lunes, 18 de mayo de 2020

¿Verdad que los caraqueños/ parece que hablan en sueños?




El mejor homenaje que puedo hacerle a Aquiles Nazoa en su centenario es recordar el efecto que tuvo sobre mí el descubrimiento de su genialidad, la admiración que siempre tuve por la increíble ingeniosidad de sus rimas y la frescura y profundidad de su poesía, su enorme erudición libre de pedantería, y el genuino dolor que sentí cuando supe que su Volkswagen se había enganchado debajo de una gandola. Pero también creo que hay que reconocer su implacable ironía vitriólica y lo afilado de su crítica a todo lo ridículo y patético que puede haber en nuestra amada Venezuela. Sería lamentable y estaría condenado al fracaso cualquier intento de convertirlo en otra gloria nacional, en un tieso prócer de las letras, en una momia de respetabilidad, en una excusa para la retórica académica y/o patriotera, en otro símbolo del tedio; en suma, en una estatua más en una plaza para que lo caguen las palomas. 



Prefiero recordar las risas de mis compañeros de liceo (que no eran tampoco grandes lectores) disfrutando de esa estupenda parodia llamada Los martirios de Colón/ fragmentos de un diario escrito/ por el famoso erudito/ Mamerto Ñáñez Pinzón. Creo que el propio Nazoa hablaba de ese género como "Teatro para Leer". Cuando después lo convirtieron en una especie de opereta, debo confesar que no me gustó mucho. Me pareció inflado, petulante, sobrecargado. Pero cuando leí por primera vez el texto original siendo un adolescente, me retorcí sinceramente de la risa, y descubrí esa inteligente y elegante sensibilidad, esa iluminación, esa ternura, esa catarsis más allá del humor y del chiste que es la perla que se esconde dentro de la ostra llamada Aquiles Nazoa. 
La Esfera Cultural
Y así con toda su obra: qué genial es el Corrío del comecandela y qué poderosa la ironía con que se ridiculiza ese machismo folclórico y pendenciero que en el fondo es todo lo contrario de lo que representa la imagen de Aquiles Nazoa, el niño grande que andaba en patines y fabricaba muñecas. Esa tiene que ser una de las grandes páginas de la literatura venezolana: Yo me refalo en lo seco/ y me paro en lo mojao/ yo soy el comecandela/ que con pólvora fui criao/ A mí no me asustan bultos/ ni gatos enmochilaos…/ El que me busca me encuentra/ y siempre me encuentra armao/ y si hay alguno en la fiesta/ al que no le haiga gustao/ que vaya buscando al cura/ pa que muera confesao… (Está citado de memoria porque no lo he conseguido en internet y no puedo ir a buscarlo a la biblioteca por la cuarentena.)
 
Zamuro no come coco/ ni gago dice cacao… La risa requiere más ingenio que la bravuconada, el insulto o la pedantería. Hay que leer y releer a Aquiles Nazoa, y asumir sin aspavientos el coraje de ser diferente, disfrutar de la propia inteligencia y nadar contra la corriente. También me encantan sus parodias de las grandes obras de teatro, como aquella de Don Juan Tenorio (ya no me llamo Don Juan Tenorio/ Don Juan Velorio queda mejor o algo así… la memoria traiciona.) Estos versos paródicos son simplemente geniales:
No es verdad, ángel de amor
que en esta apartada orilla,
si hubiera yuca y parrilla
se estaría mucho mejor…

O Fausto cuando el diablo decide devolverle el alma:
FAUSTO
¿A qué vienes, bicho innoble,
donde nadie te ha llamado?
¿No ves que a punto has estado
de estropearme el pasodoble?
MEFISTÓFELES
Un momentico, mi socio,
no se agite y tenga calma:
vengo a devolverle el alma
y a deshacer el negocio.
FAUSTO
No entiendo. ¿Por qué razón?
MEFISTÓFELES
El modelo no es moderno:
lo he probado en el infierno
y gasta mucho carbón.

Y concluyamos con el poema que da título a esta entrada, una mirada crítica al cantinflerismo criollo:

¿VERDAD QUE LOS CARAQUEÑOS/PARECE QUE HABLAN EN SUEÑOS?

¡Qué formas tan pintorescas
son nuestras formas de hablar!
Para decirnos dos cosas
que en cualquier otro lugar
se dicen directamente
con dos palabras no más,
aquí estamos media hora
tratando de concretar,
y el pavoroso enredijo
que nos formamos es tal,
que el que nos está escuchando
no entiende ni la mitad,
ni nosotros entendemos
lo que él nos quiere explicar.
Y si quieren una muestra
De nuestros modos de hablar,
Acomoden las orejas,
Que allí van:

  -Yo, chico, hablé con el hombre
Y él me dijo que si tal
que si qué sé yo qué cosa,
que si yo no sé qué más,
que si esto, que si lo otro,
que si lo de más allá,
que si patatín,
que si patatán…
¡Bueno, puej, me volvió loco
con ese tronco e macán!

   Pero yo le eché coraje
y  le dije:--para guan,
si usted me viene con curvas
que si tal que si cual
y que si yo no sé qué
y que yo no sé qué más,
conmigo estás bueno, puej,
¡Porque conmigo qué vá!

   Si él me dice en un principio:
“Mira, Pedro, ven acá,
yo vengo a tal y tal cosa,
pero tal y tal y tal”,
pues entonces qué carrizo,
¿Pero así? ¡No oh, qué vá!


   Y así como habla ese tipo
que acabamos de escuchar,
así hablamos casi todos
en la Caracas actual:
Un montón de frases mochas,
alguno que otro refrán,
cien mil mentadas de madre
y el resto, ni hablar, ni hablar!



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