sábado, 12 de noviembre de 2016

"La mañana de los magos" o cómo ser contemporáneo del futuro (anterior)

Entre los muchos libros que me han "secado el seso" como ocurrió con Don Quijote hay uno en particular que ha sido para mí lo que el Amadís de Gaula fue para Alonso Quijano: se trata de Le matin des magiciens, título que fue perversamente traducido por sus editores catalanes como "El retorno de los brujos", palabras que se prestan a confusiones y mistificaciones (¿se trata de volver a una era atrasada de supersticiones y supercherías, de modas esotéricas, de charlatanes adoradores de la Gran Pirámide, de extraterrestres y amuletos, de pepas de zamuro o cristales de cuarzo? Qué va. Bien lejos.) Quizás "La mañana de los magos" no suena tan bien en español, siempre hay que pensar en el mercadeo... En fin. El Retorno apareció en el mundo el año 1960 como heraldo de aquella  "década prodigiosa" cuyos efectos benéficos y maléficos aún están entre nosotros. El libro me atrapó desde las dos oraciones con que comienza: "Tengo una gran torpeza manual, y lo deploro". Cuando lo leí por primera vez a mis 14 años, fue como si se abriera un agujero negro, un wormhole que me transportara a mi infancia cuando efectivamente lamentaba mi gran torpeza manual y aceptaba con resignación mi condición de contemplativo.

El tema central de El retorno de los brujos es, en el fondo, la relación entre la ciencia y la espiritualidad. Para sus autores, Louis Pauwels y Jacques Bergier, los enormes avances científicos del siglo XX han ocurrido gracias a que el orgulloso racionalismo y la mentalidad positivista heredados del siglo XIX han fracasado miserablemente ante las realidades de la materia, el tiempo y el espacio, que pueden ser captadas con mayor precisión por el espíritu humano, por la poesía, el arte y la filosofía. Individuos como Einstein ejemplifican esta superación del racionalismo, e incluso de la racionalidad. En consecuencia, las filosofías de la desesperación existencial, el escapismo orientalista y la actitud autodestructiva de los "poetas malditos", que eran las modas intelectuales de principios de los años 60, quedaban reducidas a poses caducas: la ciencia que había revelado los secretos del átomo también había abierto las puertas de lo fantástico y los "espíritus sensibles", sumergidos en el narcisismo y la autocompasión, no se habían percatado de ello. Poetas, historiadores, filósofos, veían la ciencia al final de un largo túnel, y su pereza les impedía meter la cabeza en él. Nuestra filosofía-si es que teníamos una- era (y es) totalmente inadaptada a nuestra época: "La materia se ha manifestado tan rica o acaso más rica en posibilidades que el espíritu". La comprensión del comportamiento de la materia a nivel del microcosmos exige una "transmutación de la conciencia" que otorga un poder inesperado a la intuición y a la imaginación. El sentido común es impotente ante la realidad que nos revela la física atómica.


Esta revolución mental desatada por la ciencia más profunda deja atrás a los académicos tradicionales de todas las áreas, incluyendo a los propios científicos y a los historiadores "oficiales". Un tema extremadamente chocante para el pensamiento convencional ocupa cinco capítulos del libro: la alquimia, que no es necesariamente una etapa atrasada o pre-científica del desarrollo humano, sino tal vez la reliquia de una antigua civilización que poseyó los secretos del átomo y fue destruida por el mal uso de ese conocimiento, tal como puede sucederle a la nuestra (de ahí la noción del futuro anterior). La alquimia postulaba la transmutación de un elemento en otro, cosa que la química tradicional consideraba imposible, pero que fue luego demostrada por la fisión nuclear (en la que el uranio termina transformándose en diferentes elementos anteriores a él en la tabla periódica). Pero claro, el mercurio está al lado del oro en la tabla de los elementos, basta con que agregue un protón a su núcleo para transformarse en oro...

Igualmente chocante es el hecho de que la nación más racionalista, cientificista, avanzada, educada, industrializada del mundo terminara sometida por una pandilla de matones delirantes, dirigida por un hombrecillo con un bigote absurdamente parecido al de Chaplin. ¿Cómo podemos explicar que el país de los pensadores y los poetas, de Kant y Goethe, de los ingenieros y los profesores, terminara involucrado en una matanza ritual a escala mundial con tintes claramente satánicos? ¿Quién estaba detrás de Hitler? ¿Qué creencias tenían los nazis? La locura dirigida, la posesión, las sociedades secretas, las sectas de iniciados, las convicciones estrambóticas que sustituyen a la "ciencia judía" en el Tercer Reich, son otra parte de nuestro libro.


Por último, Pauwels y Bergier plantean que la psicología actual, centrada en la perversión y en los restos de animalidad, en la culpa, la represión y el deseo de controlar a la gente por medio de sus pulsiones más bajas, no le hace justicia a la aceleración que ha adquirido la mente humana. "La próxima revolución será psicológica", porque el ser humano se encuentra al borde de una transformación radical que no puede menos que llamarse una mutación. Si hasta ahora apenas hemos usado una fracción de nuestro cerebro, se acerca el momento en que se nos revelarán sus poderes insospechados. Las generaciones futuras verán cosas asombrosas. En vez de temerlo, aprendamos a creer en el futuro y a amarlo. Seamos contemporáneos del futuro. "Hay tiempo para todo, hasta para que los tiempos se junten".

Así como las primeras líneas del libro me conquistaron, sus líneas finales también son inolvidables: "La vida del hombre sólo se justifica por el esfuerzo, aún desdichado, para comprender mejor. Y la mejor comprensión es la mejor adherencia. Cuanto más comprendo, más amo, porque todo lo comprendido es bueno".

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