martes, 1 de agosto de 2023

Sancochado con un lanzallamas (en Baño-María)

 

La muerte de Lobita señala el fin de una era... Su legado es que dejó la casa llena de pulgas y garrapatas... Muy acorde a su irreverente "perronalidad"


Hace ocho meses que no escribo nada, en parte porque estoy sinceramente "perplejo y estupefacto" (más adelante pienso escribir respecto a eso), en parte porque sigo reivindicando mi Derecho a la Pereza. Cito a Rimbaud: "Pero ¿quién hizo tan pérfida mi lengua como para que amparara y guiara hasta aquí mi pereza?"


 Mientras me pican las pulgas que heredé de Lobita, he decidido publicar algunos viejos poemas junto con algunas fotos experimentales e inéditas. Estoy esperando que me regalen un teléfono, una cámara y un carro. Ya me regalaron un buen teléfono, pero se me cayó al suelo y se le dañó la pantalla. Una vez incluso me regalaron un carro, pero lo choqué estúpidamente y lo perdí. Ahora soy un filosofastro y un fotógrafo sin cámara.


 En serio, en cuanto controle la plaga de las pulgas y el fastidio supere mi pereza, voy a publicar una entrada seria sobre problemas filosóficos que recorren la ubicuidad de mi mente en estos tiempos post-apocalípticos. Entretanto, mis queridos cuatro gatos lectores tendrán la oportunidad de leer algunos poemas que escribí, como dicen los viejos, "cuando era joven".


Esto lo escribí hace mucho... Recuerda, "hipócrita lector, hermano mío", lo que decía Cervantes (citando a su vez algún latino antiguo): no hay un libro tan malo que no tenga algo bueno.

SALIDA DEL CINE

No te cansas de volver, incertidumbre visceral

Te reconozco en el rugir de mis intestinos

Me obligas a hacerle preguntas sin posible respuesta

Al humo de los tubos de escape

Al pájaro negro que siempre me ataca

Después de haber entrevisto el bosque de respiraciones

O a las ratas fornicando naturalmente en el basurero

Del Bloque Siete

Siempre quieres que sepa que nada tengo

Que estoy lejos de todos, bostezando una soledad estéril

Traes un argumento en mi contra

En cada risotada, en cada hábito soez

Te gusta que sepa que no puedo asirme a nada

Que he escogido el vértigo

Que mi soberbia es rugido de ratón

Y el silencio mi coartada.



Este tiene un sabor borgiano:

ENTRE EL ASCENSOR Y EL RELOJ

Eres mi historia demasiado personal.

No sabes que me dejas sin mundo

Cuando me miras de esa manera.

Lo que percibes,

Y hace nacer la seda en tus rodillas,

Y la llama central que me deja mudo,

Como un insecto clavado en la pared,

No es más / que el sabor / de mi irrealidad.


 

ROSTRO DE MUCHACHA EN UN AUTOBUS.

Criada entre rocola y chaperona,

Sobrina del esbirro,

Arrullada por el Combo Latino.

Hace tanto que te sembraron de sal,

Hace tanto que confundes la alegría

Con el sabor del vómito.

El Bacardí degeneró la semilla de tu padre,

Los ojillos atónitos de tu hijo

Se abrirán en un bosque de cabillas y polietileno.

Debo confiar en ti,

Por esa oscura piedad que mereces,

Y mi vida minúscula no puede darte.

MÁS MALANGA (Parte II)

