martes, 31 de marzo de 2020

Ocio en cuarentena (o en busca de Rififí)

CoronaOcio

La insidiosa y tendenciosa BBC, órgano oficial de difusión y propaganda de la Pérfida Albión, sacó un artículo sobre cómo sobrevivir la cuarentena encerrado en casa con su pareja sin terminar divorciándose. Y es que el Reino Unido finalmente se ha unido a la tendencia mundial al “aislamiento social”, después de que el mismísimo primer ministro resultara positivo a la COVID-19 (precisemos: éste es el nombre de la enfermedad producida por el virus SARS-Co-V2). Pero nosotros, los cuatro gatos lectores de este blog, que practicamos el método paranoico-crítico de análisis de teorías conspirativas, y clamamos nuestra libertad de hacer interpretaciones irreverentes (e incluso estéticas) de los “fenómenos delirantes” que ocurren en el mundo, no nos dejamos impresionar por las apariencias, y sospechamos de todo, pero sin que la paranoia nos haga perder el buen humor. Entonces, quisiera empezar esta reflexión, en medio del ocio obligado por la histeria colectiva sin precedentes que nos rodea, repasando las últimas teorías conspirativas. 

Cortesía Getty Images
 Ahora resulta que EE.UU es el país con más casos en todo el planeta. Esto parecería contradecir la teoría conspirativa de que el virus fue elaborado por “los gringos”. Pero refinando nuestro enfoque paranoico, creemos que realmente son las élites plutocráticas maltusianas las que están detrás de toda esta conspiración; y su interés es, por un lado, incrementar el pánico para seguir controlando mejor a la gente de su propio país, y por otro, aprovechar la ocasión para deshacerse de un montón de viejos inútiles, de pobres arruinados y de tantos indeseables como sea posible. Para un paranoico ilustrado, el gobierno de EE.UU no es más que una fachada: el verdadero poder está en manos de gente que no vemos ni conocemos. Algunos lo llaman “el estado profundo”, que responde a los mandatos de los plutócratas del “complejo militar-industrial” (y tecnológico-mediático). Eso explicaría las decisiones aparentemente alocadas y erráticas del gobierno estadounidense: sus funcionarios no son más que marionetas y ratones de laboratorio con los que juegan y experimentan los verdaderos poderosos. 

New Orleans bajo las aguas. Cortesía Pacific Standard
Más allá de toda pose cínica, esta crisis parece demostrar que los países acostumbrados a una organización de tipo socialista pueden reaccionar mejor ante una urgencia colectiva que los que no lo están. Recordemos la no tan lejana crisis del huracán Katrina: Cuba, un pequeño país periódicamente azotado por los ciclones, demostró tener un sistema social bien organizado para evacuar, proteger y minimizar los daños a su población. Por contraste, cuando llegó el Katrina a Nueva Orleáns, el gobierno gringo sólo pudo decir “sálvese quien pueda”, y únicamente los que tenían sus propios vehículos pudieron salir de la ciudad, que quedó arrasada y llena de damnificados indefensos. Pero veamos el otro lado de la moneda: la disciplina social está muy bien, pero el control social me parece preocupante. Una consecuencia de esta crisis será el aumento del control de los gobiernos y las corporaciones sobre los individuos. Ed Snowden ha dicho que, combinando las tecnologías de comunicación e interconexión con la inteligencia artificial, “ellos” (¿los verdaderos dueños del mundo?) ahora no sólo saben dónde uno está, adónde va, con quién habla (y de qué), qué lee, etc., sino que además conocen nuestra presión arterial, temperatura corporal, cuántos latidos por minuto da nuestro corazón, etc. 

Cortesía Hypertextual
 Aunque yo reconozco las ventajas del colectivismo, sigo siendo un individualista, y no puedo aceptar que eso sea un pecado. No es que yo quiera tener más o que me crea más que los demás, es sólo que siento que mi individualidad es preciosa. Esto que yo soy, con todas sus limitaciones, esta máscara, es lo único que es realmente mío (aunque los budistas afirman que es sólo una ilusión, y probablemente tienen razón). Ciertamente, los chinos (y en general los orientales) son un pueblo (por no decir una raza) con una poderosa tendencia al colectivismo, y yo los admiro por eso. Ese rasgo, junto con su estoicismo natural, los hace más fuertes que los occidentales, y también explica su adhesión al comunismo. Pero a mí me molesta sentir que hay un Gran Hermano que sabe todo sobre mí sin mi consentimiento. Aunque no debería angustiarme tanto: en este momento ni siquiera tengo celular (pero creo que lo necesito, ¿cómo voy a saber mi estado de cuenta en el banco? Puede que sea una necesidad creada, artificial, pero también es propia de alguien que vive en esta sociedad… y para no vivir en sociedad tendría que ser una bestia o un dios.)

