cervantes, supuestamente el mayor homenaje que se puede hacer a un escritor de lengua española. Otra característica de los venezolanos es su hambre de reconocimiento: de allí que estemos tan orgullosos de “ganar” los premios Guinness a la orquesta más grande del mundo, al conjunto de gaitas y la bailanta de salsa casino más grandes del mundo… y estamos locos por ver a José Gregorio Hernández exaltado al Salón de la Fama del santoral católico. Mientras tanto, la Vinotinto sigue sin clasificar al Mundial y la Serie del Caribe sigue mostrándose esquiva; y el Clásico Mundial de Beisbol, que sí lo podríamos ganar, sigue siendo un anhelo insatisfecho…


 

Cuántas veces he leído crónicas de periodistas queriendo alabar a Rafael Cadenas como un gran valor nacional, como Camaleón García o Gualberto Ibarreto o el Morocho Hernández, pero cuando leen Derrota o Fracaso su tarea se les complica mucho… Qué paradójico. En realidad, el fracaso nos hace humildes, silenciosos y rebeldes…

Recomendándoles que lean Derrota, Fracaso y el Tao Te Ching, con este breve escrito me despido de mis queridos cuatro gatos lectores por este año 2022… un año decisivo para la historia de la humanidad… y a los que aún creen en el Fin de la Historia, prepárense, porque el 2023 será todavía más histórico.

Hablando de historia, saludo desde mi modesta insignificancia al Rey Pelé en su pase a la inmortalidad. Esa selección brasileña de 1970 es una imagen que siempre guardaré en mi memoria como ejemplo de belleza heroica, de virilidad atlética y de sana alegría. 

 PS: Nelson Mandela se la comió con este comentario sobre Pelé: "Verlo jugar era observar el deleite de un niño combinado con la extraordinaria gracia de un hombre en su plenitud".(Fuente: BBC Mundo)

viernes, 11 de noviembre de 2022

El Trabalengua Podcast y otras ociosidades

 

Al fin pudimos cumplir una aspiración que habíamos tenido por mucho tiempo, que era llevar el programa El Trabalengua desde la radio comunitaria (donde seguimos transmitiendo, los miércoles a las 5 pm, por Radio Tiuna 102.9 FM) a la anhelada Nube, la Red que todo lo cubre. Esto ha sido posible gracias al apoyo del proyecto multimedia de Ashram, Hogar de Emprendedores. Ya hemos realizado tres programas que pueden verse por YouTube. 

El primero se lo dedicamos a Fruto Vivas, aprovechando la información privilegiada a que tuvimos acceso al participar en la edición del libro Fruto Vivas, pensamiento y obra. Todavía lamentamos no haber conseguido fotos de Fruto joven. Nos preguntamos si tendría el pelo negro, o si sería rubio...

Fruto Vivas en nuestra mente



El segundo se basa en el libro Manuel Piar, caudillo de dos colores, de Francisco Herrera Luque, autor al que siempre queremos reivindicar por atreverse a contar versiones alternativas de nuestra historia, desafiando ese culto a Bolívar que tal vez nos impide tener una visión más libre de ella. Fue un programa muy apasionado donde tratamos varios temas y quizás, modestamente, transgredimos algunos tabúes.

Manuel Piar, mulato rubio y mártir


 


El tercero también es polémico porque trata de Rusia y nuestra Rusofilia. La actual guerra en Ucrania tiene un claro frente mediático que pretende satanizar a Rusia y a sus líderes. Observen lo que está ocurriendo con Russia Today (RT): desde hace meses tiene saboteado el audio. Hay ciertos programas en los que apenas se entiende lo que dicen. Es la Rusofobia en acción. Supongo que si fuéramos un medio de alta difusión también nos censurarían. Ser pequeño puede tener sus ventajas.

Desafiando la Rusofobia

Nuestro agradecimiento a Hilario y a la gente de Ashram por la oportunidad, y a nuestra querida Jasuina por mostrarnos el camino. Cuando el tiempo y la salud nos lo permitan (hemos estado un poco enfermos por efecto de los coletazos de huracanes y demás calamidades atmosféricas) seguiremos produciendo estos programas. Es un verdadero placer.


Para mis queridos cuatro gatos lectores de este blog también quiero presentarles dos proyectos de exposición de fotografías digitales en video. La primera me gustó tanto que me envicié e hice dos más. Pero la tercera todavía no está terminada. Anoche subí los dos primeros a YouTube.