            Debo imaginar la plausibilidad de un loco. La máscara de la locura es deliberada. Tú mismo escoges un modo de vida – Hay que ver que los americanos han corrompido la manera de hablar del mundo entero. En los balbuceos de Julián Pacheco se cuecen trozos de mondongo del melting pot. La explosión del encuentro de las razas, las pieles, los ojos azules acostumbrados a gentiles longitudes de onda del espectro, sometidos al contacto y a la re-colonización de su frígida-puta cultura. El mito de la Democracia, patria de los fugitivos, poderoso más quel Olimpo. Olímpicas parejas rubias con chancletas plásticas y shorts. Y tarjetas de crédito que revolucionan los desiertos. Hasta dónde extender los confines del delirio para que me ilumine con su luz oblicua y mi cósmica piel oscura, café con leche, el viento que suspiras y recuerda cañas de azúcar y el espacio exterior – ése colonizado en inglés y en ruso – como prueba irrefutable, suspensión absoluta de la duda, morada del éxtasis donde nuestras palabras se enlazaban como brazos y piernas y los colores, otra vez en las pieles, reconociendo, esperando. Es tan real, fue tan real, que mis palabras no lo podrán reemplazar – masturbativos frailes quejumbrosos y roncos. No tengo orgullo, hay que ver como robamos la vida de los que frecuentamos, el pillaje de máscaras que practicamos ornamentalmente. Y como nos ahogamos en palabras.

 


EL CHELIQUE CINABRIO

            El Chelique Cinabrio y los lagartos de agua estancada, monstruos babosos del pantano alcalino que pueblan sus lejanos bohíos. Almas llenas de fresco pudor que no pueden ser manchadas a pesar de tanto machacar un vicio u otro y una manera franca y sencilla y sana en el fondo. Diecisiete años, en este mismo cuarto, cerca del sitio donde está enterrado mi ombligo. La sangre del cordón umbilical caerá sobre vuestras cabezas y sus lejanas tumbas y sus tempranas zoofilias – snobs carentes de nobleza – italianos saxófilos en catres donde esperan maduras amantes de espesos miembros casi acuáticos – Objetos verbales como puñales – Sangre y semen y mercurio y azufre y sal – Largas noches como alambiques, ojos inyectados en sangre, cinabrio en las encías.

 

            Me resistí a creer en tu realidad, la realidad que me otorgabas me estremecía – Brechas y bordes en el tiempo y maneras crispadas de convivir con mi medio, el hábitat donde elaboro mis territorios íntimos, básicamente desadaptado, lleno de lentas costumbres ensimismadas, vastos vocabularios, destellos en los espejuelos, posiciones fetales, timidez de seminarista, inseguridad firmemente establecida y confirmada por severos reportes, ornamental, distante, escurridizo. Lleno de calificativos y meandros.

 

            Siempre yo, siempre al borde de la crisis existencial – Funesta pose degenerada en callejón sin salida y fácilmente corruptible – la risotada que me sacude mientras yazgo en el suelo del trailer – Soy incapaz de contener la risa histérica, la risa horrible del idiota, ese también soy yo, mi esencia, aunque me niego, quiero rescatar algo que pueda justificar mi mísera existencia, mis divagares, mi permanente escape al enfrentamiento, al compromiso, a esa ilusión de realidad que nos absorbe a todos. Creación de seres de carne a través de la mezcla de savias y esencias entre gemidos de dolor y entrega, violenta ternura que se busca, extrañamente subversiva y oculta cuando no es más que la vida de la carne, lo que todos aceptan como la realidad, el hombre y la mujer, el olor del sexo, el semen y la sangre. Luego las ataduras, el hastío, los relojes que marcan las horas de la necesidad, la conspiración, el dinero, un empleo como condena por carecer de intereses y talentos comerciales, el gris paso de las horas entre alergias y bostezos. Y el hombre verdadero, con su hambre de ESPÍRITU, dónde queda, dónde cabe? Este es el reto, estas son las formas que se entrevén al cruzar el umbral de los treinta años. Palabras que resuenan y señalan y prometen y preñan valiéndose de otro semen. Apartan los fantasmas nostálgicos, o brillan detrás de ellos, incansablemente vuelven y seducen con dulces sonidos y magias que actúan sin pedir permiso. Confía en mí, mi hijo, mi amor, busca siempre, ten los ojos abiertos y lo verás, lo sabrás cuando te amen, cuando murmuren palabras de amor en tu oído, y lo recuperarás en tu soledad, verás la visión, la comunicarás, pero lo importante será verla más que contarla o describirla o ganarte un corazón con el vértigo de ella nacido. Ya verás.

 



 

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