Cortesía eltribunero.com
Y ahora, mis queridos cuatro gatos paranoico-críticos, recordemos que hace unos días, en plena pandemia, apareció el fiscal general de EE.UU —con su cara mofletuda que a mí me recuerda al perrito Droopy— acusando al presidente de Venezuela y a todo el alto gobierno de narco-terroristas, y ofreciendo recompensas multimillonarias por ellos. No los pedía “vivos o muertos”, pero sólo eso faltaba. Todo ello en el contexto de otra conspiración que había fallado porque capturaron unas armas y los involucrados se fueron de la lengua y salpicaron a un gentío: al gobierno colombiano, las agencias de inteligencia estadounidenses, los políticos venezolanos de oposición… Parecía ser un capítulo más de la misma telenovela, pero en este caso hay un antecedente muy preocupante: la acusación contra Manuel Noriega que justificó la invasión de Panamá en 1989. 


Basta con hacer un breve repaso de la historia para entender que el narcotráfico y el imperialismo siempre han sido como uña y mugre. Empecemos por las Guerras del Opio del Imperio Británico contra China. Desde que la Compañía Británica de las Indias Orientales llegó a Cantón en el siglo XVIII, se dedicó a estimular la adicción a las drogas en gran escala para debilitar y degradar a los chinos y obligarlos a comprar el opio que producían sus plantaciones en la India. Cuando los chinos quisieron reaccionar destruyendo los cargamentos de droga, los británicos invocaron la Libertad de Comercio (Free Trade) y los aplastaron a cañonazos. China tuvo que abrir todos sus puertos al narcotráfico, que se impuso ya desde mediados del siglo XIX como el negocio más rentable del mundo, con su capital en Hong Kong y en la infame City, el distrito financiero de Londres. En otras palabras, el Reino Unido es un narcoestado desde hace siglos. Las redes de lavado de dinero creadas desde esa época todavía están ahí y son uno de los pilares del capitalismo financiero mundial. 

 Después de la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Británico colapsó, pero pasó la antorcha del imperialismo narcotraficante a su heredero: los EE.UU. Desde su creación, la CIA estadounidense ha estado ligada al narcotráfico. No sólo continuaron la tradición del negocio del opio y la heroína en el sudeste asiático, sino que controlan desde sus inicios la producción y el tráfico de cocaína, primero en Colombia y últimamente en México. Dicen que una de las causas de la caída de Richard Nixon fue la creación de la DEA en 1973 para contener los desmanes del narcotráfico. Al querer atacar el problema desde sus verdaderas raíces en las instituciones bancarias y redes de distribución mundiales, Nixon se convirtió en un estorbo para gente “demasiado poderosa para caer”, que acabaron con él montándole el escándalo Watergate. Tras la renuncia de Nixon, la DEA pasó de agencia para combatir el narcotráfico a ser su alcahuete. Dondequiera que hay producción y tráfico de drogas está la DEA, y dondequiera que está la DEA aumenta exponencialmente el negocio del narcotráfico. En los 80, bajo la presidencia de Ronald Reagan, se metieron en el escándalo Irán-Contras, mucho peor que el de Watergate: no se trataba de que el presidente de EEUU espiaba a todo el mundo, sino que usaba el dinero del narcotráfico para financiar operaciones de guerra sucia. Sin embargo, el sistema protegió a Reagan, sacrificando a algunos chivos expiatorios.

 
Cortesía Amazon.com
Los narco-escándalos que involucran a la CIA y la DEA son muy numerosos. Bastaría con mencionar los casos de Afganistán, donde la presencia militar de EEUU sólo ha servido para multiplicar la producción de opioides; o de Colombia, donde las nueve bases militares estadounidenses parecen proteger más que combatir el tráfico de cocaína. Entonces, volviendo a la acusación contra el gobierno “narco-corruptísimo” de Venezuela, la parte acusadora simplemente no tiene ninguna credibilidad. Lo que quieren es compensar el ridículo fracaso de esta última aventura con una bravuconada destinada sobre todo a apaciguar a los perros rabiosos de la Florida, un estado con 29 votos en el colegio electoral que Trump no se puede dar el lujo de perder. En cuanto al caso de Noriega, éste era un agente de la CIA con un rol protagónico en la operación internacional de lavado de dinero. Dicen que cayó en desgracia cuando descubrieron que vendía información sobre la Contra nicaragüense a los soviéticos, que se la pasaban a los sandinistas. Un caso parecido al de Sadam Hussein, que era el gran aliado de EEUU en el Medio Oriente hasta que se le pasó la mano y fue reinventado como tirano apocalíptico. 