 

En este primer video, expongo algunos puntos de lo que podría llamar mi filosofía de la imagen:

Devaneos de un fotógrafo sin cámara o Nada es Trivial 


 

El segundo video me sirve para finalmente exponer mi trabajo de muchos años con la fotografía nocturna. Inspirado libre y abiertamente en la película Taxi Driver de Martin Scorsese:

Noches Húmedas y Secas 


 



miércoles, 31 de agosto de 2022

Por sus frutos los conoceréis

No logré encontrar fotos de Fruto joven

 

A los 94 años, Fruto Vivas finalmente entra en la historia. Siempre he pensado que mientras uno esté vivo, aunque tenga cien años, sigue siendo un contemporáneo, otro espectador del inasible presente, un habitante más de este universo, que es apenas uno de los infinitos posibles. Pero cuando uno muere, pueden pasar dos cosas: o bien uno entra en la historia, volviéndose parte de la memoria colectiva, protagonista mitológico de aventuras y desventuras que ya nadie sabe cómo ocurrieron en un pasado para siempre irrecuperable; o bien se resigna a la tranquila aniquilación, a la paz definitiva del olvido.


Fruto Vivas no será olvidado. Su vida errante fue fabulosa; su genio creativo, incansable; su lealtad a principios trascendentales, inquebrantable. Su idea siempre lúdica del arte lo llevó a interactuar con otros personajes igualmente fantásticos, que colaboraron con él en colosales proyectos, muchas veces irrealizables. También siempre he pensado (quizás lo leí en alguna parte) que un arquitecto es lo más cercano que hay a un cineasta: un emprendedor de sueños cuya realización requiere del trabajo de un ejército de especialistas en saberes y técnicas a veces milenarias, a veces ultramodernas, que someten el sueño a los prosaicos compromisos materiales de una industria compleja e implacable.


Nunca lo conocí personalmente. Pero hace unos años participé en un proyecto que seguramente será fundamental para preservar su memoria: el monumental libro Fruto Vivas: pensamiento y obra, editado en 2012 por mis amigas de Editemos, supervisado por el hermano de Fruto, Efraín Vivas, con el patrocinio de la renombrada (para bien y para mal) empresa brasileña Odebrecht.

Mi participación en esta obra fue de lo más modesta: simplemente fui el encargado de traducir al inglés los textos escritos por el propio Fruto y otros arquitectos, críticos y testigos de su accionar. Pero recibí como recompensa, aparte de un dinero que gasté hace mucho, un voluminoso ejemplar de los 1.500 que se imprimieron. Es uno de esos libros que una persona común y corriente nunca podría comprar, pues han sido pensados para formar parte de colecciones institucionales, como piedras angulares de la historiografía de hechos y personajes que eso que llaman “la sociedad” considera influyentes y trascendentes.

Y ahora abandonaré la retórica laudatoria para descender a lo didáctico, ya que muchos de mis lectores tal vez no conozcan el ABC biográfico, los datos esenciales de la historia del personaje. Para ayudar a divulgar esta información a los que no tienen la menor idea de quién era Fruto Vivas, aprovecharé que soy uno de los pocos afortunados que poseen un ejemplar del susodicho libro para citar la cronología publicada en la parte final de éste.


Fruto Vivas, uno de los nombres artísticos más hermosos que yo haya oído (su verdadero nombre es José Fructuoso), nació en La Grita, estado Táchira, el 21 de enero de 1928. Un acuariano nacido en pleno gomecismo, en la tierra misma del Benemérito dictador. A los 12 años ya se siente arquitecto y diseña y construye una pequeña capilla “con una carretilla llena de cal y un machete”. Años después estudiaría arquitectura en la Universidad Central de Venezuela. Antes de graduarse, el joven Fruto ya ha diseñado diversos proyectos, entre los que destaca una casa para el general Marcos Pérez Jiménez, su paisano tachirense, en Playa Grande, en el Litoral Central, en 1954. Actualmente, la casa es la residencia oficial del gobernador del estado La Guaira.


Todavía sin graduarse de arquitecto, realiza otro proyecto innovador: la sede del Club Táchira en Colinas de Bello Monte, dotada de un techo o membrana que él describe como “una gran cáscara de hormigón”, algo nunca antes visto en Caracas. En este proyecto colaboró por primera vez con el legendario arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, el célebre diseñador de la futurista ciudad de Brasilia.


Al año siguiente realiza en Mérida el Hotel Moruco, empleando el acapro, la madera del araguaney. En esta obra, las vigas de madera se unieron sin utilizar un solo tornillo, gracias a un ingenioso sistema de tarugos y cuñas. Ya para entonces se le encargaban numerosos proyectos públicos y privados en todo el país. En 1958, fiel a su perenne militancia comunista, viaja a la Unión Soviética, donde participa en un Congreso Internacional de Arquitectos en Moscú. El mismo año es invitado por el gobierno de la República Popular China, muy interesado en sus planes sociales de vivienda.

Durante los años 60, empieza a utilizar materiales innovadores, en particular estructuras metálicas ultralivianas. Sus ideas políticas le impiden convivir con los gobiernos venezolanos de entonces. En 1966 se establece por tres años en Cuba, donde es nombrado director del Centro de Investigaciones Técnicas. Allí trabaja con materiales de desecho, como el bagazo de caña, que utiliza en proyectos agroindustriales y habitacionales en La Habana.


