sábado, 27 de agosto de 2016

Más acá del bien y del mal

Para hablar de Freud a mí me gusta empezar por mencionar a un personaje trágico y quijotesco que con su poética encendida nos conmueve extrañamente y  hace creer a muchos que es un filósofo, un maestro como Platón o Kant, cuyas ideas pueden ser estudiadas tranquilamente en la universidad. Pero en Friedrich Nietzsche no hay que buscar un sistema de ideas (aplicándole sus propias palabras, "la mayor injusticia que se le puede hacer es tomarlo en serio"): hay que dejarse embriagar por sus visiones enfebrecidas y arrebatar hacia las alturas donde ofrece llevar a nuestros espíritus en pleno delirio dionisíaco. Es un poeta filosófico, uno de los mayores que han existido, eso sí. Y un profeta sin Dios (yo dejé de ir a misa a los 13 años después de leer a Nietzsche). Por algo Jorge Luis Borges escribió que "ningún autor del siglo XIX es tan contemporáneo nuestro como Friedrich Nietzsche".

En el tieso mundo victoriano donde le tocó vivir, entendió que la evolución revelada por Darwin, vulgarizada con la frase "el hombre desciende del mono", implicaba la negación de Dios (y con él de la religión y la moral), y desde entonces se dedicó a escandalizar mojigatos y a posar como héroe de una implacable filosofía del futuro. "Como el mono es al hombre, así será el hombre al Superhombre". Él, que era un hombre enfermizo y débil, quiso ser agente del desprecio y el sarcasmo, cuando en realidad ni siquiera podía soportar el despecho provocado por el rechazo de una mujer. Se necesitó una mujer para revelar la patética imagen de un cordero disfrazado de lobo... El profesor Nietzsche era, después de todo, humano, demasiado humano.

Si, la verdad es (de nuevo, en sus propias palabras) como una mujer, y todos los filósofos (dogmáticos o no) han entendido poco de mujeres, han sido inhábiles e ineptos para conquistar los favores precisamente de una mujer... esa mujer que no se deja conquistar, la misma de la que decían que a los nueve meses de conocer a un hombre lo hacía parir una obra maestra -en el caso de Nietzsche fue nada menos y nada más que Así hablaba Zaratustra- es Lou Andreas von Salomé, que extrañamente, tras la extinción de Nietzsche en la locura, enlazaría para siempre su recuerdo con las chocantes revelaciones sobre la sexualidad humana con las que Sigmund Freud escandalizaría a ese mismo mundo victoriano y reprimido.


La historia de Lou Salomé es interesante y apasionante. Digamos tan sólo que vale la pena investigar sobre ella y su relación con algunos de los hombres más importantes de finales del siglo XIX, desde Nietzsche a Freud. Cuando Nietzsche la conoció era una joven veinteañera, cuando se hizo discípula de Freud ya tendría unos cincuenta. Llegó a ser una de las primeras mujeres psicoanalistas.

Hay una película que a mí me agrada mucho, y que describiría como "una comedia psicoanalítica" donde se juega con los personajes sin respetar la historia oficial. Se llama en inglés When Nietzsche Wept y en español El día que Nietzsche lloró. En ese link hay una versión del filme doblado al español castizo. Es muy divertido en verdad y al final efectivamente Nietzsche se echa a llorar por un buen rato, estropeando sus estupendos bigotes chorreados.

De hecho, conozco al menos tres famosas películas sobre Nietzsche.

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