Noriega alias Cara'e piña y sus compinches de la DEA (alainet.org)
Este mundo traidor tiene el arte que se merece, como dice el tango (el mundo fue y será una porquería… el siglo veinte es un despliegue de maldá insolente… los inmorales nos han igualao…). Oscar Wilde tenía razón, la vida imita al arte, un arte que asume las formas sórdidas de la corrupción más profunda, de la total falta de valores, de la paranoia que nace de no poder confiar en nadie. Esas formas oscuras nacidas en los bajos fondos incluyen el tango, el blues (low down dirty blues), los dibujos de George Grosz, y el cine negro o film noir. En el ocio forzoso de la cuarentena y gracias a YouTube, he pasado horas viendo algunas viejas películas de este género, que apareció con fuerza después de la Segunda Guerra Mundial y duró hasta finales de los cincuenta. Los horrores de esa guerra produjeron un ambiente de total corrupción donde lo único que podías esperar de tus semejantes eran puñaladas, disparos y traiciones. Los únicos honestos eran los delincuentes, que al menos se arriesgaban profesionalmente dando golpes audaces e ingeniosos, sólo para ser traicionados por ricachones cobardes y aprovechados, como sucede en la magnífica Asphalt Jungle. Nunca fue tan bella Marilyn Monroe como en ese papel de ninfeta adolescente mantenida por el elegante viejo verde al que llamaba “tío”. 

Cortesía allposters.com
 La fotografía en blanco y negro es el único medio que le hace justicia al claroscuro de la noche apenas alumbrado por las luces artificiales de las ciudades del pecado y el crimen donde se desarrolla el verdadero film noir. Y sus protagonistas son todos perdedores cuyos proyectos para triunfar en la mala vida siempre terminan en desastre por muy endurecidos y sinvergüenzas que pretendan ser. Quiero hablar de un descubrimiento que hice recientemente: el cineasta estadounidense Jules Dassin, autor de varias películas negras extraordinarias, cuya vida también fue una aventura digna de ser contada. Hijo de inmigrantes judíos provenientes de Odessa, se unió siendo muy joven al Partido Comunista de EEUU. Aunque abandonó su militancia en 1939, cuando Stalin firmó el pacto de convivencia con Hitler, terminó siendo víctima de la paranoia anticomunista que se desató después de la guerra. Eran los días de la infame caza de brujas encabezada por el senador Joe McCarthy, fanático perseguidor de la subversión comunista, quien basó su carrera política en la denuncia de supuestos espías y agitadores al servicio de la Unión Soviética que habían infiltrado todas las instituciones de EEUU, incluyendo el gobierno, las universidades y sobre todo la industria del cine. McCarthy encarnó una obsesión nacional por extirpar el comunismo a partir de 1950. Esta persecución, apoyada en campañas de desprestigio y calumnia, obligó a importantes figuras del cine a emigrar, entre ellas el mismísimo Charlie Chaplin.

Joseph McCarthy (cortesía theepochtimes.com)
Jules Dassin se había ganado una fama muy merecida con tres películas negras estupendas: Fuerza Bruta (Brute Force, 1947) con Burt Lancaster, donde hay un motín en una cárcel que es una obra maestra; La Ciudad Desnuda (The Naked City, 1948), un clásico que años después inspiraría una memorable serie policiaca de TV que siempre terminaba con el famoso lema: “Hay ocho millones de historias en la Ciudad Desnuda, ésta es tan sólo una de ellas”; y Mercado de Ladrones (Highway of Thieves, 1948), una historia de camioneros llena de personajes extraordinarios. Cuando ya se decía que Dassin era uno de los mejores cineastas estadounidenses de la postguerra, los mccarthystas desenterraron su pasado comunista y lo metieron en una “lista negra” que le impidió seguir trabajando en Hollywood. Su siguiente película tuvo que hacerla en Londres y es uno de los mayores exponentes del film noir, con el título perfecto que define el género: La Noche y La Ciudad (Night and the City, 1950). Incluye todos los elementos de los que hemos hablado: protagoniza el perdedor Harry Fabian, anti-héroe predestinado al fracaso y la muerte (interpretado por Richard Widmark), y una serie de malvivientes a cual más oscuro y corrupto que también terminan mal, en un ambiente decadente y violento que arrastra a los pocos personajes honestos -como el luchador greco-romano Gregorius (que odiaba la farsa de la "lucha libre") o la hermosa Mary (Gene Tierney, famosa belleza de la época que nadie se explica por qué está enamorada de un pillo como Fabian)- a un final funesto. 


Y para terminar: execrado de Hollywood, y tras varios años de desempleo, Dassin aparece en París con el proyecto de llevar al cine una novela de delincuentes, malandros, tipos rudos y mujeres fatales que quería ser el non plus ultra del cine negro. Realizada con actores y técnicos franceses dirigidos por Dassin, Rififí (1955) es una leyenda del género… que nunca he visto. No sé si existe en DVD, lo cierto es que no aparece en YouTube (ni en Vimeo, el otro proveedor gratuito de videos en Internet). Y por eso, mis apreciados cuatro gatos lectores, es que estoy en busca de Rififí. Agradecería si alguno de ustedes sabe dónde conseguirla. Me gustaría dedicarle unas horas de ocio en cuarentena. Y hasta gastaría lo que no tengo para comprar una botellita de algún licor espirituoso y celebrarlo.


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