Una de las obsesiones de Fruto Vivas es construir viviendas populares usando materiales tradicionales y de bajo costo, como bahareque, cartón, caña brava, excremento de animales, pulpa de sábila, latas y envases plásticos reciclados, estructuras metálicas prefabricadas, etc. Sus teorías sobre la Tecnología de lo Necesario, la arquitectura populista y de masas, la climatización de viviendas por medio de corrientes de aire, los ambientes bioclimáticos refrescados por plantas, se sintetizan en la arquitectura ecológica de los Árboles para Vivir.

La reivindicación del rancho, de la vivienda popular fabricada con cualquier material que hubiera a mano —“las casas más sencillas”— es uno de los temas que le acompañan durante toda su vida. Vale la pena volver a ver sus programas de televisión, en los cuales revela su faceta de educador y la  misma fe en “los poderes creadores del pueblo” de que hablaba quien fuera gran amigo suyo, el poeta Aquiles Nazoa. No es una falta de respeto decir que las casas que diseñó para gente pudiente eran en el fondo ranchos extraordinarios, bien pensados y bien ejecutados.


Entre sus muchísimas obras quisiera destacar la casa que construyó para sí mismo, conocida como El Tarantín, en las afueras de Barquisimeto. En esos tiempos (la casa se terminó en 1976) Fruto era un perseguido político obligado a vivir en la clandestinidad. El trabajo reúne diversos aspectos de su ideario arquitectónico: es una casa ultraliviana, con un peso de unos 12 kilogramos por metro cuadrado. “Un rancho bien hecho” de lata con piso de bahareque muy comprimido, paredes a base de aglomerado de caña revestido en baquelita, con doble techo de zinc y sembrado totalmente de árboles frutales criollos para asegurar un clima fresco. Como casi todas las edificaciones de Fruto, la casa fabricada en una ladera se eleva del suelo por medio de una estructura metálica.


Se habla mucho de la famosa Orquídea diseñada por Fruto como pabellón de Venezuela para una Exposición Universal en Alemania. Esta obra, con sus espectaculares pétalos móviles, tiene su historia y su leyenda. Pero yo prefiero hablar de Fruto como inspirador e ideólogo de la Misión Vivienda. Muchos de los urbanismos de esta última —desafortunadamente no todos— son claramente frutescos, en particular los que se encuentran en la avenida Libertador, cerca de la CANTV. Ahí podemos ver de
nuevo la idea del edificio que se levanta del suelo por medio de unas patas (tetrápodos y hexápodos) de inspiración orgánica. Sus obras parecen flotar, como si desafiaran la ley de gravedad. Otro detalle es el uso de “marcos portantes” combinados con mástiles metálicos para sostener estructuras modulares muy livianas, resistentes y fáciles de construir. Ideales para un proyecto masivo de viviendas destinadas a resolver un problema social.

Mi casa frutesca favorita es la llamada Los Guayabitos (1983), un espectacular rancho levantado sobre un cubo de concreto anclado en una ladera, sobre el cual se colocó una estructura de madera de acapro, con las paredes y el piso hechos de polietileno revestido con mallas metálicas frisadas con barro crudo con aglutinante de sábila. El resultado final es un gigantesco rancho de bahareque, sólido y ultraliviano, al que las vigas cruzadas de madera dan una hermosa apariencia rústica. Otra obra que me fascina es el Museo Dimitrios Demu en Lechería, con su espectacular vitral conocido como “El ojo de Dios”.


La penúltima parte del libro, quizás la más interesante, está dedicada a las obras soñadas pero nunca realizadas. La arquitectura siempre empieza con un sueño que debe luchar contra todo tipo de contratiempos que muchas veces logran frustrarlo. Entre los proyectos no realizados se cuentan algunos de los más revolucionarios: desde un terminal de pasajeros en Coche y un espectacular monumento a Manuela Sáenz, pasando por la segunda autopista Caracas-La Guaira y una versión totalmente diferente del Mausoleo detrás del Panteón Nacional, hasta las estaciones del metro de Guarenas-Guatire, que transformarían la vida de los desventurados millones que viven en esas ciudades satélites.

Dicen que todo arte aspira a ser como la música, pero en realidad la música es una arquitectura modelada en el tiempo y el silencio. Fruto Vivas me hace pensar que la palabra de origen griego “arquitecto” combina en sí las nociones de origen, principio, poder y mando (arkhe) con la de arte (techne); y me hace recordar a Aristóteles cuando éste afirma que el conocimiento de la causa (aitía) es lo que diferencia a los verdaderos artistas de los meros expertos, “pues los expertos saben el qué, pero no el porqué. Aquellos, en cambio, conocen el porqué y la causa.” Fruto cree que el porqué, el propósito de la arquitectura, es dar respuesta a las necesidades concretas del ser humano. En su compromiso con lo humano, lo social y lo popular, llega a ofender a los profesionales al promover una “arquitectura sin arquitectos”. Para él, la obra siempre es un hecho emocional, una arquitectura que conmueve o “arqui-ternura”.